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Cómplice, cuernos sin culpas

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Toma Moreno


Cómplice, cuernos sin culpa
Autor: Nazareno Cruz
Categoría: infidelidad

Cuando la causalidad nos convierte en cómplices, y ésta, en partícipe para evitar ser testigos. Vieja estratagema de la cual objetivamente decidí ser arte y parte pues el beneficio prometía premios que de otro modo no hubiera podido conseguir. Pero… toda historia siempre nos deja una enseñanza, también en esta.
Para no darle largas al asunto, voy a contar como fueron las cosas…
Desde la adolescencia tengo una entrañable amistad con el matrimonio formado por Raquel y Domingo, conozco a esta pareja desde el mismo momento de su presentación, sus primeros encuentros, noviazgo y padrino de su casamiento.
Hasta aquí todo había servido para afianzar y profundizar una armoniosa, profunda y leal amistad, pero… y sí! Siempre hay un pero que altera casi todo, también en este caso se cumplió. Fue hace poco tiempo que necesitaba entregar una invitación para mi amigo Domingo, que concurrí a su casa, la puerta cancel del jardín estaba sin cerrar como muchas veces, me llegó al porche para golpear los nudillos sobre la puerta, una y otra vez pero nadie me responde. Puedo escuchar la música pero nadie responde a mi llamado, en un primer momento pienso que deben haber dejado la tv encendida y hayan salido, pero… en tercer golpear de la puerta puedo escuchar voces.
Aguzando un poco más el oído y escucho con nitidez la voz de Raquel que menciona un nombre que no es el de mi amigo, no se si por la sorpresa o por accidente me apoyo sobre el picaporte de la puerta y ésta se abre…
Para mal de todos se abre justamente cuando acierta a cruzarse Raquel, totalmente desnuda y tras ella un tipo también desnudo que la tiene abrazada desde atrás y con el miembro perdido entre sus nalgas.
La sorpresa de ambos al vernos nos dejó sin palabras, solo atiné a decir no sé que disculpa y salirme de la escena, poner las manos con las palmas abiertas como para evitar alguna explicación o lo que fuera y me salí de la casa.
Precisamente esa noche me llamó Domingo para invitarme a cenar, algo por demás frecuente.
La cena transcurrió como siempre, solo que esta vez me estuvo contando de sus logros en ventas en su reciente viaje de un par de días antes. Nada fuera de lo usual, salvo cierta ansiedad y nerviosismo de Raquel, creo suponer que estaba pendiente de que pudiera ponerla al descubierto por la situación harto comprometida en que la sorprendí por esa accidentada visita.
En un aparte, en la cocina de la casa me agradecía por no haber contado nada de lo sucedido, se le notaba que no sabía como agradecerlo, más aún todo el encomiable esfuerzo por saber cómo debía retribuir el silencio cómplice.
- Por favor Raquel, nada de nada, todo bien. No pasó nada, no tengo memoria.
Pareciera que mis dichos habían obrado el milagro, devolverle la sonrisa, hasta creo que mis palabras la hubieran embriagado más que dos o tres copas del vino que estábamos consumiendo. Salvo esa exteriorización no pude notar alguna otra cosa fuera de lugar en su actitud, bueno… solo que el beso en la mejilla de la despedida no era como siempre, hasta me pareció que el abrazo era más apretado, tanto que cuando llegué a mi casa podía sentir el sabor de su perfume pegado en mi piel, obviamente pensé que todo era fruto de mi imaginación.
Dos días más tarde se viene a mi casa, con un pastel que misma había cocinado para mí.
- Este pastel fue preparado con estas manos (y las muestras a modo de prueba fehaciente) para mi amigo, que
supo guardar el silencio que solo los amigos pueden hacer. Pero como buen amigo, esto solo no es el pago, traigo más para agradecerte tu silencio. – Como había dejado el pastel sobre la mesa, ahí mismo se desató el lazo del impermeable y como en una película erótica, se abrió y me mostró su cuerpo totalmente desnudo, resaltaban el hermoso par de tetas y el vello púbico que cubre la conchita, prolijamente recortado.
La visión me robó las palabras, no podía dar crédito a mis ojos que se están llenando de mujer, de esa mujer que vuelve más deseable, la hembra inalcanzable por ser la de mi amigo ahora está ahí, delante de mí, ofreciéndose como obsequio, como premio al prudente y leal silencio. No puedo ni me importa mucho ahora si pretende comprarme o agradecerme, la visión de tremenda hembra turba mi entendimiento, todo se vuelve deseo y lujuria, no siento otra cosa que ganas de poseerla, de meterla en ella, de hacerla mía.
Pero aún con todo eso en ebullición no atino a qué hacer, qué decir, cómo actuar, solo esperar que ella de el primer paso.
- Luis, no tengo otra cosa más que ofrecerme yo misma. Sé que te agrado, que te gusto, te he visto en más
de una ocasión mirarme las piernas, el culo y las tetas, y una mujer no se equivoca, sabe bien distinguir cuando esa mirada dice que el tipo siente verdadera calentura por una, podía sentir como me comías con la mirada, como te sentías impedido de saltar y cojerme por tu amistad. Pues bien, en vista de las circunstancias, de la buena predisposición que tuviste hacia mí, que seguramente no lo sabes pero tu amigo últimamente ni me toca un pelo, por eso el otro día me pescaste cuando un amigo me estaba cojiendo, como tú me agradas y yo necesito, creo que está todo dicho no?
Qué más decir, si lo había dicho todo ella y claro como el agua, puesto blanco sobre negro, había mostrado todo el juego, exhibido las miserias de su vida conyugal, entendí que más que compensar un silencio cómplice estaba buscando al amigo para que le ayude a sobrellevar una pareja, que le pueda dar el sexo que Domingo le retacea por alguna razón que desconozco.
No esperó a que saliera de mi asombro me tomó de la mano y me llevó al dormitorio.
- Vamos, todo esto es tuyo – mientras deja caer el impermeable y se va delante de mí, subida en sus zapatos
de taco aguja, meneando su cintura, preludio de un concierto de deseos con vibrantes contrapunto de sexo en medio del atronador retumbar de la pasión.
Mis sentidos solo funcionan para tentar, sentir su carne, percibir las caricias que abandona en mí, aspirar el perfume de su piel húmeda, escuchar los gemidos de satisfacción, ver su cuerpo inclinado en adoración sobre el mío, gustar el sabor que extrae de mi verga. De pronto, es como si todo se hubiera borrado de mi mente, solo ella y estas instancias es lo más que puedo sentir, la razón no alcanza y la pasión se me desborda, tengo la sensación de que cada acto se vuelve puro, cada suspiro está cargado de sentimiento, cada minuto que transcurre son sesenta segundos más de permanencia en el paraíso. Puedo sentir que el mundo ha dejado de girar para nosotros.
Siento que habito el mejor de los mundos, un privilegiado del destino, siento que sus ojos se han apoderado totalmente de mi persona, que su mirada se torna diabólicamente centelleante y apasionada, lujuriosos sus labios, brasas ardientes sus caricias, me dejo peder en su intensa mamada de verga, cuando de pronto se corta ese momento de delirio y magia, deja de mamarme.
- Es el momento de sentirla dentro mío. Te sentí al borde de acabar, ¡te necesito acá! – señala su vagina.
Hábil como pocas pudo tomar conciencia y tener el control de suspender la sensual mamada en dos oportunidades cuando sintió que esta a punto de venirme en su boca por el delicioso contacto.
Consumida por la lujuria del momento, abandona el recato, afloja del abrazo y se tiende de espaldas, las piernas abiertas ofrecen el camino del desahogo carnal, su cofre de placeres está dispuesto, separa los labios vaginales hasta que asomó la deliciosa hendidura, tallada en nácar rosado, aguardando ser visitada.
Puedo escuchar el silencio, sin levantar la cabeza, dispuesto al sacrificio en la comunión carnal del sacerdote mientras me van ganando los impulsos de su ardiente naturaleza despertados en la inminencia del acto.
El osado sacerdote, se inclina complacido ante la ofrenda carnal, dispuesto al sacrificio. La extraordinaria sensualidad de la naturaleza hecha hembra para entregarse a satisfacción de los deseos del macho con increíble deleite, ya no quedan lugar para pensamiento, los hechos hablaron por sí mismos.
