Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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El polvazo de nuestras vidas

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Ana suspiró, al poco la tenía ante mí, totalmente penetrada por el culo, jugué con su clítoris, y ella mostró generosamente cuanto aquello la complacía. Al poco, me incorporé sobre ella… las sujeté firmemente por las tetas y empecé a encularla con gran vigor… ella no paraba de gemir, de gritar… de pedir más y más… y así terminé corriéndome salvajemente en su ano.
Mi nombre Jordi, tengo 33 años y vivo en Barcelona. Soy lector habitual de la sección de relatos eróticos de esta página y hoy me he decidido a escribir sobre la aventura sexual más apasionada y salvaje que yo haya vivido jamás. Todo lo que voy a escribir es real.

Trabajo en una oficina de una pequeña empresa en Barcelona, y durante el mes de agosto, transcurrieron dos semanas en las que yo era el único que acudía a mi trabajo, el resto de compañeros se hallaban disfrutando de unas merecidas vacaciones.

Cada mañana nuestra primera actividad consiste en bajar al Bar de la esquina a desayunar… yo, aunque en solitario, seguí practicando nuestra sana costumbre… pero tuve que cambiar de Bar, ya que nuestro local habitual, había cerrado también por vacaciones. Así es que entré en mi nuevo Bar y me senté en una mesa a ojear, despreocupadamente, la prensa diaria. Esa mañana era yo el único cliente.

No había mucho trabajo, así que no era urgente el volver apresuradamente a la oficina. Entró una mujer. ¡Dos clientes!… Sin poder evitarlo, sin más, empecé a seguirla con la mirada, era el tipo de mujer que sin que uno sepa muy bien porque, despierta sus más recónditos y atávicos instintos, y ahora recuerdo que desde el primer momento en que la vi, solo una palabra recorría mi cabeza: “sexo”.

Primeramente se dirigió hacia la barra, de espaldas a mí, con lo cual pude devorarla con la mirada, sin miedo a ser descubierto. Calzaba zapatos blancos de tacón, acabados en una larga punta. Vestía unos pantalones tejanos, que debo decir, le dibujaban un trasero espléndido, y añado, que ella también sabía moverlo muy bien. En la parte de arriba un jersey fino de color negro, bastante ceñido. Su cabello era rizado de color castaño con mechas más claras. Pidió en la barra, se volvió y vino a sentarse en una mesa justo enfrente de la mía. Ahora si podía ser descubierto, pero sinceramente, no me importó, volví a estudiar su cuerpo, sus movimientos, realmente ella me excitaba.

Le calculé unos cuarenta años aproximadamente, eso sí, muy bien llevados, pero tenía esa cara de mujer experimentada en la vida, que al menos a mí, me da mucho morbo. Ojos despiertos y mirada, diría yo, divertida, alegre, de mujer desenfadada. Tez morena, marcadamente bronceada. Llamaron también poderosísimamente mi atención sus pechos. Eran de un tamaño bastante considerable, muy bien puestos para su edad, alzados, y tal como he dicho antes llevaba un jersey ceñido, sin sujetador, que le marcaba notoriamente los pezones. Os digo, que me puse tieso en ese mismo instante.

Hago un inciso para deciros sobre mí, que aunque más joven, he vivido lo mío, estoy rodado vaya, curtido, y leo bastante bien entre líneas. Tengo novia aunque actualmente reside en el extranjero y nos vemos unos pocos días cada dos meses. Soy de carácter abierto, bastante seguro, decidido, afable, simpático, es fácil entablar conversación conmigo y físicamente normal, no muy alto, de complexión fuerte, me gusta mucho practicar deporte. Cara de bueno y ojos claros…

Así es, que ella se sentó delante de mí, de lado, ofreciéndome enteramente su exquisito perfil. Contemplé, disfruté, de sus zapatos de tacón, de sus piernas, de sus pechos, de sus erguidos pezones, de sus finas manos…A esas alturas ella ya se había percatado de que había llamado mi atención, y yo de que ella me había fichado. El camarero le sirvió un zumo de frutas y se retiró.

Sin más ella se dirigió a mí, para comentarme lo vacía que estaba la ciudad y la poca gente que quedábamos en el centro, rápidamente entablamos animada conversación. Hablamos de vacaciones, de trabajo … en media hora ya sabía cómo se llamaba, que era divorciada, tenía 42 años, estaba de vacaciones, pero en dos días se iba de viaje a la islas con una amiga, tenía un hijo de 15, que estaba veraneando con su ex-marido. Debo admitir que a medida que me iba hablando, los ecos de la palabra “sexo” iban resonando a lo largo y ancho de mi cabeza, y de que me costaba horrores no desviar mi mirada hacia sus atributos delanteros. Ella lo sabía. Yo le conté que estaba trabajando, que era el único esos días en mi oficina, y que mis vacaciones debían esperar hasta setiembre.

