Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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Yo Confieso Que Me Gusta El Sexo

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desde que tenia 9 años, una amiga de mi hermana decia que era su novio y cada que ella podia me abrazaba primero y despues me tocaba, por mucho tiempo lo tomaba como un juego pues en mi ingenuidad no pensaba otra cosa, pero con el paso del tiempo nacio en mi mucho deseo sexual de tal forma que constantemente buscaba mujeres para pasar el rato aunque me fui varias veces a la cama nunca quise tener relaciones sexuales hasta los 21 años, y ahora aunque estoy casado sigo buscando y he tenido relaciones con muchas mujeres y sigo con el deseo, no se que hacer

CONFIESO QUE LO HICE EN MI PRIMERA CITA

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A Viña Machado no le importaron los juicios puritanos que recibió por confesar que lo hizo en la primera cita

Confieso que lo hice en mi primera cita.
Su olor en mi piel, mi cabeza tratando de rebobinar y un guayabo evidente. Él, abrazado a mí y aún dormido. Estamos bailando y él me trata de besar y yo lo evito. Una botella de guaro me desinhibe. Puta, por qué no me puedo acordar cómo se llama. Se despierta, va al baño, y yo me hago la dormida. Me aseguro de que no venga y con rapidez busco su billetera. Saco su cédula. Lo tengo. Claro, todo tiene sentido. Me trae de cabeza, lo he visto mil veces, pero es nuestra primera cita. Me encanta. Voy en una camioneta saliendo de Chía, rumbo a Bogotá, él me lleva en sus piernas, vamos besándonos apasionadamente sin importar un carajo las otras ocho personas que van con nosotros. Llegamos a su casa, me siento encima de la mesa del comedor. Llevo minifalda, botas, y una camisa que apenas me cubre adelante. Él me está quitando las botas mientras yo lo observo. Tiene la mirada fija en mis largas piernas y eso me gusta. ¿Quieres algo de tomar, pregunta. Yo no digo nada y lo miro. Mi respiración se acelera. Mientras reviso por debajo de la sábana que tenga puestos los calzones —de hecho los tengo puestos— me doy cuenta de que estoy empapada. Desde entonces, hace un año que duerme conmigo y yo siempre me levanto mojada.

Kızım benim sevgilim, benim kaltak, şimdi üçlü, bölüm 3'tür

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Estrenando su culo


Mi nuera, es mi amante, es mi puta, parte 3

Soy un tipo de sesenta y algo más, que vive a pleno, persuadido que de que en la vida es preferible haber pecado que lamentarse por no haberlo hecho. Este es un pecado de atracción fatal, una historia que permanecerá como secreto de familia, relato de cómo mi nuera Sara, es mi amante, mi puta y ahora también incorporé a un amigo para cumplirle un deseo: hacer un trío.
Ella es la lujuria andante, la voluptuosidad en su máxima expresión, yo he sido el fogonero en esa fragua donde se calientan los deseos más ardientes. Qué bueno está haber pecado y caer en su infierno pasional…

