Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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El polvazo de nuestras vidas

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Ana suspiró, al poco la tenía ante mí, totalmente penetrada por el culo, jugué con su clítoris, y ella mostró generosamente cuanto aquello la complacía. Al poco, me incorporé sobre ella… las sujeté firmemente por las tetas y empecé a encularla con gran vigor… ella no paraba de gemir, de gritar… de pedir más y más… y así terminé corriéndome salvajemente en su ano.
Mi nombre Jordi, tengo 33 años y vivo en Barcelona. Soy lector habitual de la sección de relatos eróticos de esta página y hoy me he decidido a escribir sobre la aventura sexual más apasionada y salvaje que yo haya vivido jamás. Todo lo que voy a escribir es real.

Trabajo en una oficina de una pequeña empresa en Barcelona, y durante el mes de agosto, transcurrieron dos semanas en las que yo era el único que acudía a mi trabajo, el resto de compañeros se hallaban disfrutando de unas merecidas vacaciones.

Cada mañana nuestra primera actividad consiste en bajar al Bar de la esquina a desayunar… yo, aunque en solitario, seguí practicando nuestra sana costumbre… pero tuve que cambiar de Bar, ya que nuestro local habitual, había cerrado también por vacaciones. Así es que entré en mi nuevo Bar y me senté en una mesa a ojear, despreocupadamente, la prensa diaria. Esa mañana era yo el único cliente.

No había mucho trabajo, así que no era urgente el volver apresuradamente a la oficina. Entró una mujer. ¡Dos clientes!… Sin poder evitarlo, sin más, empecé a seguirla con la mirada, era el tipo de mujer que sin que uno sepa muy bien porque, despierta sus más recónditos y atávicos instintos, y ahora recuerdo que desde el primer momento en que la vi, solo una palabra recorría mi cabeza: “sexo”.

Primeramente se dirigió hacia la barra, de espaldas a mí, con lo cual pude devorarla con la mirada, sin miedo a ser descubierto. Calzaba zapatos blancos de tacón, acabados en una larga punta. Vestía unos pantalones tejanos, que debo decir, le dibujaban un trasero espléndido, y añado, que ella también sabía moverlo muy bien. En la parte de arriba un jersey fino de color negro, bastante ceñido. Su cabello era rizado de color castaño con mechas más claras. Pidió en la barra, se volvió y vino a sentarse en una mesa justo enfrente de la mía. Ahora si podía ser descubierto, pero sinceramente, no me importó, volví a estudiar su cuerpo, sus movimientos, realmente ella me excitaba.

Le calculé unos cuarenta años aproximadamente, eso sí, muy bien llevados, pero tenía esa cara de mujer experimentada en la vida, que al menos a mí, me da mucho morbo. Ojos despiertos y mirada, diría yo, divertida, alegre, de mujer desenfadada. Tez morena, marcadamente bronceada. Llamaron también poderosísimamente mi atención sus pechos. Eran de un tamaño bastante considerable, muy bien puestos para su edad, alzados, y tal como he dicho antes llevaba un jersey ceñido, sin sujetador, que le marcaba notoriamente los pezones. Os digo, que me puse tieso en ese mismo instante.

Hago un inciso para deciros sobre mí, que aunque más joven, he vivido lo mío, estoy rodado vaya, curtido, y leo bastante bien entre líneas. Tengo novia aunque actualmente reside en el extranjero y nos vemos unos pocos días cada dos meses. Soy de carácter abierto, bastante seguro, decidido, afable, simpático, es fácil entablar conversación conmigo y físicamente normal, no muy alto, de complexión fuerte, me gusta mucho practicar deporte. Cara de bueno y ojos claros…

Así es, que ella se sentó delante de mí, de lado, ofreciéndome enteramente su exquisito perfil. Contemplé, disfruté, de sus zapatos de tacón, de sus piernas, de sus pechos, de sus erguidos pezones, de sus finas manos…A esas alturas ella ya se había percatado de que había llamado mi atención, y yo de que ella me había fichado. El camarero le sirvió un zumo de frutas y se retiró.