Ella, a la que llamaremos Ana, me escuchaba con atención, sabiéndose excitante y sensual. Me siguió el hilo, así que a esas alturas ya ambos sabíamos que es lo que había. Yo me hallaba completamente erecto, el problema iba a ser mío a la hora de levantarme, por suerte, mi camisa estaba por fuera del pantalón.

Le pregunté sobre sus planes para el día, y vi claramente que no tenía mucho que hacer, o al menos, nada que no pudiera hacerse en otro momento. Así que me decidí a atacar, educado, correcto, pero decidido…

- Ana, sabes perfectamente que desde que has entrado en el Bar, no he podido dejar de mirarte. – Sí, lo sé. ¿Te gusto? – Sabes que sí. Desde el primer momento me has atraído. – Tú también (me confesó)

Pedí la cuenta.

- Acompáñame Ana.- ¿A dónde? – Ven conmigo mujer y sonreí.

…y vino, y yo me la subí a la oficina.

- ¿Seguro que estás solo? Me preguntó ella. – Seguro Ana.

La hice pasar a una sala de reuniones que se haya únicamente amueblada con una mesa redonda y unas pocas sillas.

Me acerqué a ella, en esos momentos, creo que mi erección era patente a todas, todas… la cogí por la cintura y la atraje suavemente hacía mí. No se resistió. En ese momento ya tuvo que notar mi verga, totalmente tiesa… sin más demora bajé mi mano y la posé en su excitante trasero, y volví a atraerla hacía mí… ella estaba tan excitada como yo… busqué su boca con mis labios, y nos besamos, apasionadamente, mezclamos nuestras lenguas. Sin dejar de besarla, empecé a desabrocharle sus pantalones y se los bajé, lucía unas bragas tipo tanga de color negro que dejaba al aire un culo respingón impresionante. Mis manos gozaron de ese culo en toda su amplitud.
- ¿Tienes preservativo? Inquirió ella.

Yo hombre precavido (vale por dos), siempre llevo uno en la cartera. Empecé a juguetear con ella. Ana estaba completamente mojada, tan excitada o más que yo.

Le acaricié los labios de su vagina, y mis manos se deslizaron, por debajo de su ceñido jersey, hacia sus más que deseadas tetas, comencé a pellizcarle suavemente esos pezones, que en esos momentos se encontraban izados, duros, tiesos. Me entretuve largamente sobando esos hermosos pechos, ella no paraba de gemir, suspirar y jadear suavemente.

La imagen era la siguiente, Ana de pie con las manos apoyadas en la mesa, con los zapatos de tacón puestos, los pantalones bajados, el tanga en su sitio, ligeramente ladeado, el jersey levantado en su parte delantera, mostrando sus dos generosas tetas con sus más que ardientes pezones, la espalda arqueada, sus ojos entrecerrados, y su boca jadeante, suplicante. La chupé y la sobé sin tregua, las tetas, el trasero, el ano, las piernas, su vagina, introduciendo mi lengua hasta lo más profundo, jugando, mordisqueando su clítoris.

- Hazme lo que quieras me susurró.

Esa simple frase, nos hizo entrar en una segunda fase de nuestro polvo. Vi claramente el tipo de juego al que quería jugar. Ana deseaba fervientemente, que yo pasara a ser el claro dominador. Entendí el mensaje… y el juego siguió…

La tomé por los cabellos y la arrodillé. Ella no hizo ademán de resistencia en ningún momento.
- Chúpamela, Ana.

Escuché, un simple ‘Sí’, que repitió varias veces con la respiración entrecortada, mientras con su lengua recorría mis huevos, cogí mi verga con las manos y la introduje entre sus labios. La aceptó con patente excitación, placer y ansia.