Entrada triunfal al cálido recinto lubricado de deseo, deslizando mi sexo en la urgencia pasional, de un solo golpe llegar al máximo que permiten los límites de los cuerpos, abrazo y gemido fueron los halagos recibidos en la entrada triunfal. Las bocas de cada quien se esconden en el cuello del otro, sentimos el fragor de la calentura que nos consume a fuego lento.
En este momento celebré la pausa que impuso cuando me sacó de su boca, de otro modo me habría impedido el disfrute prolongado que ahora estoy gozando.
Los pies casi enlazados en mi cintura le permiten elevar la pelvis, colaborar en la penetración intensa, los movimientos convulsivos, intensos y caóticos nos pierden en sus vericuetos pasionales, turban la razón y enrarecen los sentidos. Deambulamos en un mundo de sensualidad y lujuria, perdidos en la nebulosa de la intensidad y fragor del bombeo continuado dentro de su ardiente conchita.
De nada me sirvió desviar la concentración, la urgencia de la carne se impone perentoria y exige una reparación a tamaña calentura.
Raquel sabia en leer los gestos del macho, presiente que me está llegando el momento supremo, cuando la calentura turba la razón y todas la prevenciones.
- ¡No pares! ¡Sigue, sigue, fuerte…! ¡Acaba dentro… dentro mío!!!!
Sus palabras sonaron a trompetas de gloria, era el más maravilloso sonido que mi carne podía haber escuchado, dejarme ir dentro de ella era como entrar al séptimo cielo y tocarlo con las manos. – ¡Ah, ah, AHHH…..!
Fue lo más que pude decir cuando la copiosa acabada fluyó de mis entrañas para llenar las suyas. La abundante cantidad de esperma parecía estar en relación con la proporción de mi abstinencia y su ansiedad, fue el momento liberador de los deseos prolongados e intensos convertidos en una descarga efusiva.
- ¡Cómo vas?
Fue la pregunta que me surgió luego del delirio de la efusiva y copiosa venida dentro de ella.
- ¡Acabé! Fue cuando te venías dentro mío, esa leche caliente me arrastró el orgasmo.
- estaba tan… tan… no sé como decirlo… -Caliente dijo ella – Sí.. sí eso, tan caliente que mi propia
calentura me hizo perder el sentido de todo, solo podía estar en la leche que salía de mí…
Nos besamos, seguía enlazada a mi cintura, no quería que me saliera de ella, gustaba sentirme dentro, ajustado en su carne. Podía sentir los tardíos latidos de su orgasmo, sorprendente perfección en su técnica, presiona con mayor energía que antes la menguante rigidez del dardo de carne. No quería salirse, quería sentir la espada de mi carne envainada en su estuche sensual.
Calmos y disfrutando del clímax resultante, sin palabras, solo sentir, cada quien ensimismado disfrutamos ese instante de goce que deviene de un polvo tal exigente como el que acabamos de de vivir.
Raquel yacía boca abajo, viajando por el delirio del intenso orgasmo. Coloqué mis piernas a ambos lados de ella, ahorcajado sobre sus nalgas, mis manos se aferran convulsivamente a la almohada que ahora reposa bajo su vientre, mientras el cuerpo de la mujer se proyecta hacia delante y eleva sus caderas para ofrecérseme franca y sumisa.
La penetración fue gozada, más calma, pero tan intensa como la previa. Se prolonga en tiempo y espacio, todo va tomando ritmo y la calentura asciende por la espiral que nos lleva de lleno al fragor de metisaca intenso y convulsivo, se contraen sus labios, aprieta mi verga, técnica eficiente que exige concentración para no dejarme llevar por esa forma de cojerme. Porque es ella quien gobierna las acciones, quien está conduciendo mi calentura, levándome a sensaciones inéditas.
Se mueve y agita, siempre hice gala de prolongar por mucho tiempo mis relaciones sexuales, pero con ella se me han quemado los papeles, los tiempos se acortan, la acción de la hembra reclaman la eyaculación, apremian el deseo y acortan el tiempo. Puedo sentir como la esperma generada comienza a emprender el camino hacia la liberación, la siento fluir desde lo profundo de mis riñones, un tropel de emociones se encaminan hacia el destino final: el orgasmo.
- ¡Por Dios ¡Toma! ¡Toma! – exclamé.
La boca reseca, labios entreabiertos, visión nublada solo me permitía vislumbrar la silueta de la mujer que poseía y entregaba mi semen. Entre gemidos y gruñidos entrecortados acabé un verdadero torrente de espesa leche dentro de la concha de Raquel. Seguí apretando mis rodillas contra sus caderas, elevando mi cuerpo por sobre el de ella, entrando más en cada chorro de semen, disfrute en la abundante enlechada hasta el último estertor con la última gota de semen regado.
El guerrero descansa sobre el dorso de la hembra servida con el semen del macho, dos humanidades en el más puro y primitivo de los placeres, el sexo a pleno, total y sin reservas.
Nuevamente me pide seguir encima de ella, prolongando ese placer que siente cuando el hombre que la hace feliz se queda prolongando su propio goce, acompañando su orgasmo tardío pero igualmente satisfactorio.
El reloj dijo que habían transcurrido casi cuatro horas desde el inicio, nuestro reloj biológico indicaba otras sensaciones. La despedida tan solo fue un hasta mañana, dicho desde el vano de la puerta, cuando anudó el lazo del cinturón del impermeable, llevándose en su mirada la imagen del reposo del guerrero tan luego de una ardorosa batalla.
Después de este encuentro se sucedieron varios, casi todos los días de esa semana estuvieron agitados por los encuentros de sexo con Raquel, tampoco faltó probar como era hacerlo analmente.
En todos los encuentros siempre campeó la lujuria y el deseo como expresión de máxima, buscando sacar lo más y mejor de nuestras ganas puestas en función del placer compartido. Justamente en una de las últimas veces Raquel llegó con la alegría exultante y las ganas tan explícitas que me dijo:
- Luis, ahora es el momento de mi regalo. Bueno tengo dos… uno decirte que soy muy feliz y el otro te lo
voy a dar ahorita mismo.
Se colocó entre mis piernas, bajó los pantalones y sacó el miembro del boxer, arrodillada delante de mí, lo tomó en sus manos y comenzó a sacudirlo, despacio y sin dejar de mirarse en mis ojos, controlando cada gesto, cada gemido. Comenzó a mamarme, como siempre pero de otro modo, con otra intensidad, con otra concentración, con otro entusiasmo, de tal modo que prontito me llevó al límite de mi resistencia.
Apretaba por la base del pene para yugular y sofrenar la inminencia de la venida, técnica que repitió un par de veces hasta hacérseme insostenible, las manos tomando con fuerza sus cabellos le dicen cuánto.
Vuelve a mamar con renovado entusiasmo, sacude con intensidad y chupa con fruición, mis manos enredadas en sus cabellos atraen su cabeza para sostenerla ante la inminencia de lo previsible. Un bramido la previene, ella accede, sus ojos confirman que está dispuesta al recibirme, el final feliz se acerca…
- ¡Ahhhh! -Fue lo último que alcancé a pronunciar antes de venirme en su boca.
Raquel recibió la enlechada, la primera luego de dos días sin tocarla, copiosa y espesa. Comenzó a tragar uno tras otro los chorros que le inundaban la boca y resbalan garganta abajo. Mis gruñidos eran muestra evidente del glorioso disfrute que me proporciona venirme dentro de su boca, sigue chupando y apretando el miembro hasta que debe abrir la boca para no atragantarse y algo de leche se le escurre entre la comisura de sus labios.
Mis ocupaciones me tuvieron poco más de un mes fuera de la ciudad, ese mismo viernes compartimos la cena, llevé vino que traje del viaje y al momento de probarlo, el Domingo propuso un brindis, algo poco usual, entre la pareja había como un brillo de complicidad en sus miradas, un secreto privado tal vez?, develado en el levar de las copas… Luis, brinda con nosotros, por que… ¡vas a ser tío!
- ¿Cómo es eso?
- Pues como es casi siempre, Raquel está embarazada.
- Domingo la embocó por fin. – risas.
Momentos más tarde ella me daría un abrazote y beso, para coronar con un…
- ¡Gracias!, eres un gran tipo, vamos a ser padres y vos tío.
A buen entendedor…
Espero tu comentario y tus experiencias enriquecedoras para compartirlas.