Sin más ella se dirigió a mí, para comentarme lo vacía que estaba la ciudad y la poca gente que quedábamos en el centro, rápidamente entablamos animada conversación. Hablamos de vacaciones, de trabajo … en media hora ya sabía cómo se llamaba, que era divorciada, tenía 42 años, estaba de vacaciones, pero en dos días se iba de viaje a la islas con una amiga, tenía un hijo de 15, que estaba veraneando con su ex-marido. Debo admitir que a medida que me iba hablando, los ecos de la palabra “sexo” iban resonando a lo largo y ancho de mi cabeza, y de que me costaba horrores no desviar mi mirada hacia sus atributos delanteros. Ella lo sabía. Yo le conté que estaba trabajando, que era el único esos días en mi oficina, y que mis vacaciones debían esperar hasta setiembre.

Ella, a la que llamaremos Ana, me escuchaba con atención, sabiéndose excitante y sensual. Me siguió el hilo, así que a esas alturas ya ambos sabíamos que es lo que había. Yo me hallaba completamente erecto, el problema iba a ser mío a la hora de levantarme, por suerte, mi camisa estaba por fuera del pantalón.

Le pregunté sobre sus planes para el día, y vi claramente que no tenía mucho que hacer, o al menos, nada que no pudiera hacerse en otro momento. Así que me decidí a atacar, educado, correcto, pero decidido…

- Ana, sabes perfectamente que desde que has entrado en el Bar, no he podido dejar de mirarte. – Sí, lo sé. ¿Te gusto? – Sabes que sí. Desde el primer momento me has atraído. – Tú también (me confesó)

Pedí la cuenta.

- Acompáñame Ana.- ¿A dónde? – Ven conmigo mujer y sonreí.

…y vino, y yo me la subí a la oficina.

- ¿Seguro que estás solo? Me preguntó ella. – Seguro Ana.

La hice pasar a una sala de reuniones que se haya únicamente amueblada con una mesa redonda y unas pocas sillas.

Me acerqué a ella, en esos momentos, creo que mi erección era patente a todas, todas… la cogí por la cintura y la atraje suavemente hacía mí. No se resistió. En ese momento ya tuvo que notar mi verga, totalmente tiesa… sin más demora bajé mi mano y la posé en su excitante trasero, y volví a atraerla hacía mí… ella estaba tan excitada como yo… busqué su boca con mis labios, y nos besamos, apasionadamente, mezclamos nuestras lenguas. Sin dejar de besarla, empecé a desabrocharle sus pantalones y se los bajé, lucía unas bragas tipo tanga de color negro que dejaba al aire un culo respingón impresionante. Mis manos gozaron de ese culo en toda su amplitud.
- ¿Tienes preservativo? Inquirió ella.

Yo hombre precavido (vale por dos), siempre llevo uno en la cartera. Empecé a juguetear con ella. Ana estaba completamente mojada, tan excitada o más que yo.

Le acaricié los labios de su vagina, y mis manos se deslizaron, por debajo de su ceñido jersey, hacia sus más que deseadas tetas, comencé a pellizcarle suavemente esos pezones, que en esos momentos se encontraban izados, duros, tiesos. Me entretuve largamente sobando esos hermosos pechos, ella no paraba de gemir, suspirar y jadear suavemente.

La imagen era la siguiente, Ana de pie con las manos apoyadas en la mesa, con los zapatos de tacón puestos, los pantalones bajados, el tanga en su sitio, ligeramente ladeado, el jersey levantado en su parte delantera, mostrando sus dos generosas tetas con sus más que ardientes pezones, la espalda arqueada, sus ojos entrecerrados, y su boca jadeante, suplicante. La chupé y la sobé sin tregua, las tetas, el trasero, el ano, las piernas, su vagina, introduciendo mi lengua hasta lo más profundo, jugando, mordisqueando su clítoris.