Sara ansiaba hacer ese trío, sí o sí, que buscara un hombre de mi confianza, por obvias razones de prudencia y privacidad, para incorporarlo y hacerlo como en una escena de una peli porno que habíamos disfrutado juntos. Se había quedado enganchada en esa temática, esa fantasía le había calado hondo en su deseo, yo asumí el compromiso de hacer todo para complacerla, el asunto era con quién.
No tenía bien en claro a quien contactar, menos aún como plantearle el tema de la relación familiar, no es algo tan corriente, si bien es cierto que alguna vez estuve en un trío, con dos mujeres, esto era distinto, y sobre todo con mi nuera como “relleno del sándwich”.
Por eso de las causalidades, se dio encontrarme en una reunión con Gerardo, viejo amigo, compinche varias aventuras de putdrío, compartíamos un trago y quedamos en tenía que verlo para concertar algo que necesitaba comentarle, pero no era el momento ni el lugar.
Dos días más tarde pasó por mi oficina, whisky de 12 años para amigos fue la compañía para la propuesta de hacer un trío.
- Amigo, tengo una propuesta, como hace tanto tiempo, ¿recuerdas aquel trío con esa amiga… la rubia
algo loca y muy caliente? – sonríe y asiente con la cabeza. Bueno… tengo una gran hembra, digna de nuestros mejores polvos, pero… sabes se me hace algo, digamos confuso como decirlo…
- Pues nada hombre, somos amigos, a como salga, venga ese asunto.
- La tenía bien clara, me facilitó la situación, evitó un preámbulo engorroso. Bueno ahí va, de una,
derecho al asunto: Resulta que hace un tiempo nos quedamos solos con Sara, ¿la recuerdas?, mi nuera me confió que últimamente no está teniendo buen sexo, más bien poco y no tan bueno, le está complicando su relación y ahí mismo se puso a lloriquear y todo eso… La cuestión es que sin saber cómo ni por qué nos enredamos en un abrazo y…
Al calor del abrazo y un mimo de más llevó a un cariñito y esto a un besito y luego el diablo metió la cola y… terminamos en caliente pecado carnal. Le gustó, me gustó, nos gustamos y nos seguimos viendo, bueno cojiendo por decirlo con todas las letras, ahora es mi amante, mi puta, como le gusta decir. Ufff no me fue fácil contarlo, ahora vamos derecho al grano: Sabes cuanto somos de amigos, eres un amigo con el que tuvimos más de una aventura, algunas compartimos la misma mujer, bueno por ahí viene la cosa, Sara quiere que aporte un hombre para formar un trío.
- Hmmm
- Hmmm… qué. No tengo otro más confiable y discreto que tu, además no sabría como hacerlo, eres mi
amigo más confiable, lo sabes. Si es una negativa ni necesitas decir el motivo, te voy a comprender, pero… es algo que ella quiere y la verdad me tiene muy caliente y muy metido con ella par poder negarme a hacerle el gusto…
Esos segundos que demoró me parecieron eternos.
- Luis, no se como decirlo, pero es un sí.
- Ufff… qué bueno, no sabía como hacerlo.
Terminamos un segundo trago y brindamos por esta nueva aventura.
Un mensaje de texto fue el escueto y cifrado mensaje que le llegó a Sara: “gestión cumplida, sí al trío”. La respuesta tardó lo que canta un gallo: “papito te quiero, soy tu puta, muy puta. Gracias”
Antes del encuentro tan buscado hubo tres o cuatro encamadas, necesitaba que su culito estuviera bien entrenado. Andaba re caliente y contenta como gato con dos colas.Ja!
Por fin… había llegado el día, bueno la tarde, señalado para el encuentro en mi “aguantadero”, el nido donde damos piedra libre a nuestros encuentros de pecados. Llegó temprano, producida para un encuentro especial, hasta se había hecho “tira de cola” (depilar la zona anal).
Lencería color negro y sex, tanga casi transparente permite ver el seductor contenido, cubre justo papo y suave vello recortado que le da volumen, corpiño a reventar con el tamaño casi cien de tetas, turgentes por la calentura de su dueña. Las lolas (o tetotas) son algo digno de admirar, se mantienen bien erguidas y vibran saltando al caminar, seducen con solo verlas, ni que hablar cuando se le puede meter mano, una obra de arte hecha carne turgente coronada de pezones tentadores, los “timbres para pedir entrar al paraíso de los deseos”
Esa debe de haber sido la impresión que recibieron los ojos de Gerardo cuando la presenté, al centro de la sala
- ¡Date una vueltita para tus papis! Gira lento y con cadencia, como un artista exhibe su obra, ella es el “modelo terminado” de voluptuosidad y pecado hecho carne.
Las presentaciones fueron para que la “prima donna” entre en la escena, para el comienzo de la función, todo está dado para disfrutar de un momento de placer, único por las características y los partícipes. Seguro que no soy el único, pero para quien ni en su momentos de calentura alucinó con este momento que estoy por ingresar a la fragua de los deseos y cumplirlos.
Un trago siempre es buen compañero para entrar en clima, los brindis juegan a enredarse y compartir, a potenciar la libido, minimizar frenos morales, calentar los instrumentos del trío “seduciendo a Sara”, brindis, beso de lengua fue el “gracias” que recibimos los hombres de “la Doña Flor y sus dos maridos”, dijo con sorna, se “deshoja”, exhibe la “mercadería” en lencería sexy. – ¡Auuuu!… aullaron los lobos saludando a la Sara.
- ¡Vamos niña! ¡Qué comience la función!
Sara comenzó por despojarnos de las ropas, el modo de hacerlo decía que se había inspirado en alguna peli y tal vez jugaba su rol de striper para sus hombres. Por cierto que lo hacía muy bien, tomándose el tiempo para caldear los ánimos y encender los deseos. Con los pantalones y calzones en los tobillos, de pie ante la dama, estudió los atributos masculinos palpó la textura y tamaño, distintos pero igualmente deseables. Germán la tiene algo más larga que yo, pero menos gruesa que la mía
Mueve en simultáneo, agita suave, estudia y besa en la cabeza, un beso como para abrir el juego y entrar en tema. Se alterna y lame por turnos, nos mira, vuelve a los miembros, los ojos inyectados de lujuria, se agita cuando le sacamos el soutién, nos apropiamos de una teta cada uno, despertar sus primeros gemidos y hacerla mojarse abajo.
Se maneja como pez en el agua, dirige el manipuleo de miembros con graciosa soltura, por momentos no juntas las cabezas entre sus labios, intenta sin éxito meterse las dos juntas, opta por mamar de una a la vez. Se muestra bien putita y eficiente chupadora de pijas, Geman está sufriendo el efecto de la mamada y dice:
- Guauuu, que bien chupa la niña, tienes un buen maestro… – Asiente con los ojos.
La calentura asciende y se hace dueño de German, que ahí mismo comienza a moverse, cojiendo la boca de Sara, se agarra de la cabeza y se la está metiendo, mientras con la otra mano me sacude manteniendo la erección a pleno. Es una peli porno, en vivo, es algo que solo se puede sentir, no hay adjetivos, solo es vivirlo al calor de la carne propia, ella sigue disfrutando el fragor del deseo y el festival de hormonas que hacen reina por un día. Momento de cambio, es mi turno, se la mete toda y la agita, sabe como me gusta, mientras sacude la mojadísima verga del amigo caliente como una caldera.
Ya es tiempo de atenderla, tendida en la cama, desnuda y ofrecida, acosada por dos bocas ardientes y cuatro manos insaciables la conmueven. Es tiempo de ocupar los lugares de combate, le cedo el primer turno, de metérsela, yo me ocupo de tener su boca ocupada con mi carne. German se arrodilla y lame la concha, busca con los dedos estremecerla desde dentro, fácil, se deja hacer y llevarlo dentro cuando se afirma en los muslos de la mujer para mandarse dentro con su pija.
- Tranqui papi, no te vengas tan pronto, necesito que me cojan mucho.
- Ja, bien muchacha, cambiemos
Ella monta, se sienta dándole la espalda, para ofrecerme el espectáculo de ver como se monta en el choto del señor, separa los pendejos para que se vea bien como entra y sale de su cueva. Está eufórica, exultante, enloquecida por tener dos macho para ella sola.
Desmonta y lo mama, se relame sus propios jugos y viene a montarme, quiere mostrarle a German como me monta, como me coje ella. Pide que le acerque su miembro, que se lo de en la boca, gusta tener dos en ella.
Es tiempo de hace de perrita, se pone y German toma el primer turno, bombea aferrado a las caderas de la hembra, activa todo el arsenal de movimiento, mientras se llena la boca con mi carne. El orgasmo acosa sus entrañas, se conmueve y vibra cuando German empua fuerte y profundo, pide más fuerte, y más, que siente que se viene.
- Papi, dame, dame, dame todo. Me viene, me viene, más. Mássss Ahhhhhhhh
Conozco sus momentos de gloria, sé cómo se las gasta cuando está viajando por ese mar de goce, le hago señas a German que pare y retome el ritmo, varías veces, todas para ayudar a los varios orgasmos de Sara.
Sin dejarla reponerse cambiamos de monta, es mi turno aprovechando las últimas vibraciones, repetimos el tratamiento y otros dos orgasmos estallaron conmigo dentro
Casi sin solución de continuidad la acomodé montada sobre German, frente a frente mientras acaricio las nalgotas enrojecidas por algunas nalgadas aplicadas cuando se la mandé en posición de perrita. El hombre eleva su pelvis para entrarle en la conchita, mientras ensalivo con el dedo el “marrón”, se lo preparo para hacer el sándwich de Sara entre dos pijotas.
Me acomodo entre la maraña de piernas, apoyo el glande justo en el marrón, empujo suave, juego a que si y a que no, hasta que una palmada en sus nalgas la desconcentra, es el momento preciso que doy un envión y la gruesa cabezota de mi choto se hace carne en su carne, atraviesa la resistencia del esfínter, se deja invadir por la dura carne que se abre paso por el acceso prohibido.
Puedo sentir desde el canal rectal el roce a través de los músculos con la otra pija que se está moviendo en la vagina. Cesaron los gemidos doloridos por sentir sus dos entradas ocupadas, llenándola toda de carnes que pugnan por abrirla toda. Incapaz de salirse del cepo, atrapada entre dos calenturas, solo tiene opción de relajarse y gozar, respira profundo y se prepara para sentirnos.
El trío está jugando su mejor actuación, afinando los instrumentos para el avance final. Me siento llegar al momento supremo, concentrado, violento el culo de mi mujer, la muevo y la sacudo en el embate final, me vuelco y la tomo de los cabellos, azuzando a la yegua, grito y aviso a mi hembra que estoy llegando, que me viene, que me vengo.
- Ah, ah, la puta madre que bueno, que bueno… Toma, toma, toma putaaaaaa.
La leche contenida de una semana sin siquiera tocarme salió, sentía brotar el semen. Seguí despacio, pero bien en el fondo de su culo hasta largar la última gota de mi gloriosa acabada. Quedé montado, sentía una muerte dulce, por un momento parecía que había dejado el alma en ese atronador polvo. Me dejé caer para hacer mi relax viéndolos enchufados.
- Es tu turno German, aprovecha ese culo glorioso de nuestra putita.
- No, nooo, otro más por el culo no. Ahora noo….
No le dimos tiempo a ponerse en la defensiva, se salió debajo de Sara y la montó. Sin mucho preámbulo se la mando, de una, por el culo, entró fácil, se deslizaba por el tobogán rectal aceitado con el semen de mi acabada. La lubricación de leche y que la tiene menos gorda favorecieron que entrara sin resistencia u toda la resignación de una hembra objeto de los juegos masculinos. German venía conteniendo esa acabada que lo estaba acosando y cuando Sara movió el culo como le había enseñado le apuró el polvo.
Brama y bufa cuando le llega el momento de dejarla enlechada, un gemido oscuro y ronco le avisaba que su semen estaba saliendo dentro de la muchacha. Somos parecidos los hombres en ese momento de venirnos, también él, casi replicó los movimientos hasta que no le quedó ni gota de leche.
Los machos tendidos a cada lado de la hembra que permanece en cuatro, vencida y sodomizada, sometida en la impiadosa y exigente abuso de dos hombres que la han dejado maltrecha pero satisfecha y realizada como hembra y feliz como puta.
Somos hombres con vida plena, en mi caso, también él creo, puedo aguantar sesiones de cuatro o más horas en una relación a todo dar, ejecutar el mejor de los placeres, el sexo requiere estar en buena forma, la vida sana y el deporte contribuyen, una pastillita mágica mantiene la autoestima “erguida” en cada momento que la hembra pide acción, por ello la muchacha está siendo objeto de nuestras erectas exigencias sexuales. La pastilla produce una milagrosa ayuda a sostener una intensa sesión de sexo y al mismo tiempo demora el placer del “meta y ponga” prolongando el momento de “venirse” situación apreciada por cualquier mujer, aunque cuando le doy el tratamiento anal muchas veces hubiera preferido que fuese mas breve la cojida y no quedarse tan dolorida más tarde, pero… aún así disfrutan mucho, Sara también se quejó un poco por como le dejamos el culo, pero gozosa.
El trío recién se estaba conociendo, este momento solo era un relax.
- No sé si toman algo o no, tampoco me importa, pero cojen de puta madre, me gustó, pero demoraron
mucho tiempo en mi cola, me dejaron el culito bien dolorido. El (por mí) como la tiene más gorda me lo tiene agrandado, me lo hace todas la veces, hoy se demoró más de lo usual, y tú (por German) empujas como un calentón, por bien larga me golpeaste lindo en el fondo de mi conchita, y te venías bonito en el culo. Chuick… (sonoro beso a cada uno). Ahora voy al baño a vaciarme de sus leches.
Se salio de la posición de perrita y se puso de pie, notorio era como se acomodó luego de tamaña cojida, al inclinarse su culo expulsó el aire del bombeo, sonido parecido al de un pedo y las leches se le comienzan a escurrir camino al bidet. Menea el culo para deleitarnos viendo salir el fluido masculino. Entró al baño, sentó en el bidet, sobre la ducha vertical para limpiar el semen escurrido, la puerta sin cerrar invita a ingresar; delante de ella, los miembros siguen “morcillones” esperan…
- ¡Vamos, vamos! Luis enseña el camino. Dame la lluvia dorada.
Manos a la obra, hice lo habitual apunté el chorro de orina sobre el vello púbico, gusta sentir la tibieza del chorro dorado sobre su vagina y juntarse en uno solo; el gesto invita a German a sumar el suyo, ella se lo guía para que descargue en los pechos escurriendo por el vientre para decantar directo sobre la vagina de Sara.
Momento íntimo si los hay, disfrutamos esa intimidad de regar su cuerpo con nuestros fluidos dorados. Nos abrazó para sentir las últimas gotas fluyendo por su piel. La ducha fue la excusa para acariciarla toda el jabón líquido el bálsamo para suavizar el acoso sexual.
La desnudez de los cuerpos contagia a la de las intenciones, sin límites ni prohibidos, franquea sus puertas, se deja hacer mansa y sumisa, disfruta ser sometida, entregada a nuestra voluntad.
¡Háganme su puta!
Se exhibe en la vidriera del deseo, se ofrece en el escaparate de la perversión. Asistimos a la metamorfosis de la lujuria en estado puro, ella esa delante nuestro ofreciendo sus carnes, promesa de placer y desenfreno. Germán hizo una seña y Sara fue mansa a sentarse sobre el falo, un primerísimo plano del subibaja, se eleva y se deja caer, siente la molestia de empalarse por lo largo y la delicia de conducir su propio orgasmo.
Se toca y abre para que vea ser penetrada, mueve, gira, sube y baja sin dejar de frotarse, artesana del placer, artífice del desenfreno y arrebatada de goce, subida a la ola del orgasmo, transfigurada, alucina cuando se viene entre aullidos y vocea sin sentido su lujuria. El orgasmo se replica, enrojecidas sus mejillas por la tensión hasta que se deja caer sobre el choto de Germán que para de bobearla.
Recuesta sobre el hombre, que sostiene su relax sin desmontarse hasta que la falta de acción baja la columna de carne que sostenía ese orgasmo que se evapora. Joven y caliente carne no demora en ofrecerse para volver a escena:
- Papi, necesito más…
Es tiempo de darle más, sobre el sofá de perrita, le entró de un golpe, las nalgadas le marcan el ritmo de movida, está siendo sometida por mi pija y German le da a mamar la suya. Los golpes desde atrás le producen alguna arcada por la que chupa, más nalgadas la inducen a moverse, agitarse nuevamente, vibrar en otro orgasmo que esta a pedir de su calentura. No podíamos dar crédito a tamaña forma de acabar, tampoco ella entendía esta forma escandalosa de venirse una y otra vez.
Los cambios de posturas y la acabada reciente nos permite alargar la cojida sin venirnos; perdida la noción del tiempo es que recién reparamos que vamos con más de tres hora y media a todo dar, cojiendo casi sin parar. Es tiempo de volver a casa dice Sara.
- Bueno, mis papis, a ver si van preparando mi lechita… Vamos que necesito mi leche…
La cama es la nueva estación para el tren del deseo, conduce Germán desde abajo con ella motada en su choto, mientras ocupo la retaguardia penetrando su culo. El trío a pleno ritmo, la hembra otra vez en doble penetración, abiertas sus bocas de acceso al placer, el disfrute esta a pleno; desmonto para que German pueda venir y darle por la vagina desde atrás, sigue en perrita recibiendo las estocadas profundas del choto del hombre, tomada con fuerza de las nalgas se deja venir dentro de la vagina de nuestra hembra.
Cambio de turno en la cojida, la entro de un solo golpe, siento la leche ajena cuando bombeo, caliente como una caldera ni me molesta que esté un tanto resbaladiza, comienzo a pistolearla, asida de los cabellos, le estoy dando algo duro, producto del frenesí de la excitación, el momento de mi acabada se impone, se acumula el semen esperando el momento del envión final, un golpe fuerte, otro, y otro más abren el “ojito” del glande para dejar fluir toda mi leche. Un par de enviones, bien el fondo, casi sin moverla son suficientes para la descarga de toda mi calentura.
Resoplando por el esfuerzo y agotada por la calentura, se incorpora la muchacha, la mano a modo de cuchara contiene los flujos y el semen que comienza a escurrírsele, así llega al bidet para dejarnos salir de ella.
Recompuesta acomoda el rostro para borrar las huellas del desenfreno y la locura, se viste, nos deja rumiando el agotado recuerdo de una tarde fogosa. Antes de partir nos hace prometer que repetiremos este trío. Ja, como si fuera necesario afirmarlo.
Estos fueron los comienzos de la relación con mi nuera, mi amante, mi putita, ahora en trío.
Solo me resta saber si la Sara de mi historia está en algún lugar y le gustaría compartirla conmigo, ven te estoy esperando compartir experiencias en catujose@yahoo.com.ar , no seas tímida ven y platicamos.