Mi Fantasía Transexual

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El follamigo de Abella


Mi fantasía, 1ª parte

Me llamó Eneas, tengo 27 años. Ésta es mi fantasía en mi papel de Alicia: transformada para perder la virginidad femenina en manos de dos machos que me usen y humillen convertida en mujer.
Es miércoles a las 5pm, estoy llegando al motel. Estaciono el auto, tengo un vacío en el estómago y las manos me tiemblan de nervios. Sé que en el Bar del motel me están esperando Braulio y su hijo Rubén. Hace unas semanas los contacté por Internet y después de varias charlas e intercambios de fotos y fantasías, decidí que sean ellos quienes estrenen mi lado femenino.
Apago el auto, tomo la maleta con mis ropas femeninas y subo las escaleras rumbo a la recepción, las piernas también me tiemblan. Pido una habitación y pago en efectivo. Llego al Bar, sólo hay cuatro parejas, así que los identifico de inmediato. No me mintió Braulio, hombre maduro de 54 años, robusto y grueso sin llegar a ser gordo, un poco calvo, pero varonil; su hijo (o hijastro) unos 23 años, fuerte, no muy alto, con el pelo corto y cara de perverso. Me ven y me llaman. “Ven para acá Alicia, aunque te vistas de hombre sé que quieres nuestras vergas”, me grita el hijastro, para que todos lo oigan. Los pocos que están en el Bar me voltean a ver, me siento humillada y excitada. Me encanta darme cuenta que empiezo a pensar en mí en femenino y ya no en masculino.
Tomo asiento en la mesita con ellos y, sin siquiera saludarme, Braulio me dice “no te queremos ver así putita,… no nos gustas con tu ropa de hombre, sube a transformarte y avísanos cuando estés lista”. Me levanto y su hijo me da una palmada en las nalgas y, otra vez, en voz alta, me dice “ya quiero gozar de ese culito virgen” y todos lo oyen. Ya no me siento tan avergonzada, por el contrario siento que empiezo a entrar en mi papel de mujer que va a ser gozada por dos machos. Rubén me acompaña al cuarto para traerse la llave y que él y su padrastro suban sin problema cuando yo esté lista para ellos.
En el elevador Rubén me toma de la cintura, me da la vuelta y me aprieta contra una de las paredes, me desliza la mano por en medio de las piernas y me dice “pronto tu ano va a estar abierto y escurriendo semen”; toma mi mano y la jala para que toque su pene, le tallo la verga por encima del pantalón y le digo “hazme lo que quieras”. Me gusta que sea más bajito y joven que yo, me siento más dominada, usada y humillada.
Caminamos por un largo corredor, abro la puerta de la habitación y, antes de entrar al cuarto, otra vez le aprieto y acaricio la verga a Rubén por encima de la ropa. Cierro la puerta.
Vengo completamente depilada, pasé toda la tarde de ayer rasurándome, abro la maleta, guardo mi ropa de Eneas, y saco la ropa para transformarme en Alicia. Me unto de crema con brillantina generosamente, la piel con pequeños y coquetos cristales me ayuda a verme más femenina. Me pongo medias negras, con liguero, una pantaleta de encaje negro y rosa que levanta mis nalgas y me deja apretar muy bien mi pene para que no se vea. Un sostén también negro de encaje rosa que da forma a mis pechos y, claro, me pinto los labios. La peluca de pelo lacio hasta el hombro. Me maquillo de forma ligeramente escandalosa, para verme más femenina y “dispuesta”. Las pestañas postizas me encantan, me pongo las uñas de gel, aretes de imán, una pulsera y collar. Saco el lubricante y pongo unas gotas en mi ano. Me pongo los zapatos de tacón alto que Braulio me pidió en sus mensajes de texto cuando arreglábamos la cita. Estoy lista, les mando un mensaje por celular.
Pasan tres minutos que me parecen eternos y por fin la puerta se abre. Braulio, pasa primero, su hijo viene atrás. Me dicen “hola perrita, ¿lista para probar verga y tomar semen?”. No digo palabra, solo muevo la cabeza asintiendo.
Me toman de la mano, me hacen caminar y posar para ellos moviendo la cadera y abriéndome las nalgas. Mientras camino, Rubén se frota las manos y Braulio se pasa la lengua por los labios. Ellos también están listos para cogerme, sus erecciones se notan a través del pantalón. Me hacen arrodillarme frente a ellos y los dos sacan sus miembros, son buenas vergas, no muy grandes pero gruesas, las acaricio con las manos y Braulio lleva la suya a mi boca. Es mi primera verga. La recorro con mi lengua y la saboreo. Rubén es más impaciente, me doy cuenta que él va a ser quien me maltrate y humille más, y me gusta la idea.
Mientras tenía en mi boca la verga de Braulio, Rubén se ha quitado la ropa y está totalmente desnudo, me jala del pelo y me mete de un golpe su pene en la boca; siento que me ahogo pero Rubén no me suelta mientras me dice “come verga, come verga, putita de mierda”. Me toma del cuello y siento como su polla empieza a ponerse bien dura en mi boca, logro zafarme y me lleva a que le lama los güevos, lo obedezco sin titubear. Ya me siento lista para ser hembra, ya despertó totalmente la mujer que llevo dentro.
“Don Braulio”, porque así me pide que le diga mientras me toma del cuello, no ha perdido el tiempo y ya está totalmente desnudo también, se sienta en la cama y me arrodilla entre sus piernas, mientras me hace que le lama la verga desde abajo hasta su punta, que ya está sacando líquidos deliciosos. Rubén se acerca por atrás y me jala las piernas, quedo a gatas mamando la verga de Don Braulio, mientras Rubén me abre las nalgas. Las jala y las abre, me mete un dedo y me ensaliva. Yo sé lo que viene y mi pene tiene una erección de la excitación y succiono más fuerte la deliciosa herramienta de Don Braulio.
Rubén pone la punta de su miembro en la entrada de mi ano, mientras con sus manos me abre las nalgas todo lo que puede. “Ahora sí Alicia, te voy a partir en dos, no sabes cuantas puñetas me he hecho estos días pensando en ti”. “No”, dice Don Braulio, “esta hembrita es mía, su flor anal es para mí”. De mala gana Rubén obedece y me talla su verga contra las nalgas y mete su mano en mi brassier y me pellizca los pezones mientras me insulta y me dice cosas al oído sobre cómo me va a coger una vez que su padrastro me desvirgue.
Don Braulio se pone de pie, me levante y me dice, “ahora sí Alicia, tiempo de ser hembrita”. Me acuesta boca arriba en la cama y se coloca sobre mí. Me besa el cuello y me muerde los pezones. Abre mis piernas, le pide a Rubén lubricante y él se lo pasa. Echa lubricante en sus dedos, busca mi ano y empieza a meterlos lentamente. Me dedea poco a poco, mi ano se abre rápido, ya que desde esa mañana lo había estado dilatando con juguetes. Braulio se da cuenta que vengo lista y me dice “así me gusta, que vengas ya abiertita para que te la meta sin piedad”. Me asusto un poco con su comentario, y quiero cerrar las piernas, pero él con mano firme me las abre, dobla mis rodillas y se prepara para montarme.
Siento que su pene se coloca en mi ano y empieza a empujar, despacio, despacio, mientras me dice “tranquila, te va a gustar, yo tengo experiencia con putitas primerizas como tú”. Poco a poco siento como la cabeza de la verga entra y después el resto del tronco se desliza con más facilidad. Firme pero suavemente siento como los güevos de Don Braulio pegan en mis nalgas ¡Ya la tengo toda adentro! Braulio empieza entonces a moverse dentro de mi. Siento como mi cuerpo se abre para recibir ese pene y como el dolor empieza a dar paso a esa sensación que hasta ese momento sólo había gozado cuando te metes un vibrador grande que te llena totalmente.
Empiezo a gemir y mi pene a ponerse duro, Don Braulio se da cuenta y me dice, bueno hembrita, “ahora sí, se acabó el caballero, va a empezar a cogerte un macho”. En ese instante Rubén que ya está sobre la cama sujeta fuertemente mis brazos contra el colchón y Braulio empieza a darme verga con toda su fuerza. El dolor es intenso y Braulio me dice “ahora soy tu amo, toma verga, ábrete putita, recíbela hasta el fondo”. Cada embestida es como si un toro me atropellara, siento su verga hasta adentro. Rubén sin soltar mis muñecas me mete su verga en la boca y me dice “mámala, mámala”. Me tienen así unos minutos eternos, Don Braulio dándome duro ya con mis piernas en sus hombros y Rubén tomándome del cuello metiéndome su pene hasta el fondo de la garganta. Yo ya me abandono a ellos. Ahora soy su muñeca de trapo y pueden hacerme lo que quieran.
Don Braulio empieza a embestir más fuerte, siento que va a terminar y entonces se detiene. Es el turno de Rubén para penetrar mis entrañas. Rubén me pone a gatas, hace que incline la cabeza hasta pegarla al colchón para que mi culo esté más abierto y apuntando hacia arriba, y entonces de un solo empujón me la mete toda. Quiero gritar, pero sólo muerdo las sábanas. Me penetra sin piedad, la mete y la saca completita cada vez, y su pelvis golpea mis caderas. Luego me agarra de la cintura y me penetra frenéticamente jalándome hacia su pene. Lo siento sudar y sus gotas caer en mi espalda. Me insulta, me jala el pelo, y yo empiezo sin darme cuenta a balbucear “así, más, más duro, cógeme”. Rubén le dice, “ya ves papá, esto es lo que esta perra quiere, verga dura y ruda”.
Don Braulio se trepa en la cama, levanta mi cara, se pone frente a mí y empieza a cogerme por la boca. Mientras Rubén me da por atrás con toda su fuerza y su peso. Braulio abre mi boca, me sujeta de los dos lados de la cabeza y penetra mi boca como si fuera un hoyo más, “te gusta que te cojan por la boca perra, verdad”. Yo ya no puedo decir nada, mis sentidos están saturados. Rubén me da la vuelta y ahora con mis piernas en sus hombros bien en alto, me vuelve a penetrar, empiezo a sentir una sensación que me marea en el cuerpo y empiezo a sacudirme.
Rubén me sigue dando verga y Braulio se coloca al lado de su hijo y empiezan a tomar turnos. Rubén me da una, dos, tres veces, y le pasa mis piernas a Don Braulio para que haga lo mismo con mis nalgas y mi culo. Me tiene a sí un buen rato, haciendo competencia entre ellos para ver quien me da más duro y quien me deja el ano más abierto después de cada “bombeada”. Me la meten a placer por turnos y luego entre los dos me levantan más las piernas casi doblándome en dos para ver que tan dilatado está mi ano.
Así, en esa competencia por partirme en dos, siento que mi cuerpo convulsiona y Rubén me da más duro y más rápido y me hace terminar a base de pura penetración. Mi semen me cae en mi propio pecho y yo me siento entre ondas de placer y confusión. Don Braulio dice “mira esta hembra sí goza la verga; sabe venirse con puro tubo por el culo”. Rubén me embarra mi propio semen en la cara y me obliga a probarlo, yo lo lamo de sus manos y le digo “lo que quieras, lo que tú ordenes” y le chupo los dedos.
Ahora me bajan de la cama, me jalan, porque ya no puedo ponerme de pie, mis piernas no responden. Ponen mi cabeza en el piso alfombrado y mis nalgas recargándose en el filo de la cama. Así, con las nalgas y el ano al aire y yo recargado con mi cabeza y hombros en el piso, empieza de nuevo la sesión de penetración. Pero esta vez alternan entre mi boca y mi ano. Braulio me penetra y luego me lleva directo su pene a la boca, yo lo limpio con desesperación. Esas vergas me tienen hipnotizada. Siento que estoy viviendo todas mis fantasías al mismo tiempo y no quiero que paren.
Yo no puedo hablar, solo gemir y decir “más, más”, decir sí a lo que me pidan. Me penetran y llevan su pene a mi boca, de mi ano directo a mis labios y yo sólo obedezco. Soy de ellos. Su juguete, un pedazo de carne al que pueden torcer o doblar como quieran. Del ano a mi boca y de mi boca al ano, lo disfruto. De pronto siento como Don Braulio empieza a meter un dedo en mi culo, luego dos, tres… cuatro. Y le dice a Rubén “está lista la muchacha, o diríamos la hembra en celo, porque de verdad que ha comido verga como las grandes”.
No entiendo para que dicen que ya estoy lista, pero no me importa.
Me cargan entre los dos y me suben a la cama. Don Braulio se acuesta boca arriba, y me pide que lo monte. Lo monto con su verga bien metida en mi ano. Lo cabalgo unos segundos mientras el aprieta mis nalgas y Rubén de pie, también arriba de la cama, me mete la verga en la boca. Estamos así unos 10 bombeos y Rubén se coloca atrás de mí. Siento como empieza a rozar mi espalda con su verga y la dirige hacia mi ano, que para ese momento ya es un agujero que recibe penetraciones sin resistencia. Entre el placer y el cansancio me doy cuenta de lo que va a pasar: ¡Me van a hacer una doble penetración anal!
Empiezo a sentir como el pene de Rubén busca entrar en mi ano junto con el de Don Braulio, y en vez de resistirme, sólo abrazo fuerte a don Braulio, me pego su cuello, como buscando fuerzas. Al estar abrazando a don Braulio me doy cuenta que le he manchado el cuello con rimel y maquillaje. Levanto la vista y el espejo de la cabecera de la cama me da una imagen maravillosa: Yo con el pelo todo revuelto, las medias rasgadas, la cara con restos de semen, el maquillaje corrido y al fondo mis nalgas abiertas por las manos de Rubén y su pene buscando convertirse en una verga que se junte con la de Don Braulio y me abra en dos. Empieza la doble penetración anal y el dolor y el placer me desquician, siento como el pene de Rubén se endurece y se une al de Don Braulio y empiezan a bombearme sin compasión. La sensación es enloquecedora, me muerdo la mano y la almohada para que mi grito no se escuche en todo el motel. Siento que desfallezco, todo da vueltas.
Entre nubes y momentos de semiinconsciencia siento como me siguen bombeando, como Rubén me mete sus dedos, como me bajan a la alfombra y me cogen como quieren. Todo es borroso. Me llevan al sillón, Rubén se sienta y a mí me sientan sobre la verga de Rubén y don Braulio me embiste de frente, con mis piernas en sus hombros, dándome una nueva sesión de doble anal que me parece eterna. Al final Rubén me abraza y me levanta mientras su pene me parte en dos. Don Braulio me pone a gatas y me da con furia mientras me dice “come tubo, perra golosa”. Ya no siento nada, su pene se desliza dentro de mí, pero mi ano ya no lo aprieta, estoy abierta totalmente. Todo es confuso y delicioso. Ya perdí la noción del tiempo.
La conciencia regresa a mí cuando me llevan a la regadera y el agua tibia cae en mi cuerpo, apenas abro los ojos, cuando siento que me secan bruscamente con una toalla. Estoy hincada en la regadera con las medias y mi sostén, y entonces empieza esa deliciosa lluvia de semen en la cara. Primero Rubén que me llena los labios y me unta su semen en los parpados. Luego Don Braulio que me hace poner las manos como si fuera a recibir una bendición y vacía su leche en mis palmas para luego pedirme que me unte su semen en la cara y el pecho. Lo obedezco sin titubear. Han terminado conmigo.
Don Braulio me da un beso volado y se despide diciéndome “ya eres una mujer bien puta, hoy te graduaste de zorra”. Rubén me pone su pene flácido en la boca y me dice “bésala porque esta verga ahora es tu nuevo amo” y me dice, “de verdad que aguantas tubo, ya te compartiré con mis amigos”.
Se visten y salen cerrando la puerta. Oigo sus carcajadas y voces estridentes en el pasillo. Me quedo así en la regadera exhausta, con el ano abierto de par en par, las piernas doloridas, la cara llena de semen y los labios con sabor a hombre. Sonrío, ya soy una hembra.

