Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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Marietta

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Los relatos que su amiga le contaba la excitaban muchísimo, no podía evitar imaginar cómo eran aquellos encuentros de Marietta con su nuevo novio.
 Ellas son amigas desde muy pequeñas, son como hermanas, comparten casi todo, aunque son tan diferentes.
 Malena es tímida, introvertida, pudorosa de su cuerpo, siempre tratando de pasar desapercibida del mundo masculino, en cambio Marietta es caprichosa, desinhibida, atrevida… provocadora. Consciente que puede utilizar su cuerpo a su antojo y placer hasta hacer perder la cabeza a cualquiera, como lo hizo el año pasado con aquel profesor de la secundaria que era su vecino.

Marietta le contaba con lujos de detalles como fueron esos encuentros con aquel hombre. Él podía ser su padre, le doblaba en la edad, estaba felizmente casado y con niños apenas unos años menos que ellas.

Malena pensó esto es estupro y  su amiga le dijo:

-        ¡No seas tonta! tú crees que me he dejado seducir. Pareces que no me conoces. Fui yo quien comenzó con todo.

Eso había sido al comienzo del año cuando él fue presentado como el nuevo profesor de literatura y se encontró con esa alumna de quinto año que lo miraban fijamente a los ojos cada vez que él le preguntaba algo.  Ella tenía unos destellos vivaces en su mirada  jugando  con el lápiz en su boca, mientras levantaba su falda un poco más, dejando sus muslos a la vista de quien quiera verlos. Al comienzo él ignoro esas señales que ella le enviaba. Era un adolescente intentado seducirlo. Pero para ella era más que un juego de seducción.

Desde el primer día que lo vio se sintió atraída. Y pensó que él era lo que ella necesitaba para liberar a esa mujer libidinosa que era. Le dijo a su amiga en confidencia

-        Creo que nuestro profesor debajo de su apariencia moralista y de señor pacato, hay un pervertido.

-             ¿Por qué piensas eso si apenas lo conocemos? – dijo Malena.

-        ¡Intuición femenina!  como si  en el aire oliera su naturaleza de macho y eso me atrae. Ya verás que tengo razón.

Mucho más pronto de lo que pensó, él comenzó acercarse cuando termino mudándose al  barrio cerrado donde ella vivía. Y cada día la cruzaba en su camino, hasta en el club donde llevaba a sus hijos. Ya no solo la veía con ese uniforme de colegiala.

Solía estar en el club con unos diminutos mini short apretados que le provocaba mirarla. Ella tenía un cuerpo muy atractivo con formas prominentes que sabía mostrar muy bien. Él no pudo seguir ignorando las señales que esa jovencita le enviaba cada vez que se encontraban.

 Un sábado por la tarde estaba solo en su casa, su esposa había viajado con los niños a visitar a la madre y se había quedo a terminar de corregir exámenes. Hacía frio y no se veía a nadie en la calle a esa hora, cuando vio a Marietta por la vereda de enfrente de su casa cargando una cesta de mimbre. Se pregunto qué estaría haciendo. Tuvo deseos de llamarla. Golpeo el vidrio de la ventana e hizo un gesto de saludo con la mano haciendo una seña pidiéndole que se acercara.

Ella cruzo la calle y golpeo a su puerta.

-         Hola Marietta ¿Qué haces?

-       ¡Hola profesor!  Estamos vendiendo pasteles para juntar dinero para el grupo de hockey del club. ¿Quiere comprarme algo?

-        ¡Sí! Claro. ¿Dime a cuanto lo vendes y de que tienes?  – ¿puedo pasar?- dijo ella.

-        Claro niña… entra que hace mucho frio – invitándola a pasar a la sala.

-        No soy una niña profesor… ¿Quiere que le muestre?

-        ¿Qué me quieres mostrar? – dijo él sorprendido

-     ¡Los pasteles profesor!... ¡qué otra cosa! Tiene de fresa con chocolate, de dulce de leche y de crema chantilly. Es lo que me queda. ¿Está solo? – pregunto ella antes de continuar

-         Si estoy solo pasa tranquila.

Esta era la oportunidad que ella estaba esperando, estaba segura que él no iba a seguir resistiéndose a sus insinuaciones y esta vez iba a ser lo más explícita posible.

-        Linda casa, profesor. Me gusta. ¿Qué le apetece? –dijo ella mirándolo directamente a los ojos con ese aire desafiante de su mirada.

Esa jovencita era muy atrevida y sus gestos suaves eran tan sensuales que no podía evitar desearla. Estaba sintiendo como su sangre comenzaba a fluir con intensidad de solo imaginar, y estaba teniendo una erección. Se sintió avergonzado de pensar que ella podía percatarse de la situación y trato de ocultar su entrepierna.

-        Voy a buscar el dinero para pagarte los pasteles. Y deja todo en la cocina. Yo ya vuelvo. – dijo él mostrando donde dejar los pasteles.