De cómo hice el amor con la mujer de mi cuñado sin planearlo

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Un Picasso en la cara

Esta historia es muy reciente, puede ser la de cualquiera pero es la mía propia, inesperada, pero intensa e interesante, ocurrió en octubre del 2012.

Me llamo Robert y soy de una ciudad alejada como a 500 km de la capital del país. Soy casado con Marta y tengo dos niños Marvin de 7 años y Karla de 3 años, Tengo una vida muy feliz con mi esposa y toda la familia.

Por otra parte mi esposa tiene un hermano, Rey, que vive en la capital del país y esta casado con Leydi y tienen una niña, Gabriela, y viven en una casa con mucho espacio alrededor de la misma con un patio amplio y muchos árboles, realmente una casa muy bonita. Tengo una excelente relación con mi cuñado, su esposa e hija, específicamente a su esposa siempre la he encontrado una muchacha muy linda y atractiva pero solo eso, nunca me he imaginado ninguna situación con mi cuñada en primer lugar por el respeto enorme a mi esposa, su familia en general y en particular a mi cuñado, creo que su esposa nunca ha podido mirarme tampoco con otros ojos que no sean los de amigo o familia, porque por otra parte soy 16 años mayor que ella, mas bien soy rellenito y con 54 años, ya el paso de los años se siente en mi cuerpo y no creo que le pueda ser en nada atractivo a Leydi.

Resulta que hace poco me fue necesario una vez más viajar a la capital del país como parte de mi trabajo en la empresa y debía permanecer por dos noches allí, al tratar de buscar una capacidad en un hotel me percaté que todas las habitaciones en los hoteles de la capital estaban cubiertas ya que se estaba celebrando un congreso internacional referente a temas de economía y había una gran cantidad de participantes que tenían copados todos los hoteles.

Cuando ya casi me disponía a cancelar mi viaje por los problemas de alojamiento, mi esposa Marta me dijo que hablaría con su cuñada, pues la casa de ellos es muy espaciosa, tienen un buen cuarto de huéspedes y finalmente sería una oportunidad para que yo la acompañara un par de días, ya que Rey mi cuñado se encuentra trabajando fuera del país y solo viene dos o tres veces al año, trabajo que el ya esta por concluir.

Por supuesto que la esposa de mi cuñado respondió que no habría problema y así yo podría ver a mi sobrina que ya hacía un tiempo que no iba a visitarlas.

El día del viaje a la capital fui directamente a las oficinas donde debía trabajar y comencé con mi labor allí, solo viaje a casa de mi cuñado cerca de las 4 de la tarde para descansar, comer, dormir y volver al día siguiente.

Cuando me bajé del Bus y caminaba en dirección a casa de mi cuñado vi a mi pequeña sobrina que corría en dirección a mi con la intención de abrazarme y saludarme, la alcé en mis brazos y le di unos cuantos besos como siempre, así continué con mi sobrina hasta la casa y allí estaba la esposa de mi cuñado cortando la hierba del patio de la casa, por un momento dejó su trabajo y vino hasta mi para saludarme también con un fuerte abrazo y un beso e inmediatamente se puso a hacer café para los dos, tan pronto tomé café le pedí que me dejara terminar el trabajo de cortar la hierba, que aunque yo sabía que ella podía hacerlo, no tenía porque hacerlo ella si yo estaba allí, me despojé de mi ropa de oficina y me puse un short quedé sin camisa y salí a limpiar el patio, mientras trabajaba me di cuenta que Leydi me miraba con cara de agradecimiento en mi tarea la cual terminé cerca de las 7 de la noche, cuando me lavaba las manos ella me dijo que bueno tener a un hombre que haga las cosas de la casa y me comentó que mi cuñado ni cuando esta en la casa le ayuda en esas tareas, entonces entré al baño me bañé y salí fresco y oloroso del baño, Leydi me dijo, Robert pero que olor mas rico a hombre tienes, lo cual yo tome como un cumplido muy natural, esa era la relación normal entre nosotros.

De inmediato le pedí que pasara ella a bañarse que yo terminaría de preparar la cena, pues la niña veía la TV, así lo hicimos y ella salió muy bien arreglada en un short jean que le cubría sus nalgas y un poco más, pero no muy largo, por encima una blusa de tirantes de color azul y un brasier del mismo color que se veía por los laterales de su blusa, igualmente salió con un olor a mujer que no pude dejar de decírselo, pero igual de forma natural a lo que ella sonrió, así cenamos los tres juntos y después de lavar los trastos de la cocina nos pusimos a mirar la TV y algunos videos de música. Cerca de las 9.30 la niña se fue a dormir y mi cuñada y yo nos quedamos un rato más jugando cartas, en ese tiempo durante el juego conversamos y hablamos de muchas cosas, entre ellas un par de temas sobre sexo y satisfacción sexual, pero nada morboso, hasta que ella me dijo que se iría a dormir y yo me quedé viendo la TV.

Ella pasó a su cuarto donde dormía con la niña y después de algo más de una hora. Cerca de las 12 de la noche sentí a la niña toser y corrí hasta el cuarto a ver que le pasaba, Leydi intentaba zafarse de la ropa de cama para atender a la niña, pero yo le tome una mano y le dije quédate que yo me ocupo, así ella quedó recostada en su cama yo atendí la niña le dí un poco de agua la acurruque y se volvió a dormir y yo salí del cuarto, entonces Leydi se levantó de su cama y vino hasta la sala donde me encontraba otra vez y me dijo, nunca había tenido a nadie que se ocupara de la niña en esa situación y entro al baño.

Al salir me dijo que te pasa cuñado no tienes sueño y le dije, no, estoy viendo una serie que a mi me gusta y después seguro leeré un poco más para acostarme definitivamente y me dijo pues ahora perdí yo un poco el sueño te acompañaré un rato. En ese instante y sin ninguna mala intención le dije quieres que te de un pequeño masaje en los hombros para que relajes un poco y puedas dormir, me preguntó, y tu sabes, le dije bueno no soy experto pero un poco de masaje que te relaje algo lo se hacer, me dijo ha esta bien creo que me ayudará a dormir mejor.

Entonces nos fuimos a la cocina y en una de las sillas que separé de la mesa se sentó ella, yo me paré por detrás y con las yemas de mis dedos empecé a masajear ligeramente en círculos el cuero cabelludo debajo del abundante pelo de la esposa de mi cuñado y aunque debo confesar que en ese momento sentí mucho agrado por hacerlo y mi estomago temblaba como un niño no estaba pensando aún en que fuera a pasar nada extraordinario con la esposa de mi cuñado.

Seguí masajeando el cráneo de Leydi y de cuando en cuando acariciaba su pelo o acariciaba su cara con la parte posterior de mis manos cuando las cambiaba de posición, mi cuñada tiene un pelo ondulado muy abundante que se le ve muy bien. Después de estar cerca de 20 minutos dándole masaje en el cráneo le moví todo su pelo hacia delante y comencé a masajear su nuca desplazando los dedos de abajo arriba y de arriba abajo, en ocasiones daba masajes con los dedos pulgar de abajo arriba y mis manos regresaban hacia abajo con los cuatro dedos restantes acariciando toda la base del pelo y las paredes laterales de la nuca de Leydi quien al sentir estas caricias un par de veces dijo, ¡Que ricooo!

Después de repetir estos masajes y caricias por varios minutos más, traté de pasar a darle el masaje en el lugar acordado que era los hombros y la espalda más alta, pero ella llevaba una blusa de dormir de tirantes con un short todos de color malva y le dije, Leydi para darte el masaje en los hombros sería bueno si te pusieras una blusa sin tirantes, que solo se apriete por encima de tu pecho y me dijo, ah sí tengo una enseguida me cambio, de inmediato entró al cuarto y regresó enseguida con una blusa de algodón blanca con una goma que se apretaba a su cuerpo por encima de los senos y además me di cuenta que se había quitado también el brasier para liberar mas sus hombros, pero pude darme cuenta que tenía sus pezones bien duros que se hacían visibles sobre aquella blusa blanca.

De inmediato me puse a dar masaje en los hombros y espalda superior utilizando un aceite para masajes que estaba en el baño, de esta manera comencé a darle masaje en ambos hombros a la vez, cerrando siempre las manos y terminar el masaje hasta la parte más alta de su nuca, discretamente comencé a acariciar alternadamente la base de las orejas de mi cuñada y cuando lo hacía intentaba acariciarle la parte interior de sus orejas muy ligeramente con mis dedos índices, la primera vez ella se sonrío porque al parecer le dio cosquillas pero después pude notar como su piel se erizaba cuando repetía esta acción, así estuve por cerca de 10 minutos entre los hombros, la parte superior de la espalda, su nuca cuello y orejas, creo que ella lo disfrutaba mucho y un par de veces más había repetido ¡Que ricooo!

Poco a poco comencé a levantar con una mano la goma que ajustaba su blusa al cuerpo y con la otra mano extender el masaje por debajo de la blusa en su espalda y sentía como ella se acomodaba en la silla para que yo pudiera llegar con el masaje a los nuevos puntos que mis manos buscaban, me decidí e introduje ambas manos por debajo de la goma que ajustaba la blusa y comencé a rotar mis manos debajo de su blusa, ella seguía acomodándose para que yo tuviera libertad de llegar a otros lugares de su bella piel y en el momento que mi cuerpo mas temblaba, empecé a extender el masaje bajo su blusa hasta la base exterior de sus dos senos, mis dos manos daban masaje a su espalda y poco a poco llegaban a la base de sus senos y después un poco más arriba de la base hasta que logré por primera vez tocar sus dos pezones que estaban duros a mas no poder, los acaricie con un roce delicado y en ese momento no pude aguantar y le dije muy bajo en su oído ¡te gusta! Y me dijo ¡muchoooooo!, fue entonces cuando le pedí; déjame quitarte la blusa y acostarte en el sofá de la sala para continuar el masaje allí, en ese momento en un acto al parecer de cordura de la esposa de mi cuñado ella me dijo, y tu crees que sea correcto lo que estamos haciendo.