Mi fantasía, 2ª parte

“Toma perra, toma toda mi verga”, me decía Rubén mientras me tenía hincada en la alfombra con las manos atadas a la pata de la cama y me dejaba ir todo su miembro de un solo golpe cada vez que entraba en mi ano. Yo estaba bañada en sudor, con las medias estiradas, el pelo desordenado y el rimel escurriendo por mi ojos, completamente sometida a este joven, unos 5 años menor que yo, más bajo en estatura, alguien a quien en la calle en mi vida normal no hubiera volteado ni a ver, pero que en mi vida paralela me había ordenado que me transformara de Eneas, el heterosexual de día, a Alicia, la putita travesti de closet que él trataba como juguete.
Rubén y su padrastro Braulio, me habían estrenado como hembra hacía unas 3 semanas. Me habían cogido tan fuerte que, a pesar de haber sido lo que yo quería y había fantaseado toda mi vida, es decir, que en mi primera experiencia como mujercita fuera humillada y ultrajada, usada por dos machos; la verdad es que me había quedado un poco temerosa de repetir algo tan fuerte. Por esa razón, había decidido no volver a buscar a Braulio ni a su hijastro por un tiempo.
Sin embargo, eventualmente sucumbí a la tentación. Marque al celular de Don Braulio varias veces (me encanta decirle Don Braulio, lo siento más varonil de su parte y más femenino y sumiso de la mía), pero no me contestaba. Marque varias veces a lo largo de dos días y por fin alguien me contestó, era su hijastro. “Hola, quién habla…” se escuchó en el teléfono “soy yo, Alicia..” dije con voz temerosa y afeminada… “hola putita” me dijo “¿cómo has estado?… ya te habías tardado… ¿ya se te curó el culo de la cogida que te pusimos?…” No le contesté… le dije “¿está tu padre por ahí?”… al parecer le molestó mi pregunta porque me dijo… “sí, pero no te lo voy a pasar, me debes una cogida a mí y sólo a mí…” Yo estaba pensando en colgar cuando Don Braulio tomó el teléfono… “hola Eneas me dijo… ¿ya otra vez quieres ser Alicia?” Me preguntó… “Sí Don Braulio” le contesté” con la voz más sumisa que pude hacer… “Pues si quieres probar verga de nuevo, primero tendrás que cumplirle el caprichito a mi hijo..” me dijo y me colgó.
Lo pensé un par de horas y marqué. Rubén me contestó y me dijo, “ya viste, puede más tu calentura que tu orgullo” y procedió a darme sus instrucciones. Me ordenó que fuera completamente rasurada, ni un solo vello me dijo… “No quiero que lleves peluca ni joyas como la otra vez, sólo quiero que te pintes los labios y los ojos; no quiero sostén, para poder jalar y torturar tus pezones… lleva sólo medias de encaje con liguero, no quiero que lleves pantaleta, quiero ver tu pene moviéndose de un lado al otro mientras mi verga te parte en dos”.
Dos días después estaba yo en el cuarto del motel esperándolo, con mi liguero y medias como única ropa, los labios de rojo oscuro, los ojos maquillados y las pestañas alargadas, totalmente rasurada. Recibí un mensaje por celular: “ya llegué al hotel, cuál es el número de cuarto? Atte. Tu macho”… le contesté “107”. Esperé unos minutos y Rubén tocó a la puerta. Venía sólo, con jeans y playera blanca, traía una bolsa negra con una botella de lubricante. Entró al cuarto, cerró la puerta y en el pasillo de entrada me tomó del cuello, me dio la vuelta, me aplastó contra la pared y me abrió las piernas por atrás. Me dio unas nalgadas, con sus manos rasposas me acarició el pecho y me apretó los pezones muy fuerte. Para mi sorpresa desde atrás de mis nalgas deslizó su brazo y agarró también mi miembro y me lo apretó mientras me decía al oído “pobre pito de puta, que hoy sólo se va a mover de un lado al otro mientras la verga de tu macho te abre el ano en canal”. Cuando terminó de manosearme contra la pared yo ya estaba a mil, pidiendo que este joven arrogante me hiciera lo que quisiera.
Se quitó el pantalón y se sentó en la orilla de la cama, me hizo ir gateando hacia él y empecé a mamar su miembro, que no era muy largo, pero sí grueso. Me dijo que le lamiera muy bien los güevos y que recorriera su verga desde la base hasta la punta. Yo seguí sus órdenes y empecé a succionar su verga. Me tuvo así unos diez minutos, a veces él relajado tirado de espaldas en la cama y a veces tomándome del cabello y metiéndome su verga bien hondo mientras me insultaba y recordaba que era su juguete.
De pronto, para mí sorpresa, llamó a la recepción del motel y pidió que le subieran una bebida, yo intenté protestar o preguntar qué haría yo cuando llegaran, él sólo llevo su dedo a la boca y me dijo “silencio, sigue mamándome la verga”.
Yo seguí lamiendo su pene y su cuerpo, luego me pidió que subiera a la cama, así mientras yo mamaba su verga el empezó a meter sus dedos en mi ano. Tocaron a la puerta, yo quise esconderme en el baño, pero el presionó mi cabeza fuerte contra su pene que estaba dentro de mi boca y me dijo “tú sigue comiendo verga, quiero que vean que puta desvergonzada eres”.
“Pase” dijo Braulio “la puerta no tiene seguro”. Entró un joven con una charola y de entrada al vernos dijo “perdón, le dejo si quiere todo afuera” con voz apenada. Rubén le contestó “no, hombre, pasa, a esta perra que tengo aquí no le molesta que la vean mientras atiende a su macho”. En ese momento entendí por qué el maldito de Rubén me había pedido que no llevara peluca ni me transformara mucho, y también por qué había pedido que no llevara pantaleta para que mi pene no se pudiera esconder. El desgraciado había planeado esta situación y quería que el camarero se diera cuenta que este jovencito tenía a un hombre transformadito en su puta, su perra, rogándole que lo cogieran, además si este chavo me veía salir del hotel sin duda podría reconocerme. Así, hundí mi cabeza y lamí más fuerte con vergüenza y excitación.
Sin embargo, Rubén fue todavía más atrevido y le dijo al chavo, que debe haber sido de su edad “qué onda cuate, se te antoja que te la chupe un poco”… el joven titubeo y luego dijo “pues no estaría mal”. Yo quería salir corriendo, pero en ese instante Rubén me tomó del cabello y jalándome fuerte me dijo “ya oíste, párate y posa para nosotros y luego se la mamas”. Me pusieron de pie y tuve que posar para ellos, caminando moviendo la cadera, agachándome para mostrar las nalgas. Incluso me hicieron masturbarme para ellos acariciándome el pene con las manos, mientras tenía los muslos colgando de los descansabrazos de un sillón y ellos me insultaban.
Para mi vergüenza a lo largo de toda esa sesión humillante mi pene estaba bien erecto y listo para estallar. Cuando se aburrieron de burlarse así, el jovencito se acercó, abrió su pantalón y me hizo que le mamara la verga. Yo no opuse resistencia, estaba entre excitada y resignada. Empecé a mamar y pronto, en unos segundos, sentí su leche vaciándose en mi boca, intenté alejarme, pero me hizo tragar todo. Cuando se aseguró que había lamido todo y me hizo limpiar su miembro, se subió el pantalón y le dijo a Rubén, “que buena hembra tienes aquí”. Rubén no dejaba de aplaudir y reírse.
En cuanto se fue el joven, Rubén fue al baño, tomó una toalla y la rompió a lo largo, haciendo una especie de cuerda y con ella ató mis manos y me hizo tirarme en la alfombra para amarrar mis dos manos a una de las patas de la cama. Cuando ya estuve bien amarrada me dijo “levanta las rodillas”. Así con la cara pegada al piso, las manos atadas, las rodillas abiertas y el culo levantado en el aire, sentí como Rubén abrió mis nalgas y empezó a aplicarme lubricante. Pronto sentí su pene duro tallándome la espalda y sin previo aviso me dejó ir toda su verga de un golpe. Yo grité, pero el bombeo de la verga era tan fuerte y rápido que pronto preferí morderme los labios. Fue increíble, Rubén me estaba dando tan duro y tan rápido que no podía ni siquiera hablar sin que mis palabras fueran entrecortadas, yo berreaba de dolor y de placer.
Se detuvo un momento y yo ya tenía mi ano muy abierto, entonces sentí como vaciaba lubricante dentro de mi recto, que estaba abierto de par en par y empezó a meter su mano. Dos, tres y hasta cuatro dedos, me metía casi toda su mano sin piedad, movía sus dedos adentro y yo estaba desquiciada de la sensación que era muy intensa. Mi pene estaba erecto y con su otra mano Rubén lo tomó y empezó a masturbarme, fue brusco pero me hizo terminar en unos segundos.
Se me corrió el rimel y mi pelo estaba todo desordenado. Después de eso, volvió a penetrarme más fuerte y mientras tenía su verga adentro, también metía algunos dedos de su mano. Yo sentía que en cualquier momento me iba a partir en dos. Así me tuvo un largo rato, con su verga y sus dedos entrando en mi ano al mismo tiempo, dilatando mi esfínter al máximo, yo mordía la alfombra y las lágrimas de dolor y disfrute corrían por mis mejillas. De pronto empecé a sentir que Rubén jadeada y en un instante sentí su leche derramándose en mis intestinos, terminó dentro de mí y se quedó quieto mientras su verga se ponía flácida. Poco a poco su miembro se salió de mi ano y entonces me dio una nalgada y me dijo, “listo, yo ya acabé contigo, ahora sí ya puedes pedirle a mi padre que te atendamos juntos”.
Me dejó amarrada, empapada en sudor y me dejé caer completamente en el piso. Sentía mis nalgas arder de tantos manazos que me había dado, mi ano lo sentía abierto completamente. Me imagino que dormité un poco, porque de pronto Rubén me dijo “ya me voy”, y se veía que se había dado un regaderazo. Me dio una nalgada final, me lanzó una mirada burlona y me dijo “Hay Eneas, de verdad que eres una gran perra, de verdad que la verga es lo tuyo, eres un buen juguete sexual… mi travesti Alicia”. Caminó hacia la puerta y salió del cuarto. Yo me decidí a quedarme así un rato tirada en la alfombra para disfrutar y saborear todo el ultraje del que acababa de ser objeto.
Entre sueños oí que tocaban la puerta y cuando desperté vi que estaban entrando al cuarto el camarero que hacia un rato había terminado en mi boca, pero esta vez traía un amigo, los dos estaban asombrados de verme con las medias de encaje negras llenas de lubricante y salpicadas de semen, al tiempo que de mi ano la leche de Rubén seguía escurriendo y se goteaba hacia mis nalgas rasguñadas.
Yo me sentía tan puta y sucia que los voltee a ver y les dije “¿que nunca habían visto a una putita bien cogida?”. Los dos jóvenes se acercaron y se les veía entre tímidos y decididos y me dijeron “te queremos coger… los dos”. Yo no dije nada, me solté las manos, me puse de pie. Los dos deberían medir 1.60 metros, delgados, yo con mi 1.80 de estatura los veía para abajo. Se veía que no sabían qué hacer, así que me acosté boca arriba en la cama, levante mis piernas al aire mostrándoles mis nalgas y mi ano dilatado y les dije “vengan, cójanme, soy suya”.
El primero se subió a la cama con su pene ya bien erecto y de tamaño mediano, puso mis piernas en sus hombros, buscó mi ano y empezó a bombearme. La sensación era deliciosa, mi ano estaba tan dilatado y lleno de lubricantes y fluidos que disfrutaba cada penetración al máximo. El otro también se subió a la cama y mientras su amigo me penetraba me llevó su pene a la boca. Me lo puso enfrente y yo le lamía los güevos y la cabeza de su verga, mientras con mi mano acariciaba su tronco. El que me penetraba pronto empezó a jadear y su amigo le dijo “no te vayas a venir adentro de este travesti, porque yo también me la quiero coger”, el amigo se salió y terminó encima de mí. Fue una gran eyaculación, me salpicó hasta la cara y me embarré con mis manos su semen en todo mi abdomen y pecho, nunca había visto tanto semen salir al mismo tiempo.
El otro sacó su pene de mi boca, me dio la vuelta, me puso en cuatro patas y me empezó a penetrar. Este jovencito era más rudo, me daba fuerte y me jalaba el pelo. La sensación de nuevo era muy rica, estaba descubriendo que no hay nada mejor que coger después de que te han reventado el culo, todo se deslizaba tan rico. Me cambiaron de posición, el que me estaba penetrando se puso boca arriba en la cama y me dijo “móntame princesa”, me encantó que me dijera “princesa” y me monté enseguida encima de él, me puse en cuclillas y él me daba hasta el fondo. Después de unos minutos de estarlo cabalgando me dijo “ya voy a acabar, pon tu boca mi amor”, saque su pene de mi ano y me lo llevé a la boca y recibí una buena descarga de leche en mis labios. Me gustó mucho que me dijera “mi amor” y de premio le lamí bien su verga y sus testículos hasta que quedaron limpiecitos. Seguí lamiendo su miembro hasta que estuvo totalmente flácido entre mis manos. Tan pronto acabaron los dos se pusieron la ropa y se fueron sin decir nada, ni sus nombres supe, ni ellos preguntaron mi nombre de mujer.
Era increíble, era apenas mi segunda sesión transformada en mujer como travesti de closet y ya había probado el semen de 4 hombres: Don Braulio, Rubén y ahora estos dos jóvenes meseros del motel.
Me vi al espejo, mi cuerpo estaba lleno de magullones, los muslos rojos, la cara llena de rimel escurrido, el ano abierto como un túnel… me metí a bañar y en la regadera me masturbé pensando en todo lo que me habían hecho. Bajé al estacionamiento, vi los muchachos en el vestidor del motel, me dio un poco de vergüenza, aceleré el paso y me fui a casa.
Mi fantasía, 3ª parte
Una semana después del encuentro con Braulio, un miércoles a media mañana, recibí un mensaje de texto en el celular: “Eneas… o mejor dicho Alicia, como ya le cumpliste el caprichito a mi hijo de dejarlo que te ultrajara a su antojo, ahora sí tienes derecho a volver a disfrutar de mi pene, márcame, tu amo, Braulio”. Enseguida le marqué. “Don Braulio” (como me gustaba decirle al hombre que me hizo mujer por primera vez)…“Don Braulio, cómo está” le dije con la voz más suave que pude “dígame en qué puedo complacerlo”…. “Hola mi mujercita con pene”… me contestó… “ya quiero gozarte de nuevo… además tengo un gran plan para ti… te voy a mandar una dirección… es la de mi taller mecánico… te espero ahí pasado mañana a las 6pm, sin falta, más te vale que estés ahí o nunca más probaras mi leche en tu boca… no te preocupes por la ropa para que te transformes… yo ya te compré ropita de puta”… “ahí estaré Don Braulio”… le respondí”… “ven lubricada y dilatada… te vamos a partir en dos… ahora sí sabrás lo que es ser cogida”… “pero… Don Braulio…” titubeé “es una orden zorrita!!!”, me dijo subiendo la voz y colgó.

