Relatos eróticos Marqueze. El Sexo que te gusta leer.

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Julieta-sant



Soy Suge, soy latino, un hombre de edad media con gustos y carácter bien definido, buen cuerpo, de tez oscura, esa mezcla latina que imita el color de la madera, en mi vida cotidiana me desempeño como vendedor y asesor de seguros en la rama de riesgos personales, contando con una amplia cartera de empresas afiliadas.

Me acaba de suceder, resulta que un empresario me contacta en mi teléfono celular, pues me les habían recomendado para que yo le presentara una propuesta para asegurar su empresa contra todos riesgos, de ahí que sin perder mucho tiempo prepare una propuesta y al día siguiente salí a llevarla con la ilusión de vender un buen seguro.

Eran las 2:00 p.m., la calle como siempre era un infierno, el transito congestionado y un calor infernal, la compañía Retuca de donde me habían contactado, estaba ubicada en una antigua zona, compuesta por edificios de la época colonial, donde no había la más mínima comodidad, y como se imaginaran no había parqueo, es por esta situación que me vi en la obligación de estacionarme dos cuadras en uno de esos edificios abandonados y caminé hasta mi destino, que al igual se trataba de una construcción en los últimos días de su vida, escaleras estrecha y con una pésima iluminación, escasas personas, por un momento llegué a pensar que estaba deshabitado,

Había llegado al tercer piso sin encontrar a ninguna persona que me informara, caminaba desorientado por el corredor lateral izquierdo cuando veo una puerta semi-abierta de donde sale una luz, entro y no veo a nadie, así que mire al interior y vi otro corredor corto, donde había tres puertas una de ella estaba abierta, no del todo, una abertura suficiente para ver parte del interior de la oficina; como yo no sabía dónde estaba caminé lo más sigiloso posible sin hacer ruido, parado frente a la puerta vi una chica de tez blanca, un blanco con un fondo oscuro, ante la luz de una pequeña lampara de escritorio sé veía de color gris, cabello negro, cortado a la altura del cuello, ojos grandes y vivaces, estaba sentada frente a un computador, concentrada en la lectura de algo, llevaba una faldita pollera sumamente corta que dejaba ver lo bien formada de sus piernas. Yo presentí que algo estaba por pasar allí, me llamó mucho la atención la forma como la chica pasaba la mano derecha por su muslo derecho.

No habían pasado 4 minutos de mi silente llegada cuando la chica entra su mano debajo de la falda pollera y comenzó a tocarse en la concha, comenzó de forma lenta y luego vi como fue cogiendo velocidad y ritmo, empleó luego las dos manos usando una para apretujar su bien formados pechos, yo estaba en silencio oculto tras la puerta medio abierta de la oficina. Llegó un momento en que la chica sin sacar su mano derecha de su falda abrió una gaveta y con cierta dificultad sacó una cartera, sacando de su interior un enorme consolador, de color piel, con dos enormes bolas en la parte inferior que simulaban los testículos, yo miraba asombrado, no podía creer el espectáculo que me había preparado el destino, yo estaba allí, en primera fila, contemplando una hermosa chica que comenzaba a cogerse con aquella tranca artificial.

La chica metió lentamente el consolador en su concha, perdió todo interés en lo que estaba leyendo, cerró sus ojos y comenzó a darse gusto, dejó que sus emociones fluyeran, sé recostó sobre la silla de escritorio y con las dos manos se cogía con cierta violencia, el consolador entraba y salía vertiginosamente de ella, deteniéndose en las bolas que tenía en la base, la chica meneaba su culo apoyado en la silla de forma desesperada, yo podía ver con claridad la humedad del consolado impregnado con los jugos de la chica, mi pinga amenazaba con salir, presionaba mi pantalón que trabajosamente se resistía. Estaba a punto de sumergirme en mis deseos cuando un grito de la chica me hizo volver la atención a ella, su cuerpo se estremecía en la silla giratoria, se clavó con fuerza el consolador y dejó escapar un suspiro y gritó a la vez, dejando clavado el consolado lo más profundo posible y respiró como fiera dificultosamente, era evidente que acababa de tener un enorme orgasmo que había mermado sus fuerzas.
Yo no aguantaba más, ahora o nunca me dije en silencio, retrocedí dos pasos y como quien llega le di dos toques a la puerta y esta se termino de abrir de par en par, la chica casi por reflejo corrió su pollera y como si no pasara nada me miro un poso sorprendida y me preguntó.

-¿Qué quieres-?