Marietta había visto muy bien lo que estaba generando en su profesor. Fue hacia la cocina y se quito el abrigo mientras dejó sobre la mesa los tres pasteles que había traído. Comenzó a arreglar su falda para hacerla ver más corta y abrió su suéter para mostrar su escote. Estaba dispuesta a no salir de esa casa sin probar de las mieles de ese hombre y sabía que ella tenía que tomar la iniciativa de seducirlo.

-           -Aquí tienes el dinero jovencita.

-      -Gracias. – dijo tomando el dinero y guardándolo en el abrigo para lo cual se dio vuelta y se agacho lo suficiente para que la falda se levantara y dejara ver sus nalga. Era hábil con sus movimientos y quería que él la mirara y sabía que lo había logrado. Porque él volvió a ruborizarse y la miraba boquiabierto.

-        ¿Puedo preguntarle algo? – dijo ella

-       Si. Claro. Te escucho.

-        ¿Usted crees que soy linda?

Ya no podía evitar seguir esquivando las insinuaciones de ella. Sabía lo que se venía y se puso nervioso de solo pensarlo. Pero la pasión puede más que la razón.

-        Si eres una muy linda jovencita y seguramente le debes gustar a muchos chicos de tu edad.

-       Pero a usted ¿le gusto? –  dijo acercándose - ¿Quiere probar? – y hundió sus dedos en el pastel de chocolate y comenzó a chuparlos, mientras se los acercaba a la boca de él. Tuvo el impulso de besarla pero se contuvo, chupo de ese dedo que le ofrecía. Ella sonrió complacida con su gesto.

Volvió a hundir los dedos esta vez en el pastel con dulce de leche y se lo unto sobre los labios mientras se relamía jugando con su dedo. Verla haciendo eso fue tan erótico que hizo que su erección llegara al punto máximo. Lo había dejado sin palabras.

-        No me contestó profesor, pero no importa. Quiero besarlo y que me besé…que me acaricie y yo haré lo mismo. Sera un secreto entre los dos ¿Quiere?

-        -No debería. –dijo

Ella se abalanzó, se puso en puntas de pie para llegar a él y lo beso dulcemente. Busco con sus manos acariciar el miembro hinchado de su profesor que estaba a punto de estallar de placer. Ya no había vuelta atrás, la deseaba con locura. La cogió con fuerza, levantándola entre sus brazos para apoyarla en el borde de la mesada de la cocina. Ella comenzó a gemir al sentir las manos calientes de eso hombre sobre su piel. Estaba excitadísima. Se quito el suéter y el sostén buscando que él continuara besando su cuerpo. Quería que chupara sus pezones y que continuara bajando por su abdomen hasta su intimidad. Con avidez lo guío hasta sus pantaletas para que se las quite y comenzara a chuparla. Se retorcía al sentir como la boca de su profesor se hundía en su coño y la llenaba de placer hasta dejarla sin aliento.

Gemía enloquecida y le pedía más. Eso aumentaba el deseo de él sobre ella. Quería que disfrutara ese momento como nunca. Lentamente saco su miembro y comenzó a frotarlo, empapándose en la humedad ardiente de ella. Al sentir como esa verga dura se iba abriendo paso lentamente, comenzó a moverse en el borde de la encimera buscando atraer el cuerpo de su macho hacia ella.
Sus gemidos eran más fuertes con cada clavada que él le daba con dureza, mientras trataba de besarla para apagar los gritos de placer que iban a oírse en cualquier momento. Ella pedía que le diera más duro que así le gustaba. Estaba sintiendo como se venía con cada embestida. Su cuerpo se sacudía sobre la encimera y él quería aguantarse todo lo que pudiera para gozarla más tiempo. Así que comenzó a aflojar sus movimientos y continúo besándola mientras ella se reponía del orgasmo intenso que había tenido.

La levanto en sus brazos y la llevo al dormitorio sin dejar de besarse. Aquella joven era un deleite para él y estaba dispuesta a todo. Ella ahora tomo la iniciativa de montarse sobre él y con dulzura comenzó a besarlo mientras su boca fue en busca de ese pedazo que la había llenado de placer hacía unos minutos.
Quería disfrutar el sabor de sus jugos y ver como ese hombre gozaba viéndola hacerlo con tantas ganas, realmente era muy buena haciéndolo, pero él ya no daba más. Quería volver a poseerla, solo que ella fue quien montada sobre su cuerpo tomo el toro por las astas y comenzó a cogerlo y con tal intensidad que lo dejo al borde de acabar si no paraba sus movimientos.

 Cuanto le gustaba verla así gozando de lo que él podía darle, ella se puso en cuatro esperando volver a ser poseída. Volvió a penetrarla una y otra vez con más intensidad hasta ver como el cuerpo de ella se arqueaba sobre las sabanas que eran arrancadas ante el arrebato de un nuevo orgasmo y ya no pudo seguirse conteniendo su semen y termino por descargarlo entre sus manos a lo que ella fue en busca de su miel para saborearla.  Él intento quitarla, pero fue en vano ella sabía lo que quería.

Sabía que no podría resistirse a nada de lo que Marietta le pidiera… Esa chica era pura pasión.

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