Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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Sangre fresca

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Yo creí que el matrimonio era para toda la vida y ese era mi sueño.
Por eso  me casé joven con el hombre que imagine era lo más maravilloso que me podía haber tocado.
Tuvimos dos hijos, una hermosa casa y un buen pasar económico.

 Yo me dedique al hogar y tratar de ser una buena esposa, aunque a veces pensaba, que solo era un adorno en la vida de mi esposo.

 El pasaba mucho tiempo viajando y mientras yo me dedicada a la familia.
 Ellos eran todo para mí.

Hasta que nuestros hijos crecieron y se fueron a la universidad.
Nos quedamos solos y un día, mi marido me dijo:

     - Quiero sepárame.

 Nunca había sido un hombre muy cariñoso conmigo pero en los últimos años prácticamente ya no teníamos intimidad.
Pude llegar a sospechar que tenía a alguien más en su vida y me había dejado de lado porque ya no me deseaba. Pero evite ese tema creyendo que un día eso cambiaría.

 Ahora todo mi mundo desaparecía y me quedaba sola a los cuarenta. Me sentí desolada sin saber cómo iba a seguir.
 Una de mis mejores amigas de la infancia vino a visitarme y quedarse unos días conmigo.

 - Vine  apoyarte amiga, quien más que yo que tengo experiencia en esto para darte unos consejos. – dijo

 Volver a verla trajo a mi vida un aire fresco en esos días. Recordamos las adolescentes que fuimos, los años en la escuela, los días de bailes y nuestros primeros romances. Ella llevaba dos divorcios y estaba espléndida, nadie le daría la edad que tenía, parecía diez años menos.

 - Querida amiga, tienes que volver a sentirte viva que es lo que has dejado de hacer todos estos años con un marido que solo se ha ocupado de él. ¡Mírate a espejo! eres una mujer linda y sexy.

 - No creo que sea así - dije –  soy una mujer madura  y los tipos de mi edad buscan mujeres jóvenes.

- ¿Y tú qué crees… que yo busco señores mayores o de mi edad? ¡Dios me libre!!!!
No cariño, para ellos están las chicas jóvenes que buscan un buen pasar económico. Nosotras necesitamos sangre fresca solo para estimular el placer de nuestras almas,.. Si lo demás ya lo tenemos.

 Sonaban frívolas sus palabras, pero tenía razón.

Mi alma necesitaba volver a sentirse amada y deseada nuevamente, habían pasado muchos años de rutina y letargo.

- Es hora que despiertes  - dijo mi amiga - vamos al centro comercial, tienes que renovar tu guardarropa y cambiar el look es lo primero que sirve en estos casos.
¡Ropa nueva para vida nueva! Y también vamos a mi estilista, que nada mejor que un nuevo corte de cabello y peinado para verse mejor!

 Ella conocía todo lo que tuviera que ver con la moda y yo decidí  cambiar mi estilo tan sobrio de vestir.
 Es verdad la mayoría de las mujeres recurrimos a la peluquería como terapia y en este caso diré que para mi sorpresa, cuando me mire al espejo pensé que era otra.
Me había quitado unos cuantos años de encima y en solo un par de horas. Me sentí feliz y para festejar mi nuevo estado fuimos a cenar a un restaurante cercano a casa.

 Me puse un vestido negro que me hacía ver fabulosa, será por eso que cuando entramos al lugar,  había tres jóvenes hombres sentados en una de las mesas cercana a la puerta que clavaron sus ojos en nosotras apenas cruzamos el umbral.
No quitaron sus miradas hasta que nos terminaron ubicando frente a ellos tan cerca que pude escuchar sus conversaciones. Mi amiga no perdió un minuto al ver las miradas de ellos sobre nosotras y los saludo como para entablar un dialogo. Uno de ellos se levantó y se acercó.

 - Buenas noches… ¿Creo que nos conocemos? – le dijo a mi amiga.

- Si cariño. Eres Francisco… el guapo de la sucursal del banco donde se ir.

 - ¡Claro! Veo que me reconoce. Pero qué casualidad encontrarla por aquí…  y en la noche tan cerca de mi casa.

 - Sí. Casualidad. Mi amiga aquí también vive cerca. Y estoy pasando unos días con ella.

 - Podemos acompañarlas a cenar. – Dijo - Yo estoy con dos amigos que no son de la ciudad y sería muy agradable contar con la compañía de ustedes si no es molestia.

 - ¡Perfecto. Nada mejor que cenar con guapos caballeros! – dijo mi amiga.
 Yo pensé que estaba loca. Sentarnos con desconocidos. Me miro como adivinado mis pensamientos y me dijo:

 - ¡Sangre fresca amiga! Y no mires con esa cara de susto. Son hombres y es lo que necesitas tener a tu lado ahora – y se rió como si eso le diera placer de solo pensarlo.

 Mi amiga pidió champagne para tomar, yo no estaba acostumbrada a beber, así que rápidamente comencé a sentirme relajada ante la situación. Ellos se ubicaron en la mesa con nosotras, se presentaron y enseguida la charla se hizo amena.