Empezó a mamármela muy enérgicamente. Reconozco que es algo que me da mucho morbo hacer, sujetar a mi compañera por los cabellos, y empujar su cabeza hacia mi pene, follarle fuertemente su boca y no permitir que se zafe de mis movimientos. Así lo hice con Ana, y eso a ella también la excitó. Me ponía a mil, contemplar su cara, que a su vez, me miraba viciosa, mientras, hambrienta, me la comía. Fue una mamada maravillosa, pero no permití que terminara…

Saqué mi pene de entre sus labios, y la ayudé a levantarse, la situé exactamente en la misma posición, en pie, apoyada con las manos en la mesa, deslicé su tanga hacia abajo, y empecé a lamer, a chupar, a comerla entera, entre las piernas, el culo, su ano, su vagina estaba completamente mojada, chorreaba… y Ana no paraba de gemir, de jadear… de forma ahora, bastante, bastante escandalosa…

- Te voy a penetrar.

Entre gemido y jadeo, me pareció escuchar un ‘Por favor’, así es que lo más rápidamente que pude, me coloqué el condón… y me situé detrás de Ana. Mi polla estaba tiesa y dura como un bastón, la tengo bastante gruesa, pero Ana estaba muy dilatada por la excitación y la penetré de un solo y enérgico empujón… ¡Como gimió!

Empecé a bombear muy fuerte, muy rápido, Ana no paraba de gemir, cada vez más fuerte, me pedía más y más, yo deslizaba mis manos hacia sus pechos y mientras me la follaba, no paraba de sobarle las tetas y pellizcar sus pezones, estábamos ambos disfrutando, sin duda, de un polvo increíble.

En la cima de la excitación, introduje un dedo suavemente en su ano. Observé que eso aumentó sus gemidos, así es que seguí jugando con su hermoso culo…

A ella la excitaba aquello, si cabe todavía más, cada vez que metía un dedo en su ano, gemía y jadeaba más… no era un ano virgen, eso me pareció claro, así es que le saqué mi pene, y sin dejar a que terminara un suspiro de frustración, de desesperación, apunté con mi glande hacia su ano, ella lejos de resistirse, se dejó ir completamente sobre la mesa, y con ambas manos se abrió las nalgas.

Eso ya me puso frenético, aunque intenté frenar mi acometida para no dañarla. Después de un par de intentos fallidos, penetré con mi glande extremamente duro, su ano.

Ana suspiró, pero no mostraba signos de dolor, empujé de nuevo, al poco la tenía ante mí, totalmente penetrada por el culo, y yo empujaba con movimientos lentos y rítmicos… pero aquello funcionaba de maravilla…

Así es que poco a poco, mi ritmo se acrecentó, mientras la enculaba, jugué con su clítoris, y ella mostró generosamente cuanto aquello la complacía. Al poco, me incorporé sobre ella… las sujeté firmemente por las tetas y empecé a encularla con gran vigor… ella no paraba de gemir, de gritar… de pedir más y más… y así terminé corriéndome salvajemente en su ano.

En nuestra breve conversación posterior, ambos admitimos, que había sido el polvo de nuestras vidas.
Al rato, nos despedimos sin más, de eso hace dos semanas, y no he vuelto a saber nada más de ella.

Autor: KdS

Si visitas Bogotá

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Me aproximé por detrás y vi su ranura dilatada y excitada esperando ser poseída, El esposo me pasó un condón y me lo puse, le apunté a su agujero y se lo clavé hasta el fondo, escuché su exhalación de placer… Empecé a entrar y a salir en semejante mujer que estaba siendo poseída por mí, el esposo le preguntó cómo se sentía y ella le decía que delicioso; algo le mencionó acerca de que esa chochita llevaba mucho tiempo hambrienta.
Mantuve algunos contactos por Internet con una pareja que vive de la Ciudad de Cúcuta, especialmente con él: un hombre de unos 45 años, muy agradable y muy culto,  quien tenía conversaciones con su pareja para vivir nuevas cosas en su vida, una rubia de ojos verdes con unos 38 años de edad muy bien vividos.

Por algún anuncio de la página me escribieron un correo diciendo que pensaban viajar a Bogotá y querían conocerme. Yo muy diligente les contesté ofreciéndome a ser su guía por la ciudad y a recibirlos como buen anfitrión.

En el siguiente correo me pidieron que enviara unas fotos y a cambio me estaban enviando unas de ellos en poses insinuantes que dejaban ver un trasero muy bonito de ella y unos ojos verdes llamativos y agradables.  Todo en su conjunto me pareció excitante.

Me contaban en el correo que era su primera experiencia con alguien distinto en su propio cuarto, pero que consideraban que era el momento de probar nuevas cosas. Me prometían que si las fotos eran de su agrado, me volverían a escribir y efectivamente me respondieron diciendo que tan pronto viajaran a Bogotá, me contactarían.