Le dije, Leydi respóndeme esta pregunta por favor, tu te sientes bien?, me dijo, yo encantada, realmente me siento muy bien con lo que me haces, yo le dije, lo único que yo quiero es que te sientas bien sin ningún otro objetivo, pues si te sientes bien, entonces es correcto lo que estamos haciendo, me dijo tienes razón y levantó sus manos para que yo le quitara su blusa, nos fuimos al sofá y acostada boca arriba comencé a masajear intensamente su abdomen y pechos, a los que acariciaba loca y delicadamente terminando en sus pezones, los que yo un par de veces ya había besado suavemente y continuaba con el masaje, ella llevaba puesto aún su short de dormir que le quedaba ligeramente holgado en su cuerpo, poco a poco comencé a extender el masaje hasta que mis manos se movían por debajo de su short y después llegaba con mi masaje hasta debajo de su panty, ligeramente mis manos rozaban la parte superior de toda su región pelviana, casi hasta donde empieza su sexo pero sin llegar allí, aunque ya sabía que podía pasar de todo no quería ir violentamente para evitar que ella se arrepintiera, yo estaba ahora si decidido a tener una experiencia sexual con mi atractiva y bella cuñada que no esperaba, pero que era muy excitante y placentera, no solo por prohibida y lujuriosa, sino también por lo bella, agradable y atractiva que es la mujer de mi cuñado y una vez más le pregunte te gusta y me dijo estoy muy excitada, le pregunte sigo o me detengo y me dijo, no ahora no te detengas que ya estoy muy excitada.

Fue entonces que le pedí voltearse en el sofá para masajear sus pies, cuando se volteó comencé por masajear varios minutos más toda su espalda y sus nalgas debajo del short, después comencé masajeando la planta de sus pies, primero con ambos dedos pulgar y después con un movimiento continuo del resto de los dedos y ella me decía Robert y eso que no eres experto, estoy flotando en el cielo con lo relajada y excitada que me estas haciendo sentir, nunca me imaginé que me podría sentir así, para entonces yo estaba dando masaje a sus piernas por ambas caras y subía por las caras internas de sus muslos subiéndolas por debajo de su short hasta pasar ligeramente cerca de sus labios vaginales pero sin llegar a tocarlos, una vez más un destello de cordura de ella y me dice, hay Robert pero no me vayas a tocar allí, le digo me detengo entonces y me dice no, no te detengas, pero si sigo yo si necesito tocarte allí, me dijo, bueno esta bien ya yo quiero también disfrutar hasta el final, entonces continué pero ya directamente comencé a tocar sus labios vaginales y su clítoris que como me imaginaba estaban todo bañados en sus flujos vaginales y eso le provocó sus primero grandes gemidos de placer, volví a pedirle que se volteara con su vientre hacia arriba y con ambas manos levante sus piernas e introduje mis manos para retirar su short y panty.

Con un movimiento casi profesional estaba mi cuñada totalmente desnuda acostada en el sofá de su casa y por unos milisegundos me detuve a contemplar la belleza de la esposa de mi cuñado, que realmente en sus 38 años y después de tener una hija parecía aún una princesa al estar desnuda en aquel sofá, fue cuando por primera vez intente besarla en la boca y ella respondió besándome muy rica y apasionadamente, al separarnos le dije Leydi tu sabes que te quiero mucho y esto lo estoy haciendo con mucho cariño, ella me dijo, gracias Robert no sabía que me querías tanto y necesitaba mucho de ese cariño que me das ahora mismo, poco a poco continué besándola pero ya no solo en su boca, sino también en su cara, su nariz, su cuello sus oídos, podía ver la piel de mi cuñada como se erizaba y quedaba como una gallina, todo contacto con su piel la hacía reaccionar muy agradablemente erizándose toda, para entonces me decía muy suavemente, Robert que rica me tienes, voy a explotar si no me haces algo más y rápido.

Mis besos fueron bajando y besando hasta que empecé a besar y chupar sus dos pezones que permanecían aún duros y excitados, las areolas de sus senos estaban también muy excitadas y se habían extendido un poco más, ella me decía, hay Robert que rico me estas mamando mis tetas, hacía tanto tiempo que no sentía ese placer en mis pezones, mi cuerpo esta hirviendo y temblando del inmenso placer que siento, sigue chupame más mis tetas que necesito sentirlo más y continúe mamando sus senos por unos cuantos minutos más, ella estaba muy rica así. Continué besándola pero desplazandome por su abdomen pasando mi lengua por su ombligo, sus caderas hasta que mis besos llegaron al mágico lugar de su vagina, eso fue después de recorrer su cuerpo con mis besos pero muy lentamente, comencé a besar su clítoris y un dedo de mi mano por debajo acariciaba cuidadosamente su perineo presionándolo y rotando sobre él, lentamente fui aproximando otro de mis dedos a la entrada de su vagina y comencé a penetrarla lentamente con mi dedo rozándole sus labios mayores y menores y tratando de humedecer toda esa zona con los abundantes flujos vaginale que desde hacía rato ella emanaba y ella entonces solo gemía ufffff, chhhhhh, achhhhh, rico que siento eso, que me estas haciendo que siento tan rico.

Seguí introduciendo mi dedo algo más profundo en su vagina, al tiempo que chupaba con mucha dulzura y deseo su clítoris, mi lengua rozaba ligeramente su clítoris y penetraba ligeramente en su vagina, fue entonces cuando el dedo de mi mano que antes acariciaba su perineo, empapado también por los flujos vaginales de Leydi se introdujo en su ano y comencé a entrarlo y sacarlo a la vez que hacía lo mismo con el que estaba en su vagina y mi lengua seguía friccionado y chupando fuertemente su clítoris; de repente comencé a sentir un fuerte movimiento de las caderas de mi cuñada al tiempo que me decía hay coño me corro, me corro aaah Robert no pares, coño no pares, que rico, coño que rico, me corrooo, me corooo y comenzó a moverse violentamente hasta que vi que su cuerpo comenzó a temblar y estremecerse por unos segundos, podía ver fuertes contracciones en su vientre, las mismas que se reflejaban en su clítoris que aún tenía en mi boca, así como en su vagina y ano que estaban aún penetradas por mis dedos; después su cuerpo había quedado exhausto por el esfuerzo físico, el placer, etc y se separó rápidamente de mi boca pues al parecer sintió alguna sensación no agradable cuando intenté reiniciar y chupar una vez más su clítoris después de aquellas envestidas de su cuerpo; sentí mucho placer de verla así y la volví a besar y acariciar en su boca, su cara, sus oídos, volví a admirar su belleza desnuda sobre aquel sofá y le volví a decir te quiero y ella me dijo esta claro que yo también te quiero.

Para entonces yo ni siquiera me había quitado una sola de la ropa que tenía puesta, pero estaba con un short de dormir y una camiseta, fue entonces que la esposa de mi cuñado así toda agotada me preguntó, y tú? Y yo que le dije y yo que?, me dijo y tu no vas a eyacular.

Le dije mira Leydi, yo no vine hasta aquí para esto, ni siquiera cuando te propuse el masaje fue para que pasara nada yo creo haberte hecho sentir bien y se que tuviste un orgasmo rico, ella interrumpió y dijo riquíiiiiiiiiiisimo como nuca para que lo sepas, además un orgasmo en lo más hondo de mi cuerpo, como nunca, yo continué, por supuesto que ahora lo que más deseo es metértela todita, pero no quiero que mañana te sientas mal y me reproches, así que me masturbas o me masturbo yo solo y se acabó.

Ella me dijo mira Robert yo tampoco te dije que podías venir a estar en mi casa estos dos días para que esto pasara, ni siquiera me lo imaginé o pude pensarlo, nos conocemos hace tanto tiempo y nuca nos miramos con este tipo de intenciones, pero realmente después que empezaste a darme ese masaje, desde que tus dedos empezaron a tocarme el cráneo mi cuerpo reaccionó como la mujer que soy; rápidamente me di cuenta que podría pasar de todo, no sabía si tu lo desearías también pero desde el mismo principio no quería que dejáramos de hacer nada que deseáramos lo dos, y continuó, ya viste que son cerca de las cuatro de la mañana y empezaste a darme ese masaje a la 1.40 aproximadamente llevas mas de tres horas dedicándote a mi, a mi cuerpo, a mi satisfacción y mi relax a tiempo completo, has tratado con tus manos y tu boca de hacerme realizar con un cariño que me ha impresionado tanto como el contacto de tus manos, a eso Robert, solo puedo responderte que yo necesito que me hagas tuya, que me la metas por donde y como tu quieras, mañana será un día para pensar, dudo que mañana en la noche no quiera querer hacer el amor contigo otra vez, dudo que no quiera hacerlo incluso cada vez que te vea, pero tanto tu como yo debemos controlar nuestros impulsos cuando estemos frente a otras personas, porque no tenemos el derecho de hacer sufrir a nadie, solo se que tu me has dado una muestra de lo que es dedicarse a hacer sentir bien a otra persona y lo has logrado, nunca nadie me había dedicado tanta atención y ocupado de mi placer y a eso solo respondo con la necesidad que me hagas tuya ya y seguir siendo tuya mientras estés conmigo en mi casa.

Diciendo eso comenzó a bajar mi short y ropa interior hasta dejar mi pene libre, que en medio de la conversación había perdido algo de tensión, pero bruscamente se puso otra vez a reventar y ella se lo metió en la boca de inmediato y me dijo, pero que gorda la tienes si casi no me cabe en la boca, así empezó a mamármela intensamente, la chupaba, rozaba con dulzura su lengua por la parte inferior del glande se la metía em la boca y la sacaba, era una satisfacción total lo que me provocaba, hasta que le dije, no aguantó más quiero metértela, me dijo si Robert pero antes bésame el clítoris otra vez, así volvió a abrir su piernas y se dejó caer en el sofá, acerqué una de las butacas de la sala por detrás de mi para que ella pusiera sus dos pies levantados en la butaca y yo estar en mejor posición dentro de sus dos piernas para mamarle su vagina, cuando comencé a mamarle el clítoris y repetí los toques de media hora antes y la volví a penetrar por la vagina y por el ano con un dedo en cada uno y continué chupándole locamente su clítoris, ella comenzó a mover una vez más a un ritmo increíble sus caderas en un movimiento de rotación y me decía coño me voy a correr otra vez, coño que rico es esto, coño me estoy corriendo, ahyyyy coño que rico, hay Robert que ricooo, sigue, sigue siguee, me corrooooooo y se apretaba contra mi boca y me decía hay coño que rico, supe que había tenido entonces otro orgasmo tan intenso como el anterior pero yo diría que ligeramente mas largo, volvió a quedar agotada sobre el sofá y le pregunté puedo metértela, me dijo si mi amor claro que puedes, le pedí entonces irnos al cuarto de huéspedes y metérsela en la cama donde yo dormiría para estar más cómodos, salimos juntos hacia el cuarto y al llegar allí me dijo acuéstate, que me voy a sentar arriba de tu pinga, entonces le pregunté y si me corro dentro de ti, me dijo mira Robert donde único te vas a correr es dentro de mi porque estoy loca por sentir tu semen corriendo en mi interior, yo no estoy usando ningún anticonceptivo, pero espero que no pase nada no debo estar en mis días fértiles hoy.