Yo no dije nada, estaba demasiado excitado para hablar, mis piernas y brazos me temblaban, el corazón se me salía del pecho, como repuesta me incliné frente a ella, arrodillándome, la agarré por la cintura; no sé que penso ella pero la oí decir casi susurrar.

-Voy a gritar.-.

Yo no hice caso, metí mi cabeza por entre sus piernas, corriendo con mis dientes la falda hasta que mi boca se encontró con el consolador que estaba dentro de la concha de ella, lo mordí y lentamente lo fui sacando de allí, ella abandono la resistencia y abrió sus piernas ofreciéndome aquel rico manjar, tenia la concha hecha un asco, babosa, supermojada, sin pensarlo dos veces comencé a recoger aquellos jugos con mi lengua, sacando quejidos de placer de sus labios, y más de aquellos jugos que tenían un sabor y olor exquisitos, por un momento me volví adicto, quería consumir toda la sustancia que salía de ella, cuando la sentí respirar agitadamente, apreté mis labios a los labios de su vagina introduciendo mi nariz dentro de ella y sentí la tibieza de su semen al salir acompañado de los interminables quejidos de placer.

Sin dejarla que se reponga la levanté de la silla, por primera vez contemplé su cuerpo, pude ver que no era alta y por ello se veía un poco gordita, aunque en realidad estaba divina y me enloquecían los olores de su cuerpo, de un solo manotazo tiré todo lo que estaba en el escritorio al suelo y la acosté sobre él, su concha quedó dispuesta para mí, sin bajar mi pantalón, por el cierre saqué mi enorme verga, que debido a una torcedura en el medio se ve más impresionante que lo normal, y con solo presentarla en los labios vaginales de ella desapareció, estaba muy mojada la chica y el consolador que había usado era mas grande que mi armadura, por esto la culié unos momentos disfrutando la calentura de su sexo. Luego la puse boca bajo, terminé de correr su falda hasta su cintura y terminé de apartar la diminuta tanga que hasta ahora no nos había impedido hacer nada, su culo color café quedo a mi disposición, parte de los flujos de la vagina de ella habían llegado hasta aquella zona, pero yo recogí algunos con mi mano y lubriqué bien su entrada trasera y presioné un poco con mi verga.

-No, por favor, que soy virgen,- dijo ella, mientras movía su cola pidiendo lo contrario.

Sin hacer caso, yo presioné más, era evidente que algo había entrado por allí, sentí como un resbaloncito y mi tranca penetró a la mitad, sacando un quejido de dolor de ella que desesperadamente me pidió que la sacara, sin conseguir que yo le hiciera caso, pero no me moví, la dejé que ella después de pasar el dolor, cuando llegó el placer comenzó a moverse por su propia voluntad, a girar sobre su eje y mi verga fue entrando poco a poco, ganando terreno dentro de ella hasta que mis bolas chocaron con sus glúteos, es entonces cuando comencé a bombearla, la clavaba con fuerza y la chica me retaba, me pedía cada vez más, -más duro papi, rómpeme el culo, mátame por ahí, rómpeme por favor,- gritaba como enloquecida y yo me esforzaba al máximo, vi como bajaba de su blusa un chorro de sudor que descendía por el canal de sus glúteos, chocando en mi polla y haciendo más húmedo el centro de actividad donde un volcán amenazaba con estallar.

De sus labios salieron unos gritos que para mí eran conocidos, su cuerpo comenzó a dar el máximo sus gritos se hicieron cada vez más fuertes y dejando todas sus fuerzas en el intento la oí berrear mientras se chorreaba un río de semen que mojó su falda, pero sin perder la fuerza se estiró sacándose mi verga del culo antes que yo pudiera hacer nada viró y se la introdujo en la boca, pajeándome en la parte baja hasta que me hizo correr a gritos de placer, trago todo mi semen y con sus labios limpió delicadamente toda mi verga y luego la introdujo en el pantalón dando un ultimo beso sobre el cierre, luego bajó su pollera y se sentó


en la silla y me preguntó.



-En qué podemos servirle, señor-.

-Dónde está la compañía Retuca, pregunté adoptando la misma actitud.

-Al final del corredor, la última oficina, dijo en voz alta y señalando la dirección.

-Gracias, dije mientras me alejaba sin mirar hacia atrás, dejándola con la sensación de que había tenido el orgasmo de su vida.

Mientras me alejaba miré la pantalla de la computadora y vi que decía Los Relatos de Marqueze y sobre el escritorio una escarapela con el nombre de Rosa Laura


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