Pasaron como 4 meses sin saber de ellos y supuse que se habían arrepentido, hasta cuando recibí una llamada de él, en la que me decía que si tenía disponibilidad para el día siguiente porque venía a Bogotá con su esposa. Le dije que sí y conversamos por unos minutos.

Me comentó que estaban hospedados solos en el apartamento de un hermano que vivía en Cúcuta y lo tenía para sus visitas a la ciudad y que la idea era que conversáramos un poco en un bar del Centro Andino. Quedamos de vernos al siguiente día a las 5:00 p.m., pero hablaríamos previamente para concertar el sitio exacto.

Al día siguiente, yo tenía una reunión de trabajo a las 2:30 p.m. que calculaba terminaría a eso de las 4 p.m. para cumplir la cita, pero por ley de Murphy, mi jefe no pudo llegar a la reunión de las 2:30 p.m. y me pidió que lo esperara un par de horas… Pensé que todo se había dañado y llamé a nuestro amigo para comentarle el percance.  Él fue muy comprensivo y me pidió que le marcara en cuanto pudiera salir.

Lo llamé a las 6:30 p.m. y me contó que estaban en el barcito cerca al centro Andino y que esperaban a que se terminara el pico y placa para que nos encontráramos en el apartamento. Así lo hicimos, yo partí hacia la dirección de la calle 127 que él me acababa de dar. Llegué a las 7:10 p.m. y ellos estaban ya allí. Él salió a recibirme y creo que nos caímos bien mutuamente.  Mientras subíamos las escaleras me dijo que la idea era hacerle un masaje con aceite a ella y de ahí, mirar a ver si pasaba algo.

Cuando entré al apartamento las luces estaban apagadas, a excepción de la cocina. Me invitó a pasar y me ofreció un vodka en lata.  A continuación me invitó a pasar al cuarto.

Allí estaba ella con una levantadora, acostada en la cama… La saludé de beso en la mejilla y le pedí permiso para sentarme al borde de la cama. Hablamos durante algunos minutos, me preguntaron por mí, por mis cosas y por algunas de mis experiencias en el tema, que no son tantas.  Me dijeron que era su primera vez, pero que necesitaban hacerlo y que me habían escogido a mí. Creo que fueron totalmente directos, pero eso lo hizo muy diferente. Entonces, él dijo que empezáramos a darle un masaje. Él se puso en calzoncillos y yo me quité mi camisa… empezamos a dar el masaje y al cabo de unos minutos retiré también mi pantalón.

Él masajeaba las piernas de ella y yo su espalda.  Luego él pasó a masajear su espalda y yo sus pies, pero me di cuenta que ella aprovechaba para chupar su palito.  Entonces, yo aproveché para masajear sus partes íntimas.   Luego, cambiamos nuevamente y él empezó  a darle lengua en su conchita húmeda, mientras yo me coloqué por delante de ella: tomó mi pene entre sus manos y empezó a acariciarlo para que se empezara a parar.

Cuando mi herramienta se creció ella lo miró y le dijo a su esposo que le gustaba… Él le contestó ¿y lo quieres tener adentro? Ella le respondió que sí y él le preguntó que ¿por qué? Ella contestó que estaba gruesito y que se lo quería medir.  Toda esa conversación mientras él la estaba clavando en cuatro.

Me aproximé por detrás y vi su ranura dilatada y excitada esperando ser poseída, El esposo me pasó un condón y me lo puse… le apunté a su agujero y se lo clavé hasta el fondo, mientras escuché su exhalación de placer… Empecé a entrar y a salir con todo mi deseo por semejante mujer que estaba siendo poseída por mí en ese momento.

El esposo empezó a preguntarle cómo se sentía y ella le decía que delicioso; le preguntaba si así quería estar, ella le decía que sí y él replicaba diciéndole que así quería verla…  Algo le mencionó acerca de que esa chochita llevaba mucho tiempo hambrienta.

Por mi parte yo le dije que tenía  un culo riquísimo y que lo estaba disfrutando mucho… mientras ella gemía de placer le di una palmada en sus nalgas y maulló de más placer… El esposo mientras tanto observaba totalmente excitado.

Cuando sentí que me iba a derramar lo retiré de su caliente hueco y le di paso a su esposo quien la penetró; me dediqué mientras tanto a acariciarla y a besarle sus deliciosos senos… y en algún momento el esposo se recostó en la cama y ella se paró para sentársele encima… vi cómo su verga iba entrando deliciosamente por su apretado culito…


Una vez que se lo hizo entrar hasta el fondo ella recostó su espalda contra el pecho de él y abrió sus piernas…

Aprecié como tenía toda la verga entre el culo y como estaba de húmeda su rajita… se me volvió a parar al máximo y empecé también a penetrarla.