Dicho, me acosté en la cama con mi pinga hacia arriba y ella se sentó sobre mi pinga guiándola con una mano hacia la entrada de su vagina, y cuando la tuvo toda dentro me dijo, Robert nunca había tenido una cosa tan gorda en mi vagina y en esa posición comenzó a moverse lentamente primero girando sus caderas, después separándose y aproximándose a mi cuerpo y después de una manera más intensa haciendo ambas cosas a la vez, así estuvo moviéndose por unos minutos, no se cuantos, yo decidí levantar un tanto mi cuerpo y aproximarme al suyo y comencé a mamar sus pezones en tanto ella seguía con su movimiento, rotando sus caderas y subiendo y bajando para que la pinga entrara y saliera, esos movimientos para entonces se hacían más rítmicos y dinámicos al estar en aquella situación tan agradable para mi, la esposa de mi cuñado clavada por mi pinga hasta lo último y besándole aquellos pezones tan ricos, sentí que desde lo más profundo de mi, un torrente de líquido viajaba hasta el extremo de mi pinga y solo logré decirle Leydi te voy a echar la leche te la voy a echar, que rico, que rico y ella me dijo hay papi no me digas eso que me voy a correr otra vez, hay Robert coño me estoy corriendo otra vez, hay coño que ricooo, coño que rico y nuestras contracciones se unieron en una sola o asumieron el mismo ritmo de forma tal que los dos éramos puro placer, al terminar ella se dejó caer sobre mi y me dijo ahora solo necesito dormir abrazada a ti.

Al siguiente día se me hizo tarde para ir a trabajar, había estado disfrutando el cuerpo de la esposa de mi cuñado desde poco más de la 1.30 am hasta casi las 5.00 am y eso valía mucho más que el día de trabajo que empezaría tarde para mi.

Leydi se había quedado dormida en mis brazos, pero tuvo la voluntad suficiente para levantarse a las 7.00 am y llevar a Gabriela a la escuela, cuando me desperté sobresaltado como a las 8.20 am, Leydi tenía la mesa con el desayuno puesto para ella y para mi nos sentamos a desayunar y me dijo.

Cuñado, nunca pensé que un hombre con 54 años me hiciera pasar la mejor noche de sexo de mi vida, porque contigo anoche no sentí solo sexo, sentí cariño, sentí amor, sentí ternura y junto con todo eso un sexo rico, lujurioso, agradable, deseable, tuve orgasmos que nuca había sentido, mis orgasmos anteriores eran superficiales, en el clítoris y anoche fueron profundos, sentí contracciones en mi utero, vagina, clítoris y hasta en el ano, por demás tuve tres orgasmos iguales de intensos, nunca voy a olvidar esta noche y la que quiero vivir hoy contigo, no se si algún día podremos repetir esta experiencia, pero al menos anoche y hoy en la noche estamos libre de tenernos porque los dos lo deseamos y nos hace bien; la mire y no se de donde me salió, pero le dije Leydi discúlpame por lo que te voy a decir, pero Te Amo, y ella me dice hay Robert si supieras que eso es lo mismo que estoy sintiendo ahora por ti, no obstante tendremos que ser muy cuidadosos, como te dije anoche no tenemos el derecho de hacer sufrir a nadie, yo por ahora en todo este tiempo que Rey ha estado fuera no he tenido relaciones con nadie y masturbarme lo hago pero muy de tiempo en tiempo porque no es lo que más me gusta, así que trataremos en la medida de lo posible que cada vez que estés solo en la capital vengas a nuestra casa y siempre que se pueda nos entregaremos este amor que nos tenemos.

En eso tuve que pararme a ponerme la camisa y ponerme perfume para salir al trabajo, ella entró al cuarto de huéspedes, me besó en la boca y me dijo chao mi amor, que tengas un buen día, estaré esperando a que llegues esta noche para repetir nuestra secreta locura de amor y pasión.

Mis Dulces Cuernos

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Universitaria cachonda



Mis relaciones de pareja han devenido como una sucesión de fracasos a medio plazo a causa de mi mente perversa. Soy un enfermo, incapaz de mantener una relación normal sin estropearla con mis proposiciones indecentes que tarde o temprano me delatan. Disimulo bien mis apetencias al principio, momento en que todo parece ir bien, pero poco a poco voy insinuando fantasías que tarde o temprano exijo, y que finalmente arruinan mi oportunidad de sentar cabeza y formar mi propia familia. Pero no voy a hablar de esas relaciones ahora, sino de las dos durante las cuales acontecieron hechos muy singulares que incrementaron mi adicción por lo escabroso.

Cierto es que desde niño tuve bastante imaginación sexual, y fui precoz no en la experiencia sino en imaginar fantasías perversas. Pero quizá fuera mi tercera novia la que me trastornó en mis tiempos mozos. Recuerdo que cuando empezamos a salir ella se excitaba mucho y con facilidad cuando nos tocábamos. Era virgen y en casi todo lo sexual se inició conmigo. Pero nunca he logrado comprender por qué no volvió a humedecer las bragas como el primer día en que le metí mano debajo de su falda. En poco tiempo era yo quien parecía tener que rogarle sexo, y me costaba mucho conseguir ponerla a cien. Por lo demás la relación era satisfactoria y teníamos plena confianza el uno del otro. A lo largo de nuestra relación, que duró seis años, le fui infiel en dos ocasiones al recurrir a los servicios de prostitutas, buscando experiencias más morbosas  que mi novia jamás tomaría la iniciativa de probar. Pero quién sabe, quizá hubiera hecho yo lo mismo aún sintiéndome satisfecho con ella. Eso sí, si algo puedo decir en honor a la fidelidad es que siempre he sido adicto a todas mis novias, y tengo la certeza de que jamás me cansaría sexualmente de ninguna de ellas. Todas fueron el ingrediente indispensable en mis pensamientos sexuales, y cada vez que rompíamos debían pasar años para dejar de masturbarme pensando en ellas. Hubiera pasado la vida entera con cualquiera de mis novias si alguna hubiera compartido mis inclinaciones sexuales. Mis dos primeras relaciones terminaron simplemente por la distancia y mis obligaciones laborales, nadie tuvo la culpa. Pero esa tercera novia que tuve, la relación más larga que he tenido hasta ahora, fue el detonante de mi perversión, si acaso no iba a convertirme en lo que soy de todos modos más tarde o más temprano.

Todo comenzó una noche en el apartamento de veraneo de mis padres. Allí cada año convivíamos durante algunos días de vacaciones un grupo de amigos. Solíamos pasar una semana entera disfrutando de la playa, cocinando y jugando a las cartas. Una calurosa madrugada mi novia se levantó de la cama como si fuera a ir al baño, pero en un apartamento pequeño no es necesario ver para sentir hacia dónde se dirigen los pasos, y yo que no dormía profundamente noté algo extraño. Los huesos de los dedos de sus pies descalzos daban pequeños chasquidos al andar con sigilo, y al oírla me pareció que se dirigía hacia la sala de estar donde dormía otra pareja. Permanecí inmóvil y agudicé el oído durante lo que me pareció demasiado tiempo. Finalmente sentí que entró en el baño y que usó el lavabo antes de volver a la cama. Yo fingí seguir durmiendo profundamente. Otras noches hizo lo mismo, y cada vez tardaba más en volver, quizá sólo un par de minutos pero a mí me parecían bien largos. Lo más desconcertante es que al día siguiente nunca me contaba qué hacía fuera de la cama por la noche, y yo tampoco se lo preguntaba porque descubrí un sabor agridulce en aquella intriga. Yo aún seguía teniendo plena confianza en ella, pero al mismo tiempo sentía morbo al fantasear sobre qué hacía durante esas visitas a la sala o quizás a la terraza del apartamento. La imaginaba siéndome infiel y me excitaba la idea, aunque en el fondo sabía que sería una experiencia desagradable averiguar que así fuera.

Un fin de semana repetimos la ocasión con los mismos amigos ya casi al final del verano. Pero tuve la locura enfermiza de ocultar unos días antes mi cámara de video en el interior de un altavoz haciendo coincidir el objetivo con el hueco de agudos. También taladré un agujero en una vieja mini cadena de música donde instalé un led infrarrojo. Cuando ideé la artimaña sentí morbo y me masturbé pensando en ello. Pero cuando fui al piso un par de días antes y lo instalé sentí vergüenza y pánico ante la idea de que me pillaran. Comprobé que la imagen grabada en modo nocturno por infrarrojos era nítida y con buena perspectiva respecto al sofá cama. A lo largo de la tarde del viernes que volvimos allí para disfrutar de los últimos días de vacaciones, me acobardé y decidí abandonar la empresa que como idea fantástica estaba bien, pero que en realidad era una tontería arriesgada. Sin embargo una casualidad oportuna hizo que todos bajaran a la calle menos yo a saludar a unos amigos, brindándome la oportunidad de poner en marcha la cámara y en modo lento, lo cual permitía realizar una grabación de cuatro horas y media desde aquel instante. Cuatro horas y media podrían no ser suficientes y era probable que alguien desconectase la mini cadena a la hora de acostarse por la luminosidad de sus leds. Esa noche no pude pegar ojo. Efectivamente mi novia volvió a hacer una incursión nocturna. Miré la hora y comprobé que el momento entraba en el rango de autonomía de la cámara. A la mañana siguiente ya estaba un poco harto de ese asunto, me daba igual el resultado pero quería lo antes posible despejar la duda que me impidió conciliar el sueño. No pude comprobar la cinta hasta la tarde del lunes en la que viajé ciento veinte kilómetros ida y vuelta desde mi vivienda habitual para comprobar la cinta, a riesgo de que no contuviera nada interesante y haber malgastado mi tiempo. Pero angustiosamente descubrí que había funcionado, y digo angustia porque la emoción que sentía mientras pasaba la cinta era demasiado ansiosa. Adelantando la imagen en modo rápido pude ver a la pareja de amigos durmiendo todo el tiempo en la misma postura, ella sobre el costado de cara a la pared y él boca arriba junto al borde del sofá. Casi al final de la grabación apareció de repente mi novia y se agachó en cuclillas junto a él. En ese momento sentí que se me encogió el estómago y que me faltaba oxígeno en la cabeza. Detuve la cinta y salí a la terraza a tomar el aire. Estaba aterrorizado y excitado a la vez. Después de darme unos segundos recuperé el resuello y me apresuré a conectar la cámara al televisor para ver la escena sentado cómodamente en el mismo sofá que había sido el escenario de a saber qué. Rebobiné la cinta hasta justo el momento en que estaba a punto de aparecer en escena mi novia y congelé la imagen. Me bajé los pantalones y calzoncillos hasta medio muslo y comencé a masturbarme. Cuando me convencí a mí mismo de que debía disfrutar de lo que iba a ver, le di al play. Mi novia apareció y se puso en cuclillas con sus piernas desnudas, sólo llevaba bragas y una camiseta. Nuestro amigo reaccionó al instante como si la estuviera esperando y comenzaron a besarse y acariciarse el rostro con dulzura. Me dolió profundamente ese beso. Pero la escena no tardó en volverse obscena, y como si ya lo hubieran hecho antes mi novia con decisión deslizó su mano bajo el pantalón del pijama de su amante y lo masturbó mientras seguía besándolo. Al minuto y con el miembro totalmente expuesto fuera de la ropa, pude ver como el chico tuvo un orgasmo sin mover ni un pelo para no despertar a su pareja. Después de volver a acariciarse con cariño mi novia desapareció de la escena con la misma frescura con la que vino.