Me quedé temblando, en parte por excitación en parte por miedo. Don Braulio (ver relatos previos) y su hijo Rubén realmente me habían sometido a sesiones brutales de penetración anal, así que no imaginaba que sería para ellos “una verdadera cogida”. Esa noche no dormí, en parte por inquietud y temor, en parte masturbándome pensando en lo que me esperaba.
El viernes a las 5.50pm estaba ahí puntualita, efectivamente era un taller mecánico clásico: cortina de metal cerrada, color amarillo y negro, con su anuncio de Bardahl en la entrada. Me estacioné a dos cuadras, para que no vieran mi auto, lo que después resultó ser un error. Me bajé, llevaba jeans y una camisa polo de manga corta, iba vestido como el heterosexual que soy de día. Toqué una puerta de metal algo oxidada que parecía la entrada de servicio. Esperé unos segundo y me abrieron. Rubén abrió la puerta y me dijo “mírala puntualita”, me agarró del cuello, me obligó a agacharme y darle un beso a su pene por encima de su pantalón, mientras me decía “ya te está mi esperando mi miembro bien tieso para seguirte haciendo más grande el ano”. Después de tenerme unos segundos besando su miembro por encima de su pantalón, me hizo pasar al fondo del taller, que era una bodega mediana con herramientas en las paredes, una mesa de trabajo y el centro completamente despejado y de cemento. Ahí estaban ya Don Braulio y dos hombres más, igual que él, de entre 40 o 50 años, fuertes, no muy atléticos, pero varoniles. Uno, Ricardo, era casi de mi estatura, yo diría 1.80 metros un poco llenito, medio calvo igual que Braulio, con una pancita acorde a la edad. El otro más bajito, Tony, 1.70 más regordete pero con brazos muy fuertes y dedos y manos muy gruesas. Todos se veían sudorosos y de profesión similar a la de Braulio y su hijo.
Sin embargo, lo que más me hizo brincar el corazón fue que en el centro de la bodega, estaba Lucrecia, una chica delgada, de unos 25 años, de piel muy blanca. Estaba hincada con tan sólo una pantaleta de encaje negro y un sostén similar. Estaba masturbándose mientras los demás la veían y le decían “así zorrita, suéltate, ya todos te hemos probado y sabemos lo que te gusta”. Me sentí avergonzado y excitado de que hubiera una mujer ahí. Avergonzado porque era la primera vez que aparecería como travesti ante una mujer, y excitado por lo que podía hacerse con su vagina y mi ano en manos de cuatro machos rudos como los que se estaban preparando para disfrutarnos.
Al verme llegar Don Braulio grito “por fin señores, ya todos sabemos que Lucrecia va a ser el plato principal, pero aquí Eneas… perdón Alicia (dijo con tono burlón)… va a ser el postre… un postre mixto hombre y mujer… que sólo tiene un agujero, pero se lo vamos a dejar bien grande”… dicho eso me señaló una puerta pequeña al fondo de la bodega y me dijo en voz baja “ve y cámbiate perrita… allá está tu ropa para esta ocasión”.
Atravesé la bodega entre la mirada de Rubén, Ricardo y Tony. Entré al cuartito y ahí encontré lápiz labial, maquillaje para los ojos, unos aretes de presión y, la pieza principal de mi vestuario: un mallón de lencería, de cuerpo entero y encaje blanco. Había en el fondo del cuartito un espejo viejo y roto puesto como vestidor. Me puse el mallón de encaje que me cubría las piernas, de manga larga, sólo con aberturas en la posición de los senos y en la entrepierna, lo que dejaba abierto el acceso a mi ano para lo que vendría esa noche, y a mi pene que estaba erecto a más no poder. Una botella de lubricante estaba también al lado del espejo con una nota que decía “putita lubricada, vale por dos”.
Pensé que todos esperarían mi salida para iniciar, y que me recibirían con la excitante sesión de insultos y amenazas de ultraje, pero no fue así. Estaba poniéndome los aretes de presión cuando empecé a escuchar gemidos femeninos y gritos de… “más, dale más, pártela en dos… déjasela ir hasta el fondo”. Salí del cuarto completamente transformada en Alicia y me encontré con el espectáculo de Don Braulio acostado boca arriba en el piso de la bodega, mientras los otros tres sostenían a Lucrecia en el aire, con las piernas abiertas y la bajaban poco a poco sobre la verga de su macho. La subían y bajaban completamente, manoseándole los senos, que ya estaban rojos de tantos apretones y llevando la verga de Don Braulio directo hasta sus nalgas y el fondo de sus entrañas. Lucrecia se veía gozando y sufriendo de una penetración en la que ella no podía definir ni ritmo ni profundidad. Era una muñeca de trapo en manos de 4 gorilas.
Yo estaba disfrutando la escena cuando Tony me dijo… “por fin ya esta aquí nuestra mujercita de un solo agujero… ven acá puta y lámenos las vergas”… Así, mientras ellos seguían subiendo y bajando a Lucrecia sobre la verga de Braulio, yo empecé a lamer su penes. Iba de uno a otro, lamiendo bien sus testículos y limpiando los fluidos que les escurrían de las cabezas de sus vergas duras y brillosas. De pronto pararon y nos dijeron “ahora unos besos de nuestras zorras”… Lucrecia se acercó a besarme y yo le correspondí. Fue una sensación increíble porque me sentí mujer besando a otra mujer, una lesbiana hecha y derecha. Mientras nos besábamos Rubén y Ricardo metían sus penes entre nuestras bocas y los lamíamos y chupábamos, cruzando nuestras lenguas con sus miembros e intercambiando fluidos. Tony y Don Braulio, mientras tanto empezaron a introducir sus dedos en nuestros orificios sexuales. En mi caso metían sus dedos en mi ano y a Lucrecia le reventaban la vagina con dos o tres dedos de cada mano al mismo tiempo. Se veía que mi compañera ya estaba bien entrenada, porque su cara era de enorme placer. Así estuvimos un rato, nos cambiaban de pene, llegaban profundo a nuestras gargantas, nos tomaban de la cabeza y nos cogían por la boca. A veces tenía dos penes al mismo tiempo en los labios, a veces lamía testículos mientras Lucrecia lamía troncos, mientras seguían penetrando con sus dedos nuestros orificios.
“Ahora es momento de volver a coger” dijo Ricardo, y puso Lucrecia boca arriba con las piernas al aire, Rubén me puso a mí al lado de ella, yo viendo hacia un lado y ella hacia otro, de tal forma que nuestras bocas podían besarse. Primero fue el turno de Lucrecia, Ricardo empezó a bombearla sin piedad, la veía sacudirse con cada penetración, Rubén levanto también mis piernas, las puso en sus hombros y empezó a penetrar mi ano, con su estilo rudo y sin piedad. Yo empecé a gemir y todos me decían “eso, gime mujercita, para que veas lo que es ser verdadera hembra”. Mientras nos cogían, Braulio y Tony ponían sus penes en nuestras bocas, así Lucrecia y yo nos besábamos mientras les hacíamos sexo oral. Tomaron turnos, y pronto los cuatro, Braulio, Rubén, Tony y Ricardo ya nos habían penetrado a las dos. Cada vez que dejaban de penetrar a Lucrecia llevaban su pene a mi boca para que les limpiara la verga de fluidos, y cada vez que dejaban de bombearme a mí, me hacían también limpiarles bien el pene para “no ensuciar” a su hembrita que era el plato fuerte. Luego pusieron a Lucrecia a gatas y a mí hincada a su lado, con mi boca cerca de su vagina y su ano, de esa forma terminaban de penetrarla por la vagina y yo de inmediato limpiada sus miembros. Rápidamente se prendieron y a Lucrecia le tocó el inicio de su sesión anal, la penetraban por el ano y yo bien pegadita a su hoyito trasero limpiaba las vergas de nuestros machos cada vez que salían de sus intestinos. Era muy excitante y Lucrecia tenía orgasmo tras orgasmo, mismos que yo limpiaba con frenesí.