Me excitó sentir como ella y su esposo se quedaron quieticos para permitir la entrada de mi arma… sentí como se abría paso en el interior de su vagina y percibía el movimiento del pene de su esposo en el otro orificio…apenas un pliegue de piel separaba una verga de la otra.

Esa mujer se sentía la más afortunada del mundo, con la verga de su esposo en el culo y con la mía en su húmeda conchita… empezamos a movernos todos y la sensación era impresionante… sentí ganas de morderle un seno y empecé a hacerlo suavemente mientras ella me decía que delicioso…

Quizás tuvo unos tres orgasmos ella, hasta que finalmente me derramé entre el condón, mientras que el esposo lo sacó, se quitó el condón y se acercó a su boca para dejarle caer toda la leche…

Fue una experiencia excitante e inolvidable para todos…  después de ello nos hemos hablado y escrito para volverla a repetir… tenemos algunas cosas en mente, pero aún no nos hemos vuelto a ver… Ya ha pasado casi un mes… ellos desean que nos veamos y yo también.

Cuando ocurra algo nuevo les contaré, pero por ahora si les ha gustado esa experiencia a mí me gustaría recibir sus comentarios…

Autor: hotwrites

La caliente Luisa

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Ella se corrió cuando esas pollas se corrieron llenándola de semen. Los dos que la habían enculado no las sacaron y esperaron a mearse en el ano de ella. Los líquidos calientes del pipi expelido la pusieron más caliente aún. Por eso dejó a otros dos que se la metieran a la vez por la figa. Sufrió con esa tremenda penetración que parecía romperla en dos, pero volvió a correrse con ella.
Luisa estaba muy bien para sus dieciocho años. De buen físico y guapa de cara, era una chica que resultaba atractiva para los hombres jóvenes y mayores con los que alternaba. Era tiempo de verano y en la urbanización de la playa donde veraneaba se montó una salida nocturna a una discoteca de moda, el Panal. En dos coches se fueron tres chicas, entre ellas Luisa, y cinco chicos. A las once de la noche llegaron al Panal. Bajaron de los coches y se metieron en la discoteca. Luisa destacaba, con su vestido por encima de las rodillas y su melena negra suelta. Los chicos hablaron entre ellos para ver quien se lanzaba a por ella esa noche. Al final quedaron que fuera Juan Luis, uno que era alto y musculoso, el elegido.

En la discoteca todos pidieron unos cubatas. Luisa, muy animada, se fue a bailar enseguida. Por eso no se dio cuenta como uno de los chicos le echaba algo en su cubata. Era un preparado que se disolvía con algo de yumbina, un estimulante sexual de efectos seguros. Juan Luis cogió el vaso y se lo llevó a Luisa a la pista de baile. “Toma que tendrás sed”, le dijo en un paréntesis del baile. Ella le dio las gracias y se tomó medio vaso de golpe. Luego siguió bailando suelto como lo hacía hasta entonces. Sus tetas bamboleaban con el baile y los hombres la miraban con cara de salidos.

Ella no se daba cuenta, seguía en lo suyo. Pero llegó el momento del baile lento. Juan Luis la agarró y empezó a bailar con ella pegado como una lapa. Luisa le echó los brazos por detrás del cuello, y notó como se endurecía la polla de Juan Luis con el roce. “Bandido, estás salido”, le dijo, apartándose un poco. Juan Luis reaccionó volviéndola a abrazar fuerte e intentando besarla en la boca. Ella no quería, pero empezó a sentir oleadas de calor, ardor sexual, y al final dejó sus labios abiertos a disposición de Juan Luis.

Morrearon como posesos, se metieron las lenguas, ella sintió lo dura que estaba la polla de su pareja, y lo húmeda que se estaba poniendo su figa. Notaba el flujo a oleadas en ella y sin saber por qué deseó que Juan Luis la hiciera suya y disfrutar de su polla.

Juan Luis, al ver que ella estaba a punto, la invitó a salir fuera a dar una vuelta. Salieron amarrados por la cintura, mientras los otros chicos los miraban. Una vez en el exterior la llevó hasta su coche, un 124 blanco. Se metieron juntos detrás, la echó en el asiento trasero, le levantó el vestido y comenzó a meterle mano a la entrepierna.