No pude pensar en otra cosa durante una semana. Pero lejos de atormentarme me estuve masturbando con más frecuencia de lo acostumbrado, excitado con la visión de mi novia en cuclillas haciendo una paja a un conocido. Después de años haciéndome la misma pregunta he llegado a la conclusión de que estaban bastante enganchados tanto afectiva como físicamente, si no cómo iban a arriesgarse de esa manera pudiendo ser pillados tan fácilmente. Lo que no logro entender es por qué mi novia jamás compartió conmigo ese morbo del que era capaz. Nunca le dije que sabía que me ponía los cuernos, y nuestra relación no parecía estar afectada por dicha circunstancia. Aproximadamente un año después nos separamos por motivos que nada tienen que ver con lo sucedido en aquel apartamento. Es más, desde entonces me hice adicto a la idea de imaginar a mi novia teniendo sexo con otros hombres, y lo peor es que ahora no sé excitarme de otra forma. Cuando empiezo una nueva relación no puedo evitar imaginar este tipo de fantasías con mi nueva pareja, y con el tiempo acabo siempre estropeándolo todo.

Para coronar el colmo de mis experiencias contaré la última y más fuerte, la que me ha convertido en un verdadero enfermo. Hace ya tiempo me trasladé a la capital para trabajar durante algunos años, y allí conocí a una compañera que me tiró los tejos. No me parecía demasiado atractiva pero me dejé llevar y descubrí a la mejor mujer que he tenido jamás. Era muy inteligente y tenía la cabeza bien amueblada, pero algo en su forma de ser había hecho que sus escasas relaciones no duraran más de dos meses. De muy joven fue empollona y un cero a la izquierda para los chicos de su edad. Sus primeras relaciones llegaron tarde y a mi entender carecían de pasión por ser ella de naturaleza poco sexual. Conmigo le fue bien, y a pesar de su escasa experiencia y falta de deseo se comportaba de un modo servicial y satisfactorio en todos los aspectos. Quise desterrar de mi mente mis ideas enfermizas para no estropearlo todo, así  cuidé de no proponerle cosas obscenas. Sé que ella era feliz conmigo. Nuestra relación duró cuatro años, todo un record para ella. Pero una noche me habló de que era consciente de su falta de apetito sexual, y de cómo sus amigas del colegio le decían que era una estrecha. Yo le quité importancia al asunto y le dije que había conocido a otras mujeres como ella, y que me parecía normal. Le hablé de mi sexualidad y le confesé que fantaseaba con casi cualquier cosa perversa que a un hombre se le pueda pasar por la mente, pero no me atreví a darle detalles ni a reconocer que me gustaría ponerlas en práctica. No le hablé de lo mucho que me atraen los pies de una mujer ni de mis aventuras con prostitutas ni de mi curiosidad por el sadomaso, ni las horas que he pasado viendo pornografía, y mucho menos de mi fantasía de verla a ella tocando a otro hombre. Su deseo era descubrir el modo de excitarse más. Ella le achacaba el problema al hecho de que no se sentía guapa. Yo estaba convencido de que su problema era hormonal, y que simplemente no tenía remedio.

Sin embargo sucedió en dos ocasiones que para mi sorpresa se excitó más de la cuenta mientras le metía mano de noche en lugares un poco comprometidos, llegando a ruborizarme con sus gemidos incontrolados y la posibilidad de que alguien nos viera. En varias ocasiones hablamos de ello. Ella no reconocía que sintiera un morbo especial por hacer cosas en lugares públicos, y no quería reconocer que en aquellas ocasiones se había excitado más de lo normal. La animé para que experimentase con cosas nuevas en busca de aquello que pudiera excitarla en mayor medida, y a que intentara superar su vergüenza. Esas conversaciones fueron el detonante de una cadena de insinuaciones por mi parte, y de nuevo volví a las andadas. Poco a poco fui compartiendo mis fantasías con ella, y en su interior fue conociendo mis deseos. Pero nunca tuvo la iniciativa de complacerme en semejantes perversiones, pues me dijo claramente que ello podría alimentar un vicio peligroso. Tuve la suficiente cordura como para no insistir y mis proposiciones nunca llegaron a estropear nuestra relación. Una vez accedió a visitar un club liberal de la capital acordando que iríamos sólo en calidad de curiosos, y así fue. Vimos las instalaciones, nos gustó el ambiente, tomamos unas copas e incluso nos decidimos a hacer el amor en zonas comunes como si fuera la cosa más normal del mundo. Recorrimos todos los rincones y observamos a otras parejas disfrutando del sexo. Mostré interés por un cuarto equipado para el martirio con potro, cruz de San Andrés, columpio, fustas, etc. Al final nos marchamos de allí con la sensación de haber estado en un lugar naturista, sin haber sentido ningún morbo extraordinario. Me hubiera gustado que mi novia tomara la iniciativa de hacer algo más atrevido esa noche.

Un tiempo después tuve que trasladarme a otra ciudad por trabajo, y por la misma obligación ella no pudo venirse a vivir conmigo. La distancia hizo que discutiésemos porque ella hacía más que yo por vernos. No hicimos planes para casarnos o viajar o irnos a vivir juntos, y un día cualquiera dejamos de hablarnos por enfado. La idea de que ella pudiera encontrar a otro hombre comenzó a ser el ingrediente picante de mis momentos de autosatisfacción. La imaginaba con algún extraño en la cama haciendo todas esas cosas que había aprendido conmigo. Ya fantaseaba con esa idea mientras estuvimos juntos, pero ahora que era más probable que así sucediera me excitaba aún más pensar en ello. Después de tiempo sin hablar le envié un detalle por su cumpleaños, y fue entonces cuando descubrí que me guardaba mucho rencor. Se había enojado por mi aparente indiferencia y me reprochó en una carta que le hiciera daño enviándole cosas después de haberla ignorado. Y desde entonces no volvimos a comunicarnos.

El invierno siguiente viajé a la capital también por motivos de trabajo donde me alojé durante una semana. Con el objeto de satisfacer un viejo morbo frustrado, la noche del sábado pagué el servicio de una acompañante para visitar durante tres horas el mismo club liberal al que una vez acudí con mi novia. El ambiente era aún más concurrido que la vez anterior. Nos sentamos a tomar una copa y charlar rodeados de muchas parejas, reímos, entramos en confianza y pactamos lo que intentaríamos practicar en presencia de otros. Mi verdadero deseo era el de participar en alguna orgía con otras parejas, aunque mi acompañante era un poco reacia a sobrepasar ciertos límites si no incrementaba sus honorarios. Pero sin duda la experiencia reina sucedió inesperadamente como si me arrollara un tren en el momento que me giré y descubrí que a mis espaldas estaba mi novia sentada en otra mesa charlando con gente. Debí quedarme muy pálido. ¿Pero cómo era posible? Debió haberme visto y sentí una enorme vergüenza por haberme pillado en aquel lugar con una profesional. Mi ex novia jamás iría a un sitio de esa clase por su propia cuenta, así que supuse que había sido idea del grupo con el que había salido. Tuve que explicar mi situación a mi acompañante quien se portó de maravilla y me tranquilizó. Yo no me atreví a girarme más por si acaso aún no me hubiera visto y así poder marcharme salvando mi reputación. Para averiguar si me había visto le pedí a mi cómplice que la observara a ver si notaba algo. Después de un buen rato de nervios me contó que mi novia charlaba tranquilamente con sus colegas totalmente ajena a nuestra presencia. Le pregunté si alguno de los chicos daba signos de tener relación afectiva con ella, y al parecer no había indicios de ello. ¿Qué demonios hacía en aquel lugar? Conociéndola era imposible que frecuentara un sitio de esa clase, y por tanto concluí por lo observado que estaba de visita, tan solo para tomarse unas copas en un lugar atrevido con sus nuevos amigos. ¡Qué inoportuna casualidad! Ahora mi nueva preocupación era que entre la gente hubiera otros amigos en común que pudieran delatarme. No quise levantarme para no llamar la atención de nadie. Permanecí encogido de hombros y de espaldas a ellos hasta que por fin mi novia se levantó y se fue, probablemente al baño. En ese momento aprovechamos para cambiarnos de sitio y nos escondimos en un reservado. Le expliqué a mi acompañante que era improbable que mi novia pasara a las zonas de sexo, aquellas donde estaba prohibido entrar vestido y donde había que dejar las pertenencias en una taquilla. La joven, Yeni se hacía llamar, opinó que no tenía por qué temer que mi ex novia me descubriese puesto que a ella tampoco le convendría delatarse contando que me había visto en aquel lugar. Yo le dije que no era lo mismo. Muchos jóvenes que viven en la capital al igual que mi novia al menos una vez habrán visitado el club de parejas por simple curiosidad en las noches de copas, mientras que en mi caso mi presencia no podía significar otra cosa que el estar buscando vicio. Si ella hubiera venido acompañada de un solo chico las cosas serían diferentes, es más, la tortilla se daría la vuelta y sería yo quien estaría deseoso de espiarla.