Luego fue el turno de una doble penetración para mi compañera, y mientras dos de ellos la penetraban, a mí me dieron el trabajo de lamer y chupar los pitos de los dos que esperaban su turno. A Lucrecia la debieron estar cogiendo en doble penetración unos 20 minutos, en todas las posiciones imaginables, mientras yo era como Rubén me gritaba “una maquina chupa vergas para que a la verdadera hembrita no se le enfriarán los fierros que la violaban”. Lucrecia estaba bañada en sudor, con la vagina roja de tanto roce y el ano completamente dilatado, a veces cuando ella pedía un descanso, yo tenía que mamar las cuatro vergas de estos gorilas para que no dejaran de estar bien duras, y luego lamer la vagina y el ano de mi compañera para ayudarla a volverse a lubricar. Cuando ella recobró el aliento, de nuevo Don Braulio se tendió en el piso y ella lo montó, Tony le llegaba por la espalda y la penetraba por el ano y Rubén le metía su verga en la boca mientras Don Braulio tenía su vagina. Luego, Ricardo me subió a la mesa del taller y puso mis piernas en sus hombros y me empezó a dar sin piedad. Ricardo tenía una verga muy larga, aunque no muy gruesa, que me llegaba muy profundo, y cuando intentaba detenerlo para que no me la metiera toda, lo único que conseguía era que me abofeteara y me diera todavía más fuerte y abriera más mis nalgas para metérmela más hondo.
De nuevo tomaron turnos, pero esta vez conmigo, y cada uno de ellos me violó en esa mesa, a veces con mis piernas en sus hombros a veces yo paradita con los codos recargados en la mesa y ellos dándome por atrás. Así estuvieron un rato hasta que dijeron “hora de despachar el plato fuerte”. Entonces pusieron a Lucrecia boca arriba en el piso, le abrieron las piernas y empezaron a bañarla con sus eyaculaciones. Me hicieron arrodillarme frente a ella y untar todo el semen sobre su cuerpo, como si fuera crema bronceadora. Lucrecia disfrutaba con mis manos frotándole semen por todo el cuerpo y me dijo “bien hecho Alicia, vas a ser buena compañera y asistente”… Se paró, entró al cuartito y salió en unos segundos con unos pantalones y una sudadera deportiva. Caminó hacia la puerta del taller, la abrió y me dijo “bye perrita de ano abierto”. Yo en eso momento intenté pararme e ir también por mi ropa, pero Braulio me sujeto y me dijo “tú te quedas, ya se fue el plato principal… ahora queremos el postre”… Lucrecia vio todo desde la puerta y me dijo “suerte, la vas a necesitar, yo que tu iba por más lubricante…” me lanzó una mirada burlona y se fue.
Apenas Lucrecia cerró la puerta, los cuatro machos se pusieron frente a mí, cada uno con su verga recién deslechada y Rubén me dijo “lámelas todas hasta que se paren de nuevo”. Quería huir, pero también quería ser su postre, así que de nuevo empecé a chupar esas vergas que ahora olían y sabían a sexo más fuerte que nunca. Rubén fue el primero en tenerla dura por segunda ocasión y me puso rápidamente en cuatro patas y empezó a penetrarme, mientras yo seguía lamiendo a los demás. Cuando los otros ya se habían recuperado, entonces Braulio abrió una gaveta del taller y sacó una lata de lubricante y la vacío en mis nalgas y mi ano, ardía un poco pero me dijo “créeme que para lo que sigue, vas a agradecer que te aceite como máquina… porque ahora sí te vamos a medir el aceite a fondo…” todos se rieron y yo sólo cerré los ojos.
En un segundo Braulio, Rubén y Ricardo me levantaron en el aire, con las piernas abiertas, como le habían hecho con Lucrecia al principio de la sesión, y Tony se tiró en el piso y me bajaron sobre su verga, me entraba muy profundo. Sin piedad alguna me subían despacio sacándome el miembro de Tony poco a poco y me dejaban caer de un solo golpe. Yo sentía como mis intestinos eran penetrados y violados sin compasión, y lo peor era que lo estaba disfrutando y gemía de placer como la mujercita en la que estos cuatro brutos me estaban transformando. Los cuatro de nuevo hicieron turnos en el piso recibiendo mis nalgas, y los cuatro me penetraron en esa posición que tanto vi gozar a Lucrecia, mientras yo me sentía una muñeca de trapo en sus garras. Luego uno de ellos se sentó en la mesa del taller y llevó mi boca a su pene, mientras los otros tres hacían fila para abrirme el ano y las nalgas por atrás. Me pusieron en todas las posiciones que se les antojó, me hacían sentarme encima de uno de ellos, mientras los otros me ahogan con sus vergas en la boca, me ponían de rodillas y mientras uno me cogía por atrás los otros me daban de nalgadas o me jalaban los pezones. Así fui a acabar montando de nuevo a Tony y en ese momento Rubén y Braulio agarraron mis piernas y le dijeron a Ricardo “hora de la doble penetración de esta perrita”. Yo, que ya sabía que mi sesión no terminaría sin una dosis de doble penetración anal, apreté los dientes y me prepare a recibir la segunda verga en el culo. Ricardo pidió ser el primero, entró de un golpe, quise llorar, pero pronto pasó el dolor y de nuevo me invadió una sensación desquiciante de placer que quería volverme loca. Sentía que era irreal y todo daba vueltas, no quería que pararan. Ricardo se salió y fue el turno de Rubén, que no tuvo piedad y sumando su pene al de Tony me abrió el ano de par en par. Ya tenía el ano tan abierto que cuando dejaban de hacerme la doble penetración ya no sentía el pene de Tony que seguía dentro de mí. Luego fue el turno de Don Braulio, que me daba tubo súper fuerte y me jalaba el pelo.
La doble penetración anal cambió de posición, ahora dos de ellos se tiraron en el piso, uno encontrado con las piernas del otro, de tal forma que sus penes coincidieran como una gran verga doble y los otros dos me cargaban y daban de sentones sobre los dos penes que me taladraban las entrañas. Eran tantas las sensaciones mezcladas, que mi pene que había estado erecto durante toda la sesión, estalló en una eyaculación que me hizo convulsionar. Celebraron diciendo “de verdad que a este le encanta la macana, esta acabando sólo a base de verga”… Rubén dijo… “es su segunda vez de acabar a base de pura verga, de verdad es buena hembrita… cuando mi papá y yo lo desvirgamos hizo lo mismo”.
Yo creí que la sesión había llegado a su fin y me preparaba para recibir su segunda descarga de leche de la noche, pero entonces Don Braulio dijo “ahora sí, agárrenmela bien, que no se mueva”. Rubén, Tony y Ricardo se lanzaron sobre mí, pe pusieron a gatas, empujaron mi cabeza hasta el piso y me abrieron las nalgas. Don Braulio se puso atrás de mí, me echó más de su aceite y empezó a meter tres, cuatro dedos en mi ano y me dijo “te voy a hacer un fisting, te va a gustar y además vas a quedar más abierta para que en próximas sesiones aguantes todavía más verga”… Le supliqué que no lo hiciera, que me iba a lastimar, pero fue inútil, poco a poco sentí como su mano iba entrando a mi cuerpo, centímetro a centímetro, las lágrimas escurrían por mis ojos, pero también lo estaba gozando. Cuando su mano entró por completo fue una sensación enloquecedora, dolía mucho, muchísimo, pero al mismo tiempo me sentía “llena” y con enorme placer. Don Braulio sacó la mano y volvió a introducirla, hizo lo mismo dos o tres veces y entonces dejé de ofrecer resistencia y me dejé caer como bulto en el piso. En ese momento me soltaron, se pusieron de pie y conmigo tirada en el piso boca abajo, llena de aceite, con el mallón de encaje blanco rasgado, se masturbaron los cuatro al mismo tiempo y me rociaron con una lluvia de semen, las gotas bañaron mis nalgas, mi espalda, mi cara y boca que volteaban a buscar esa leche de macho.
Se burlaron de mí, me ordenaron que me untara su semen como crema y me dijeron “ahora sí ya te puedes ir”. Temblando de cansancio, con las piernas que no me respondían, me puse poco a poco de pie y empecé a caminar al cuartito para cambiarme. Tony me dijo… “ni lo pienses… sales a la calle como estás… así de puta vestida con mallón de encaje y llena de leche de hombre”… protesté y los cuatro se lanzaron sobre mí, me cargaron y me sacaron a la calle. Afuera había unos jóvenes jugando fútbol, que se veía que conocían a Braulio y sus amigos y lo que hacían en su taller, y celebraron “de verdad está guapa su nueva puta” gritaron. Así me cargaron por dos cuadras hasta mi carro, mientras unos diez chavos me veían con curiosidad, yo estaba agotada y no me importaba lo que me decían, algunos de los jóvenes me tocaban, me agarraban la mano y la llevaban a sus vergas por encima de su ropa… creo que dos de ellos me metieron sus dedos o algunos objetos por el ano… yo cerraba los ojos… por fin, llegamos a mi carro, me subí, cerraron la puerta del auto, me aventaron mi ropa por la ventana y me dijeron “bien hecho postrecito, ya te llamaremos para que seas el plato fuerte”… Subí la ventanilla, arranqué el auto y me fui con las piernas temblando y oliendo a delicioso semen.