Eran hombres guapos y varoniles, tendrían unos treinta años los tres, así que la cena fue distendida. Cuando me di cuenta mi amiga estaba muy entusiasmada seduciendo al joven del banco y los otros dos no hacían otra cosa de alabarme tratando de llamar mi atención. Me sentía acalorada ante la situación.
Nunca había tenido tantas atenciones. Cuando uno de ellos llevo su mano a mi rodilla y comenzó acariciarla con discreción. Hacía tanto tiempo que no sentía ese cosquilleo entre mis muslos que por un momento comencé a perder mis sentidos.
 Mi amiga que estaba hábil frente a estas situaciones, se dio cuenta al ver la expresión de mi rostro, por lo cual me pidió que la acompañe al lavado un minuto. Le comente lo que había sucedido.

 - Disfruta del momento- dijo- Date un permitido. Déjate llevar por ellos y lo vas a pasar genial. Yo me iré con Francisco. Me gusta y no voy a perder la oportunidad de pasar una noche intensa con él.

Sus palabras me tranquilizaron, tenía razón debía disfrutar de lo que estaba pasando y me estaba gustando mucho ver a esos hombres llenarme de atenciones.

 Cuando volvimos a la mesa, recordé las palabras de mi amiga y al ver a esos  hombres recorrer mi anatomía con sus miradas me sentí sofocada. Había lujuria en sus ojos.
 Salimos los cinco del restaurante y mi amiga se fue con Francisco.

 Yo quede con ellos que se ofrecieron acompañarme hasta mi casa.
Cuando llegamos a la puerta, Carlos  dijo si los invitaba a pasar. Me sorprendieron, yo estaba animada y me excitaba muchísimo la idea de estar con ellos dos.
Los invite a pasar y a tomar una copa más.  Después de servir los tragos, Carlos me pidió que  me sentara entre ellos dos.

Se acercó a mí  y casi susurrándome al oído comenzó a besar mi cuello, mientras Andrés metía con suavidad sus dedos por el escote de mi vestido acariciando mis senos.

- Eres hermosa – dijo Carlos – y desde que te vimos entrar en el restaurante hemos deseado  follaste los dos. ¿Y ahora te dejaras verdad? …Dime que sí.

 Sus palabras fueron  un detonante en mi cerebro que hizo volar mi imaginación.

 Yo no podía pronunciar palabra. Solo podía gemir  ante los besos  y el otro comenzó a besar mis senos, mientras puso mi mano a sobar su miembro que palpitaba entre mis dedos.  Lentamente comenzaron a quitar mi ropa explorando mi cuerpo con sus manos, hasta dejarme solo con la braga puesta.

La sala se convirtió en un antro de lujuria, que dejo paso a una orgía de besos y caricias que me dejaban extasiada. Además tenía  frente a mí  la imagen de dos hermosos hombres desnudos en la plenitud de la virilidad.
 Mi boca ansiosa fue en busca de las mieles del placer que se ofrecían como objetos de mis deseos para llenarme de lascivia.
Nuestros cuerpos comenzaron a  entrelazarse en un intenso frenesí que nos llevó al borde del éxtasis.
Cuanto tiempo hacia que yo no me sentía tan deseada y complacida como en ese momento.
 Había olvidado de como vibraba mi alma con los besos... y ahora me encontraba en el máximo apogeo.
 Estaban disponibles para mí... dos bocas, cuatro manos, dos miembros y solo para mi satisfacción.
 Me deje llevar por el calor envolvente de sus cuerpos y recibiéndolos dentro de mí una y otra vez en una embestida casi inesperada que me hacía  querer más y más  de cada uno.
Me volví Insaciable ante tan intenso arrebato.

Estaba liberada ante tanto desborde de placer  que me anime a pedir más.
Quise probar todas las posiciones que no se me ocurrieran y ellos eran hábiles para arrancar mis gemidos como pétalos de una flor.
 Andrés comenzó a obsequiarme exquisitos besos negros, que fueron  preparando mi esfínter casi virginal  que se fue abriendo ante la humedad de su lengua y me  encendió hasta el punto de pedirle que me hiciera suya de una vez.

Las sensaciones que estaba teniendo no las  había experimentado nunca antes y  me estaba mareando ante tanta oleada de placer.

 - Quiero tenerlos a los dos dentro de mí. - dije- tomando el control de la situación y montando sobre Carlos.

Él me ofreció nuevamente su pedazo viril  que se abrió paso entre la humedad de mi sexo, ansioso por tener una nueva oleada placentera que me hiciera vibrar.

-         - Te gusta así… ¿suavemente? – dijo – cuando yo comencé a mecerme tratando de acomodar me sobre su cuerpo
-         ¿O así? – dijo dándome una tremenda estocada que me hizo gritar al sentirlo todo dentro de mí.

Lo abrace fuertemente comenzando a movernos mientras su amigo poso sus manos en mis nalgas y comenzó a empujar su miembro, que se fue abriendo paso en mis entrañas en una mezcla intensa de dolor y placer que hizo que yo aumentara mis movimientos hasta sentir que mi cuerpo era uno con ellos.

El peso de su cuerpo comenzó a darme tremenda faena, que nos envolvió en sudor y lágrimas de placer  hasta dejarme  al borde del delirio más de una vez.
Me encantaba la forma que tenía cada uno de tocar, de tratarme, me sentí inmensamente complacida ante tanto energía que recibí. Termine por aferrar me a sus cuerpos con intensidad al sentirlos como se venían y me llenaban con sus espasmos hasta que el  sosiego termino  de apoderarse de nuestras almas.

Debo decir que desde aquella noche deje muchos prejuicios y esos hombres me dieron lo que necesitaba… y como decía mi amiga hacía bien una dosis de sangre fresca para mantener la juventud.

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