Un buen rato después salimos de nuestro escondite y comprobamos que mi novia y su grupo ya se habían ido. Suspiré y me convencí a mí mismo de que finalmente no me había descubierto, y me pregunté si aquella casualidad había sido algún presagio. Aquel susto podría servirme para no volver a arriesgar mi reputación en sitios públicos, o quizá para no volver a malgastar dinero en favores sexuales. En fin, lo que mejor me venía en ese momento para curarme del susto era un buen orgasmo y marcharme al hostal para darme una ducha caliente y dormir tranquilo.

Pasamos a la zona desnuda y guardamos nuestra ropa en la taquilla, nos enrollamos las toallas facilitadas, yo a la cintura y ella a la altura del pecho trabando un par de preservativos. En la muñeca llevé las llaves con una banda elástica. Nos paseamos por los distintos rincones contemplando cómo follaba la gente. Estaba abarrotado, y los jadeos en el ambiente parecían contagiarse como la risa. Finalmente entramos en la salita equipada para el “bondage” y sadomaso. Quería montármelo allí pero no había nadie, y lo mínimo que esperaba experimentar era que hubiera otra gente mirándome. Le dije a Yeni que antes de buscar un hueco en las camas redondas quería probar alguno de los aparatos de esclavo y ser atado. Me ató de pies y manos a una cruz de madera en la pared donde comenzó a excitarme con caricias hasta zafarme la toalla que cayó al suelo, y entonces comenzó a masturbarme. Le dije que parase porque no iba a aguantar mucho más y quería reservarme. Me soltó y me animó a que probase el columpio para penetrarme con un arnés, pero me negué porque me daba vergüenza que nadie más hiciera cosas parecidas. Además me daba asco el surtido de consoladores y otros utensilios colgados en la pared, incluso aunque tomara la precaución de forrarlos con un preservativo. Le pedí que me atase en el potro y que me masturbara con el pene hacia abajo, como si ordeñara una baca. Me acosté boca abajo sobre la superficie acolchada y dejé colgar mis extremidades para que de nuevo las atara a las patas de madera mediante aquellos brazaletes de cuero negro. Yeni tomó la iniciativa de imitar los clásicos del mundo sadomaso, así que se sirvió de los utensilios que habían expuestos en la pared. Tomó una mordaza de bola y me la abrochó a la nuca con firmeza, juguete que era incómodo llevar porque me obligaba a mantener la boca muy abierta y no podía tragar. Con una fusta comenzó a darme unos leves azotes en las nalgas mientras pude ver cómo fue entrando un grupo de curiosos. Poco podía expresarle a Yeni con la bola en la boca. No alcé la vista para no sentir vergüenza sino que me concentré en lo mío y me dejé llevar. Mientras recibía azotes me sentí ridículo, y más al ver en el suelo frente a mí varios pares de pies observándome. Espero que se contagien y hagan algo, pensé yo, porque como a alguno le de la risa me cortará la libido para toda la noche. Yeni dejó la fusta y comenzó a ordeñarme. Qué sensación más intensa, tanto que se me pasó la timidez de inmediato y me sumergí en el placer. Es más, me quedé mirando los pies de los que me observaban y me excité más aún. Me fijé en los pies femeninos pues me encantan, y me llamaron la atención unos que me eran familiares, se parecían a los pies de mi novia. Hice un esfuerzo con el cuello y alcé la mirada para ver más de aquel cuerpo con la toalla enrollada a la altura del pecho. ¡Y sí que era ella! ¡Dios mío! Y Yeni estirándome el pene ajena a mi situación embarazosa. Me empapé en sudor por la vergüenza que sentí. Cuando el grupo decidió dispersarse por el cuarto para enfrascarse en sus propios juegos, mi novia permaneció delante de mí con un hombre de físico aceptable al que no tenía nada que envidiar y se sentaron en unas banquetas que había junto a la pared. Me miraban como una pareja que ve una película porno en la intimidad del sofá de su casa. Fijé la vista en el suelo y no me atreví a mirarla a la cara en ningún momento. Yeni debió pensar que me había ruborizado con la presencia de curiosos, y no parecía haberse percatado de que una de las chicas que había entrado era la misma que evitamos en el bar puesto que no hizo por soltarme y prosiguió con sus caricias y azotes. Qué ardor se produce en el estómago cuando ves a los pies de tu novia junto a los de un extraño, y más cuando sus piernas se giran hacia él en actitud provocadora expresando un lenguaje erótico corporal que cala hasta la médula. Se estaban metiendo mano. En ese momento se abrió el cielo para mí, porque ahora yo también me convertía en espectador y me avergonzaría menos. Le acarició el pene que abultaba bajo la toalla mientras con la boca le chupó un pezón. Se besaron con lengua muy lentamente y después ella me miró con ojos embelesados. Actuaba como si no me conociera. Jamás la había visto poner esa expresión de embriaguez conmigo. ¿Sobreactuaba para darme celos? Sus toallas se abrieron solas dejando sus cuerpos enteramente desnudos y se masturbaron mutuamente de forma apasionada. Pero por muy tiernos que quisieran ser el uno con el otro, la escena era más bien grotesca porque la mano de mi novia se hacía pequeña sobre aquella enorme polla, y sus meneos no atinaban a recorrer su longitud sin torcerla hacia un lado y hacia otro. Ahora sí había motivo para sentir humillación y envidia, pero a la vez para ponerse a cien. Para manejar bien aquella tranca hacía falta un cursillo. Mientras tanto yo seguía a merced de las artes de Yeni quien de haberme masturbado con rapidez me hubiera llevado al orgasmo irremediablemente de lo sobreexcitado que estaba. Mi novia se disparató y comenzó a pasarse de la raya, se puso de pie y se apresuró a traer de la mano a su macho hasta justo delante de mi cara, y allí se arrodilló y me obligó a ver cómo le hacía una mamada. Se la chupó con ruido y abundante saliva exagerando sus mañas, para fastidiarme diría yo. Yo ya no tenía reparo en mirar con el mismo descaro que ella. Cuando se cansó se puso de pie frente a mí y se inclinó hacia delante apoyando sus manos sobre mis hombros, y le pidió que la follara por detrás. No sentía ningún respeto hacia mí ni hacia Yeni. Se lo pidió tres veces como una desesperada. Frunció el seño y se quejó de dolor cuando el portento empezó a abrirse paso detrás de sus nalgas, pero en nada comenzó gemir como loca con las embestidas, y con ella otras personas de alrededor que se contagiaban. Sus gemidos subieron de tono hasta convertirse en gritos y su aliento cálido refrescaba el sudor de mi frente como expulsado a presión por el pistón que bombeaba a través de su émbolo vaginal. Sus tetas se balanceaban de atrás hacia delante como si fueran a golpearme en la cara. Hija de puta, repetía continuamente para mis adentros. Quería tener el orgasmo de mi vida justo en aquel instante. Dónde estás Yeni, pensé, mastúrbame rápido antes de que esto acabe, por Dios te lo ruego. La irreconocible mujer que tenía delante se desprendió del semental y se apresuró a pedir prestado otro hombre al que se trajo de mano, uno bien corpulento aunque menos dotado. Y delante de mí le ofreció su trasero a él también para que la penetrase al tiempo que chupó otra vez la gran polla sazonada con su propio humor vaginal. Aquello supongo que me dio la condecoración de astado de primera categoría. Me tuvo así durante buen rato, más claro no me lo pudo dejar. Bien la conocía yo, y sabía que ella jamás pudo alcanzar orgasmos vaginales pues que necesitaba del estímulo del clítoris para poder llegar al clímax, así que podía tenerme así hasta el aburrimiento. ¿Pero dónde coño se había metido Yeni? Sentí ansiedad al ver que estaba solo a merced de la suerte. ¿Se habría ido al baño? Cuando mi novia se cansó de estar en aquella postura se separó  y se propuso humillarme de por vida. Escogió un consolador de los que había colgados en la pared, y por la facilidad con que se desarrollaron los hechos que paso a describir supongo que también cogió algún lubricante. Se vino a mi parte trasera y palpó con la yema de sus dedos mi zona virgen en busca del orificio de un solo sentido. Con un dedo arruinó la poca virtud que me quedaba y despertó en mí una sensación increíblemente intensa. Me hizo resoplar por la comisura de los labios y babear el suelo, medio ahogado por la bola que tenía de mordaza bien encajada en la boca. Mis ojos intentaron abandonar las órbitas cuando sacó su dedo y lo sustituyó por la polla de goma. Fue placentero, pero a la vez doloroso cuando me penetraba con más rapidez. Grité, lo juro, grité con total convicción, pues de verdad sentí que me hacía daño. Sacó el juguete de mi culo y me relajé abatido sobre el potro. Vi cómo sus pies descalzos corrían gráciles hacia la pared para dejar el consolador en su sitio, y al alzar la vista pude ver cómo volvía espléndidamente desnuda con otro mayor en las manos. La muy cabrona me lo pasó por delante de los ojos para que pudiera ver lo que me iba a meter por el culo. Dije que no moviendo la cabeza de un lado a otro seriamente preocupado, pero de nada sirvió. A la primera no logró vencer mi esfínter y me hacía daño, así que corrió de nuevo a por el otro más pequeño. Me penetró como al principio, y cuando le pareció oportuno lo sacó para meterme el segundo que esta vez sí que entró. Fue para morirse de un infarto. Quise disfrutar pero el dolor me superaba. El sudor goteaba de mi nariz y mi saliva caía en hilillos de mi mordaza. Después del minuto más largo de mi vida me sacó el consolador, pero antes de que relajara el culo su amigo corpulento me cogió por las caderas y se abrió paso con su carne auténtica infligiéndome un dolor peor aún y más adentro, parecido al dolor de tripa en el bajo vientre. Balbuceé y ahogué mis gritos con la mordaza como un poseso. Mi novia se acercó de nuevo a verme la cara con su amigo del pollón, seguía notablemente excitada, se leía en su rostro. Le hizo una paja delante de mi cara hasta que lo dejó bien armado, y entonces me liberó de la mordaza dejando escapar mis quejidos al compás de las embestidas y un hilo de saliva. Mi mandíbula dormida dolía y no respondía, y mi novia que empuñaba la verga ella misma la llevó hasta mi boca para ahogarme con un glande turgente de un sabor extraño. Seguí babeando para no tragar ninguna secreción. Mi novia me agarró fuertemente del pelo con una mano y siguió haciéndole una paja con la otra como si intentara hacerme tragar la inminente corrida, pero el orgasmo no llegó en aquel momento, fue peor que eso. El hombre sintió placer y comenzó a follarme por la boca. Estaba siendo abusado por dos hombres a la vez. Mis quejidos guturales sobre la punta de su polla debieron causarle gusto y se propasó embistiéndome, pues su glande de vez en cuando llegaba hasta mis amígdalas y me producía arcadas. Me estaba costando respirar, era angustioso, horrible, creí que me iba a ahogar, y el hijo de puta aprovechaba mis arcadas para metérmela mas adentro aún. Sentí miedo y aún así no me atreví a protestar. Mi novia se apartó y cogió un taburete para sentarse a contemplar la escena mientras se masturbaba como poseída. Yo la intuía más que verla, porque los ojos se me llenaban de lágrimas por las arcadas y mi mente se concentraba en controlar la respiración. La mal nacida estaba fuera de sí viendo cómo me follaban dos tíos. La gente atraída por la llamativa escena se agolpó alrededor. Dos hombres ayudaron a mi novia a mantenerse en equilibrio sobre el taburete mientras se masturbaba tensa. Aunque no podía verla bien la imagino como cuando lo hacíamos juntos. Tensaba todos los músculos del cuerpo y ponía los ojos en blanco mientras se frotaba con furia con un tacto y ritmo que yo jamás supe imitar del todo bien para complacerla. Así de tensa solía ponerse cuando su orgasmo que tanto le costaba alcanzar estaba cerca. Pude ver que los que la sostenían le chupaban cada uno un pezón, la estaban ayudando. El largo y profundo lamento que gimió fue la sinfonía más bella que jamás he oído, nos contagió a todos. El corpulento me embistió tan fuerte que rodaba el potro centímetro a centímetro hacia delante hasta que se corrió en mis entrañas tirando de mis caderas hacia sí. Merecía que le cortara el cuello por no tomar precauciones. El bien dotado con el puño me tiró del pelo y mantuvo mi cara levantada mientras se masturbaba ansiosamente. Unas manos femeninas lo abrazaban desde su espalda y lo ayudaron a correrse estimulando sus pezones con la yema de los dedos. Sentí el calor y el sonido de los impactos de sus fuertes y numerosos chorros de semen en mi cara y en mi lengua. Uno me llegó al ojo y me ardió bastante. Era evidente que la pandilla se conocía y estaban de acuerdo con mi novia. De hecho dos más vinieron a correrse en mi cara ante su mirada ya risueña y satisfecha, y puede que hasta compadecida. Yo no dije ni media. Ninguno me tocó, simplemente se lo montaban con sus parejas y venían a eyacular sobre mí.