Mi fantasía, 4ª parte

Después de la deliciosa y brutal sesión de viernes en la que Don Braulio, su hijo y dos amigos nos habían hecho pedazos las entrañas a Lucrecia y a mí, me levanté el sábado en mi departamento, completamente exhausto. Seguía teniendo el mallón de la noche anterior, el rimel corrido en los ojos, semen por todo el cuerpo. Olía a otros hombres. Rogué que nadie me hubiera visto entrar así -travestido y transformado en mujer- al estacionamiento y al edificio. Hice memoria. Ya era muy tarde cuando había llegado y estaba seguro que nadie me vio. Descansé con esa tranquilidad.

Me metí a la regadera cerca del medio día, mi ano estaba muy dilatado, pero no lastimado: era claro que mi cuerpo ya se estaba acostumbrando a mi nueva dualidad como heterosexual en público y mujercita transformada al placer de Don Braulio en privado.

Recogí mis jeans y mi playera que había dejados tirados en el piso en la madrugada, revisé todo para que la muchacha que hacía la limpieza y lavaba la ropa no encontrará nada comprometedor. En esa revisión encontré un pedazo de papel con el correo electrónico de Lucrecia y una breve nota: “escríbeme, me encantaste para mí”.

Me imaginé que ella lo había dejado ahí en el momento que entró al cuartito del taller mecánico a recoger sus cosas, cuando su sesión con Braulio y sus amigos ya había terminado, y mientras a mí apenas me empezaban a taladrar las entrañas las vergas duras de los cuatro machos que me tenían como su juguete.