- Hazme lo que quieras me susurró.

Esa simple frase, nos hizo entrar en una segunda fase de nuestro polvo. Vi claramente el tipo de juego al que quería jugar. Ana deseaba fervientemente, que yo pasara a ser el claro dominador. Entendí el mensaje… y el juego siguió…

La tomé por los cabellos y la arrodillé. Ella no hizo ademán de resistencia en ningún momento.
- Chúpamela, Ana.

Escuché, un simple ‘Sí’, que repitió varias veces con la respiración entrecortada, mientras con su lengua recorría mis huevos, cogí mi verga con las manos y la introduje entre sus labios. La aceptó con patente excitación, placer y ansia.

Empezó a mamármela muy enérgicamente. Reconozco que es algo que me da mucho morbo hacer, sujetar a mi compañera por los cabellos, y empujar su cabeza hacia mi pene, follarle fuertemente su boca y no permitir que se zafe de mis movimientos. Así lo hice con Ana, y eso a ella también la excitó. Me ponía a mil, contemplar su cara, que a su vez, me miraba viciosa, mientras, hambrienta, me la comía. Fue una mamada maravillosa, pero no permití que terminara…

Saqué mi pene de entre sus labios, y la ayudé a levantarse, la situé exactamente en la misma posición, en pie, apoyada con las manos en la mesa, deslicé su tanga hacia abajo, y empecé a lamer, a chupar, a comerla entera, entre las piernas, el culo, su ano, su vagina estaba completamente mojada, chorreaba… y Ana no paraba de gemir, de jadear… de forma ahora, bastante, bastante escandalosa…

- Te voy a penetrar.

Entre gemido y jadeo, me pareció escuchar un ‘Por favor’, así es que lo más rápidamente que pude, me coloqué el condón… y me situé detrás de Ana. Mi polla estaba tiesa y dura como un bastón, la tengo bastante gruesa, pero Ana estaba muy dilatada por la excitación y la penetré de un solo y enérgico empujón… ¡Como gimió!

Empecé a bombear muy fuerte, muy rápido, Ana no paraba de gemir, cada vez más fuerte, me pedía más y más, yo deslizaba mis manos hacia sus pechos y mientras me la follaba, no paraba de sobarle las tetas y pellizcar sus pezones, estábamos ambos disfrutando, sin duda, de un polvo increíble.

En la cima de la excitación, introduje un dedo suavemente en su ano. Observé que eso aumentó sus gemidos, así es que seguí jugando con su hermoso culo…

A ella la excitaba aquello, si cabe todavía más, cada vez que metía un dedo en su ano, gemía y jadeaba más… no era un ano virgen, eso me pareció claro, así es que le saqué mi pene, y sin dejar a que terminara un suspiro de frustración, de desesperación, apunté con mi glande hacia su ano, ella lejos de resistirse, se dejó ir completamente sobre la mesa, y con ambas manos se abrió las nalgas.

Eso ya me puso frenético, aunque intenté frenar mi acometida para no dañarla. Después de un par de intentos fallidos, penetré con mi glande extremamente duro, su ano.

Ana suspiró, pero no mostraba signos de dolor, empujé de nuevo, al poco la tenía ante mí, totalmente penetrada por el culo, y yo empujaba con movimientos lentos y rítmicos… pero aquello funcionaba de maravilla…

Así es que poco a poco, mi ritmo se acrecentó, mientras la enculaba, jugué con su clítoris, y ella mostró generosamente cuanto aquello la complacía. Al poco, me incorporé sobre ella… las sujeté firmemente por las tetas y empecé a encularla con gran vigor… ella no paraba de gemir, de gritar… de pedir más y más… y así terminé corriéndome salvajemente en su ano.

En nuestra breve conversación posterior, ambos admitimos, que había sido el polvo de nuestras vidas.
Al rato, nos despedimos sin más, de eso hace dos semanas, y no he vuelto a saber nada más de ella.

Autor: KdS

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