Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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Necesidad de sexo constante

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Senté a Sandra sobre mí, dándome la espalda. ¡Como jadeaba!  El coito duró 15 minutos. Esta era su excusa para poder follar conmigo. Las otras dos se lo pasaban de locura masturbándose. Y viéndonos. A Sandra le dio por gritar mirando a las otras dos y estas hicieron lo mismo. Cuando se levantó, Teresa me la meneó y volví a correrme. Eso le hizo tener un espasmo y se le escapó un chillido.
Me llamo Bermúdez. Supongo que muchos de los hombres que lean esta historia pensarán que soy un hombre afortunado. Explicaré por qué. Me puedo correr casi todas las veces que quiera. Una detrás de otra. Bueno tengo un límite. Pero he podido llegar a eyacular unas 10 veces seguidas.

He tenido suerte porque mi vida siempre ha sido muy estable. Sin graves problemas familiares ni económicos. Desde joven y conociendo esta virtud mía me he dedicado a hacer deporte para tener un buen cuerpo y atraer a las chicas. A pesar de todo he tenido que ir a un psicólogo puesto que la necesidad lógicamente de follar es tremenda y como comprenderéis no siempre es posible. Así que mis masturbaciones son constantes. A veces y sobre todo cuando era adolescente tenía que hacerme una paja cada hora. Además luego está la gente y sus comentarios. A veces voy por la calle y me reconocen y dicen: No es aquel que va por allí el hombre ninfómano. Y eso me traumatiza.

Aún así también he de reconocer que uno puede vivir momentos que todos desearían y no pueden realizar. Por ejemplo recuerdo una despedida de soltera a la que me invitó una amiga mía llamada Sandra. Os imaginaréis como le gusta el sexo a esta chica. Se trataba de la boda de una compañera suya de clase. Una tal Teresa, un nombre castellanizado puesto que ella no se si es de Oceanía o del sudeste asiático, el caso es que es una chica oriental de ojos rasgados, pero con la piel más morena que una china o una japonesa. Eran tres chicas. Mi amiga Teresa, y una colombiana llamada María Concepción.


Las tías alquilaron un apartamento para pasar la noche.

- Ya veréis como es este tío- dijo Sandra. – ¿Que le pasa?- preguntó María Concepción. – No. Yo no voy a follar eh. Mañana me caso- dijo la asiática. – Entonces ¿Qué vas a hacer? ¿Mirar?- dijo Sandra.

- Si es que te lo hemos dedicado a ti- dijo la colombiana.

Sandra y María Concepción se desnudaron. Sus cuerpos y rostros eran agradables.

- Esperad. Bueno algo tendré que hacer- dijo Teresa.

Yo me desnudé también. Teresa me cogió la polla con su mano. Yo ya la tenía erecta.

- Mira como la tiene- dijo María Concepción- la voy a probar.

Se la metió en la boca. Teresa me la meneaba y La colombiana pasaba su lengua por mi capullo. No tardé en correrme.

- Espera y verás- dijo Sandra.

Mi amiga se sentó sobre mí besándome en la boca. Y la penetré. Las otras dos podían ver como el culo de Sandra subía y bajaba. Y así estuvimos hasta diez minutos.

Ella empezó jadeando y terminó gritando.


- Como te echaba de menos cabrón. Esa polla que tienes. – Si sólo mide 15 centímetros- dijo María Concepción. – Eso no es lo que importa-dijo la asiática. – Es lo principal-le contestó.- Las mujeres siempre decimos lo mismo.

Mientras Sandra no dejaba de berrear.

- Bueno déjanos a nosotras que tú ya llevas bastante-dijo la colombiana.

Sandra se levantó. La asiática se tiró por mi polla a pajearme y me corrí.

- No me lo jodas-dijo María Concepción. – Si no te lo jode. Te lo pone más a punto. Ahí donde le ves este hombre se corre todas la veces que quiera- replicó Sandra. – Imposible. – Prueba hija, prueba.

Mientras Teresa me la tenía cogida y no la soltaba le metí un dedo en su coño a la colombiana y ella se acariciaba el clítoris. ¡Como suspiraba! Me volví a correr.

- Increíble, increíble- dijo la asiática.

De pronto Sandra me dio un empujón.

- A mí otra vez.

Se puso a cuatro patas y se la volví a meter.

- No pares, no pares, no pares, no pares.

Vi que las otras dos se estaban masturbando.

- No la saques, no la saques, no la saques- insistía Sandra.

Noté como se corría y las otras dos sonreían y hacían movimientos extraños.

Me tumbé en el suelo y le lamí el coño a María Concepción. Teresa seguía pajeándome. Y Sandra se puso a chupármela. Una la sujetaba y la otra se la metía hasta el fondo.


Y me corría. Luego eran la colombiana y la asiática las que me pajeaban al mismo tiempo.

Una me agitaba el miembro o la otra me toqueteaba el capullo o presionaban los huevos. Y eyaculaba. Líquido transparente. Ellas se corrían al verlo, pero no decían nada.

Lo estábamos pasando fenomenal.

Me tumbé sobre Sandra y vuelta a follar.

Podía notar sus orgasmos. Se parecía a mí. Cuando se la sacaba ahí estaba la mano de Teresa.

- Déjame, déjame- dijo María Concepción. Y se la metió en la boca. Volví a correrme.

Senté a Sandra sobre mí, dándome la espalda. ¡Como jadeaba!  El coito duró 15 minutos. Esta era su excusa. Para poder follar conmigo. Las otras dos se lo pasaban de locura masturbándose. Y viéndonos.

A Sandra le dio por gritar mirando a las otras dos y estas hicieron lo mismo. Cuando se levantó dolorida, Teresa me la meneó y volví a correrme. Eso le hizo tener un espasmo y se le escapó un chillido. Ahí terminó todo.

Por cierto soy soltero y no tengo pareja. Sí, hay mujeres. Pero de esta forma. No se si me comprendéis.

Autor: Cunengundo

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