Se marcharon todos a la vez, y una de las chicas me dijo dulcemente al oído que no me moviera, que en seguida volvería con una toalla para limpiarme. Cuando volvió me liberó de las correas y me ayudó. Tuve que moverme lentamente porque tenía los miembros demasiado dormidos como para mantenerme en pie. Qué tal, me preguntó, ¿Te gustó? Le dije que lo pasé mal porque me ahogaba, pero que había sido la experiencia más excitante de mi vida. ¿Eres amiga de Lourdes? Me dijo que ella y su pareja habían conocido al grupo en el club y que se reunían allí de vez en cuando. Le pregunté si sabía que yo había sido novio de Lourdes, y me contestó que sí, que mi ex me había visto cuando estaban tomando copas y que en seguida les puso al corriente de la situación. Le pregunté si sabía a dónde había ido la amiga que me acompañaba. Me preguntó si era mi novia y yo le dije que no. Yeni se había marchado, quizá porque realmente había reconocido a mi novia en el momento que se tomó la libertad de humillarme con toda frescura. Quizá dedujera que yo había encontrado un pasatiempos más excitante y decidió dejarme solo. Quizá no quiso ser partícipe de la orgía y no era el momento de darme explicaciones. Quizá el tiempo se agotaba y decidió marcharse. Te pido un inmenso favor, le dije, estoy loco por tener mi orgasmo, y para mí lo más grande sería que Lourdes me lo proporcionara. Se sonrió. Le dije que no quería inmiscuirme en su vida, que la esperaría atado en la cruz si era preciso, y nada más. Se lo diré, me dijo. Yo mismo me ataré, y si accede, ven tú antes, por favor, y átame la mano que me quede libre.

Esperé en la cruz unos diez minutos hasta que no pude aguantar más la postura. Esperé otro tanto sentado y finalmente la busqué por todos los rincones. Jamás la he vuelto a ver. El ambiente decayó, y yo me fui al hostal con el culo dolorido para ducharme y masturbarme pensando en Lourdes.

Meses después me hice la prueba del sida para descartar que hubiera contraído la enfermedad, estaba limpio. Desde entonces ya sólo me excita lo escabroso. Siento un deseo irrefrenable de que mi pareja me sea infiel, tanto si es de manera consentida como si no. Pero es imposible que eso suceda y que me pueda beneficiar de ello. Es imposible encontrar a una mujer que comprenda y comparta estas inclinaciones, y sólo puedo arruinar toda posibilidad de por fin sentar cabeza y cómo no, formar mi propia familia.

Rude Boys Swap Speedos at Baths

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I’m in the changing rooms at the baths. I’ve undressed and put my speedos on. I love wearing my speedos at the baths. I love just standing in the changing rooms with everything bulging out in my tight little trunks, the material proper clinging to my dick and balls. I try not look at my bulging trunks too much coz when I look it just makes me feel proper sexy and my bulge gets bigger. I’ve had to sit down loads of times on the bench after I’ve slipped into my tight little speedos, wait till my boner goes back down before I go into the pool.

So anyway, I’ve just slipped into my tight little speedos when this lad who’s just changed into his speedos, he says, “Hey, mate, I like your speedos.”

“What?”

“Your speedos, they’re well nice, mate.”

“Oh…er…thanks.”

Strange thing to say. You don’t usually get boys telling other boys in the changing rooms at the baths that their speedos are well nice. It’s a bit gay, innit? Even if you’re thinking it, you don’t say it, do you?

Then he only comes over to me, comes up real close and says, “Yeah. They’re well nice.”

And he’s having a real good look. It makes me feel a bit uncomfortable like coz he’s really looking and his eyes are on my packet.

He’s just standing there proper staring at my bulging packet.

Then he says, “I love speedos, me.”

I’m thinking: I’ve gathered that, mate.

I wish he’d stop looking and go away coz he’s making me feel sexy staring at my bulge in my speedos, and with him being a fit lad as well. Know what I mean?

I look at his speedos like coz he’s looking at mine and he looks well sexy. He fills his swimming trunks well nice.

And then he only goes and touches my speedos. Wouldn’t have been so bad if he’d had the decency to ask me first. But no. He just goes ahead and does it, puts his fingers on the silky material round my hips.

He says, “Oh they feel well nice, mate.”

That’s when my cock starts getting hard in my speedos. Well it’s bound to, innit? I’ve got this well fit lad touching my speedos for fuck’s sake.

I have to stop him before I embarrass myself with a full boner. I take his hands off my trunks.

“Whoa, mate. You can’t go touching me like that.”

It’s too late. My cock’s now rock solid, pointing to my left hip. The lad sees it. I pick my towel up and hold it in front of me but he takes the towel off me.

He says, “They look even better now, mate, with that big hot cock throbbing inside ‘em.”

I’m not embarrassed no more when I see that the same thing is happening in his speedos.

He sees me looking and he says, “Make you feel horny as fuck, silky speedos, don’t they?”

We just stand there face to face, boners showing in our trunks.

Then the lad, the naughty rude lad, he says, “Let’s swap speedos.”That would be well rude.
“Swap speedos?”
“Yeah. You up for it, mate?”
“Why? Why do you wanna swap speedos?”
“For a laugh.”
“You’re weird.”
“Come on, don’t be boring.”
“Well…we can’t take our trunks off now.”
“Why not?”
“Well, we can’t flash our boners in the changing rooms, can we?”
“Why not?”
“You’re not real you. We’ll get thrown out for being perves, won’t we?”
There’s only the two of us in the changing room but you never know. Somebody could walk in and see us, two naked lads with stiff cocks.
Anyway, he’s well naughty, this lad.
He says, “I don’t care, mate. They can look at my stiff cock if they want to, see if I care.”
He pulls his speedos down and out pops his hot tender dick all stiff and naked. He steps out of his speedos, stands there holding his speedos, naked in the changing rooms at the baths, a fit rude teenage lad with a nice hard slim smooth body and a great cock proudly sticking up all stiff and shiny. Wow. I thought I had a tender dick. That looks like you only have to touch it and it’ll explode. That has got to be the juicest-looking cockhead ever, well fat and shiny, dead purple and soaking wet with all the precum dribbling out. He just stands there showing his boner off to me. It’s fucking dancing about like it’s got a life of its own. He just doesn’t care.
I pull my speedos down and step out of ‘em and I feel well sexy being in the nude with this rude lad, our dicks well hard. We show off our big hot erections and it’s well sexy.
The rude lad tells me to put my speedos down on the bench. He holds his speedos and I slip my feet through the leg openings. Then he slowly pulls his speedos up my legs. This is unbearably sexy, makes me feel dead horny, this well fit naughty lad putting his speedos on me. He reaches my groin area and he tugs his speedos up over my balls and my hard cock. He slides his fingers round to the back. The waistband’s digging against my hard cock on the stiff underside just below my bell-end. Looks well horny with my stiff cock sticking up out of my swimming trunks.
He reaches behind, pulls the trunks up over my bum. He says I have a nice sexy arse and he smacks it through the clinging silk. There’s no way I can get all my stiff cock into the trunks, and like I said it looks well horny with a couple of inches sticking up above the waistband. My bell-end’s deep purple and it’s throbbing all hot and smooth against my belly.
“Mate. I don’t think I’m gonna be able to hold it back.”
He can see the pre-cum dribbling out of my slit, down over the bulging shiny head of my cock and down my naked shaft and on to the silky speedos that are trapping my cock and balls.
“Oooh! Mate…I…I think I’m gonna cum!”
He puts one hand on my shoulder and smiles, says I look well sexy wearing his speedos. Just the thought of wearing his speedos almost makes me cum. My cock and balls are where his cock and balls have been.
“Oh mate. Wank me off in your speedos. Please!”
He cups my balls and says this feels well sexy and he strokes my cock, the bottom half through the clinging silk, the top naked half.
He quickly puts my speedos on himself and just like me he has a couple of inches sticking up above the waistband. We hold each other tight and we kiss and we hold on to each other’s arses and we rub our cocks together, our hot stiff dicks encased in each other’s silky speedos, our bell-ends naked and hot and shiny. We grind our dicks together and we slip our fingers inside each other’s speedos and stroke each other’s arses inside the trunks. We kiss more and move our hips around, grinding our dicks together.
We’re well rude and our cocks squirt gallons of jizz.
Once we lose our erections we snuggle our dicks inside our speedos. We’re covered in cum and we go out of the changing rooms together wearing each other’s speedos.
We dive into the swimming pool together.

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