Luisa gemía, le pedía que no se aprovechara, pero no protestó cuando él metió una mano dentro de sus bragas introduciendo dedos en su chorrosa figa. “Estás chorreando, puta”, le dijo al sacar los dedos y chuparlos llenos de flujo. “Eres un cerdo”, le contestó ella. Juan Luis entonces le sacó las bragas y la dejó abierta de piernas con la figa al aire.

Sin darle tiempo a decir nada, se bajó los pantalones, se sacó la polla y se la metió hasta el fondo. Ella se quejó, se la estaban follando y desde que lo había hecho con unos amigos en una excursión hacía varios meses, la única vez, no había vuelto a tener una polla dentro de ella. Juan Luis era muy brusco. La follaba a golpes, mientras le sacaba las tetas fuera del vestido y las chupaba, mordiendo con saña sus gordos pezones. “Estás buena, estás rica de verdad. Eres una hembra de puta madre”, le dijo. De pronto notó que iba a correrse y la sacó.

La puso en la boca de Luisa y le echó el semen allí, en sus labios, su nariz y también en sus pezones. Cuando acabó, le lamió la figa hasta que ella se corrió, para dejarla a gusto. Entonces, con ella medio desnuda, tirada en los asientos, Juan Luis salió fuera, se subió los pantalones, cerró las puertas del coche, y se fue a la discoteca. Allí le esperaban los otros cuatro chicos y un tío mayor que era pariente de uno de ellos. “La tenéis en el coche preparada para follar. Me la he tirado, pero pienso que quiere más.

No le vendrán mal unas cuantas pollas”, les comentó. Los cinco se fueron enseguida fuera. Las otras dos chicas estaban bailando y ni se dieron cuenta. Llegaron al coche, lo abrieron y Luisa se asustó al ver tanto tío cerca. “¿Qué me vais a hacer?”, les preguntó, pero sin taparse, con sus piernas abiertas, su figa a la vista y sus tetas llenas de semen.

No le dieron tiempo a pensar. La cogieron, entraron todos en el coche, la pusieron encima de ellos, empezaron a meterle mano por todos lados, y uno se puso al volante.

Se la llevaron al apartamento del tío mayor, que estaba cerca, en el Saler. La dejaron arreglarse algo para bajar del coche. Y la llevaron cogida entre dos al apartamento. Nada más entrar en el mismo, dos de los chicos le quitaron el vestido y el sujetador. Quedó desnuda ante ellos.

Los chicos y el tío mayor se bajaron los pantalones, se quitaron los calzoncillos y pusieron sus cinco pollas al alcance de Luisa.

Ella, que se notaba salida como una zorra en celo, no les puso pegas cuando la echaron en una cama de matrimonio de una habitación y se lanzaron todos a sobarla. Luisa notó dedos en su ano, en su figa, en sus tetas. Sintió como le pellizcaban los pezones, le azotaban las nalgas. Luego masturbó con sus pechos las pollas de los cinco. Después le metieron dos pollas juntas en el ano.

Ella se corrió cuando esas pollas se corrieron llenándola de semen. Los dos que la habían enculado no las sacaron y esperaron a mearse en el ano de ella. Los líquidos calientes del pipi expelido la pusieron más caliente aún. Por eso dejó a otros dos que se la metieran a la vez por la figa. Sufrió con esa tremenda penetración que parecía romperla en dos, pero volvió a correrse con ella.

Las dos pollas se corrieron, después de salir de su figa, en su boca. Y a continuación se mearon en su garganta. Luisa recibió el semen y el pipi como si fuera un néctar exquisito. Al final, el último que quedaba se la metió por el culo, le estiró el pelo, se corrió en su ano y la sacó después para mearla en las tetas. Ella estaba hecha polvo, y también se estaba meando. Lo hizo en la cama, soltando un gran chorro de pipi que mojó a los tíos.

Haciéndose los ofendidos, dos de ellos le soltaron dos bofetadas. Luego se quedó desnuda, despatarrada, pringada de semen y orina, con los cinco tíos en la cama, sin saber si habían terminado. Y no lo habían hecho.

Recuperados del primer asalto, la sometieron a dos más. Al final, sus agujeros le escocían y sangraban, sus pezones le dolían mucho, y sus nalgas estaban rojas de tanto azote.

Se duchó, se puso el vestido sin ropa interior. Sus bragas, que olían a hembra, se las habían quedado los tíos. Salieron del apartamento, todos. Eran las 4 de la mañana. La llevaron a casa. Y prometieron que nadie contaría nada de lo sucedido.

Autor: HIGINIO H
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