Ordené todo, preparé algo de comida y dormí un rato. Me desperté casi al caer el Sol, con una deliciosa erección, me masturbé recordando como me habían poseído la noche anterior, recordando olores y sabores, y en medio se esa calentura le mandé un correo a Lucrecia: “aquí estoy, listo o lista para lo que quieras”, escribí.

Después de enviar el correo pensé en dormir de nuevo hasta la noche, sin embargo, la PC marcó de inmediato la entrada de un correo. Para mi grata sorpresa era Lucrecia, que seguramente estaba conectada al Internet y había respondido de inmediato mi correo. Me encantó que lo hiciera, siempre es importante saber que en estos juegos hay quien está atento y sin dudas para jugar.

Rápidamente Lucrecia y yo estábamos intercambiando correos, y en unas cuantas horas ya teníamos un plan. Ella me platicó que si bien su fantasía y práctica sexual favorita era ser sometida y humillada, usada como juguete, de preferencia por varios hombres al mismo tiempo, siempre había tenido el sueño de “desquitarse y vengarse” de todo lo que había sufrido y disfrutado; que quería ser ahora ella la activa, la que penetrara, la que abriera y dilatara orificios y entrañas. Me propuso ser su mujer para una sesión. Yo acepté excitadísimo, acordamos fecha -un jueves- y hora, 1pm.

A lo largo de la semana Lucrecia me enviaba fotos y dibujos de hombres transformados con ropa femenina siendo objeto de penetraciones por parte de mujeres dominantes. Las escenas eran alucinantes y yo revisaba mi correo cada minuto para ver las nuevas imágenes que llegaban. Además, sabiendo que la sesión que me esperaba sería diferente, cada noche entrenaba con mis juguetes, introduciéndolos lo más profundo que podía y buscando los más gruesos para que me fueran dilatando. Al final de 5 días de “entrenamiento” me sentía seguro para recibir y soportar la mayoría de los juguetes que aparecían en las fotos que Lucrecia me mandaba.

Por fin llegó el día y la hora, decidí llegar unos minutos antes al motel y esperarla en el bar. Llegó muy puntual, traía consigo dos bolsas de papel de compras en tienda departamental. Esta vez pude apreciarla mejor, era muy atractiva, delgada, de 30 años, con ropa de mujer ejecutiva. Nadie creería en la calle que esta joven mujer, tras la puerta de un taller mecánico -y de quién sabe que otros lugares – era transformada en un juguete y abusada al límite por grupos de hombres rudos y vulgares. “Hola Alicia, así me gustan mis juguetitos, que ya me estén esperando cuando yo llegue”… dijo para dejar muy claro desde el primer momento que ella mandaba y que el mío sería el rol femenino.

“¿Lista para subir al cuarto?”… me preguntó… y respondí afirmativamente. Caminamos a la recepción del motel y ella insistió en pagar la habitación “a los hombres no toca pagar” le dijo a la recepcionista.

Entramos al cuarto, me dio una de las bolsas y me indicó que entrara al baño a cambiarme, “sal del baño hasta que estés transformada en mujer y me avisas antes de abrir la puerta” dijo con voz fuerte. Abrí la bolsa y encontré un set completo de lencería, medias, liguero, sostén, pantaleta de hilo dental, aretes de presión, collar y pulseras que hacían juego, un pequeño estuche de maquillaje y zapatos de tacón. Todo me quedaba perfecto, era claro que ella recordaba muy bien mi talla. Cuando estuve lista, cuando dejé de ser Eneas y era de nuevo Alicia, le avisé. Me dijo “puedes salir”. Ahí estaba ella, con un hermoso juego de lencería idéntico al mío en cada detalle, completamente rasurada de pubis y vagina. Me excitó muchísimo vernos idénticas en atuendo, y ella en papel claramente dominante y de ama, incluso con una correa que rápidamente colocó en mi cuello.

Teniéndome claramente sujetada con la correa, Lucrecia me llevó caminando hasta el escritorio de la habitación, encima del cual había extendido una colección de juguetes y strap-ons que usaría en mí. Había tres vibradores, uno pequeño, otro del tamaño de un pene regular, y uno verdaderamente grande que sabía que pronto ella estaría empujando para que entrara en mi cuerpo. Había también dos strap-ons, uno regular y uno no muy grueso, pero si muy largo, todos con correas para que ella los sujetara a su cuerpo y fueran vergas postizas perfectas. También sobre el escritorio había un dildo largo de dos cabezas, una en cada extremo.

“Ahora sí linda y tierna perrita”… me dijo “es tiempo que seas mía”. Estando ella de pie, abrió las piernas y me hizo lamer su vagina rasurada, luego se dio la vuelta, abrió sus nalgas y me ordeno lamer su orificio trasero con la punta de la lengua. Mientras yo lamía su ano y la parte de atrás de su vagina, ella se masturbaba, pronto la escuche jadear y vi salir los primeros fluidos de su vagina; así parada Lucrecia abrió un poco más las piernas y me ordenó beber todos sus líquidos orgásmicos, lo que hice de inmediato y con inmenso placer. Luego me ordenó acostarme boca arriba en la alfombra y se sentó en cuclillas sobre mi boca, para que siguiera lamiendo sus partes íntimas, tuvo un nuevo orgasmo que de nuevo saboreé gota a gota.

Después, me hizo subir a la cama y colocarme boca arriba, ella se colocó el primer strap-on y subió a la cama abriendo mis piernas. Se puso sobre mí y para mi gran sorpresa empezó a besarme tiernamente el cuello, a acariciar mi cintura, rozar mis pezones y pasar sus manos por mis nalgas. Me dijo, “ya te han cogido mucho… ahora yo te voy a hacer el amor”. Dicho lo anterior, con sus dedos lubricó y empezó a abrir mi ano, luego con su lengua recorrió mis nalgas y la entrada a mi cuerpo. Llevó mis piernas a sus hombros y empezó a entrar en mí, poco a poco, centímetro a centímetro hasta que su pene de plástico penetró mis intestinos por completo. Enseguida empezó a moverse suavemente, mientras acariciaba mi pelo y me besaba con delicadez, yo la abracé y me sentí más mujer que nunca, y le decía “mi Ángel”. Me tuvo así no se cuanto tiempo, y mi ano se le abría sin resistencia.

Se retiró de la cama y regresó con un dildo más largo que el anterior colocado de nuevo entre sus piernas. De verdad era largo, pero me dijo “no tengas miedo, verás cómo lo vas a gozar”. De nuevo fue muy delicada y de aquel enorme dildo de unos 30 centímetros de longitud, muy pronto la mayor parte estaba dentro de mi cuerpo, cuando ella vio que ya no me cabía más, empezó a girarlo dentro de mi ano. La sensación era indescriptible. Nunca la verga de ninguno de los brutos que me había cogido me había llegado tan adentro, y no me dolía, era un enorme placer. Me tuvo así unos 5 minutos, mientras me apretaba las nalgas y me pellizcaba los pezones, y de vez en vez intentaba introducir un dedo adicional en mi ano para forzarlo a que se dilatara. Cada ocasión que yo intentaba detenerla para que no me abriera más el esfínter me jalaba la correa que yo llevaba al cuello y me decía en tono amenazante “estoy siendo tierna… pero no se te olvide quién manda aquí”.

Saco aquel larguísimo pene artificial de mi cuerpo, se bajó de la cama, y muy pronto regresó. Esta vez traía un pene de silicón enorme colocado en su strap-on, tendría unos 25 centímetros de largo y unos 5 centímetros de grueso. Yo quise rehusarme, pero en ese instante, con mano firme me sujetó del pelo y me dijo “puedo seguirte haciendo el amor… o puedo violarte como Braulio y sus guarros… tú escoges”. Yo doblé toda resistencia y abrí mis piernas ofreciéndole mi ano completamente.

Me ordenó ponerme en cuatro patas y ella se puso atrás de mí. Me dijo que ya estaba lista para este juguete, tanto en profundidad como en diámetro, que ya había visto lo que mi cuerpo podía aguantar a manos de Don Braulio y sus amigos. Derramó las lubricante a la entrada de mi esfínter. Esta vez fue más firme y quizá un poco brusca, pero pronto la cabeza de ese enorme pene postizo estaba dentro de mí, el resto del tronco no tardó en entrar y entonces ella empezó a moverse con fuerza y velocidad. Era delicioso, me sentía llena y, sobre todo, poseída y transformada en esclava de Lucrecia.

Me puso luego de lado y ella me penetraba desde atrás, mientras con su mano acariciaba mi pene y me decía “preciosa, linda y otras cosas al oído”. Estaba gozando como nunca. Empezó a ser más brusca, me penetraba con ritmo más fuerte, mientras apretaba mis nalgas y me jalaba el pelo. Mi ano ya estaba completamente abierto y el enorme juguete entraba al antojo de Lucrecia. Se puso bocarriba y me ordenó sentarme en cuclillas sobre el juguete, que casi me partía a la mitad. Ni siquiera las dobles penetraciones anales que ya me habían dado don Braulio y Rubén habían sido tan profundas. No podía moverme, pero Lucrecia me obligaba. Estando así empecé a tener un orgasmo. Cuando Lucrecia sintió que iba a eyacular saco el juguete de mi cuerpo y me hizo terminar sobre el dildo de silicón, así la verga artificial quedó llena de semen y de inmediato ella me hizo limpiarla con la boca mientras me decía “así, así comete mi leche perrita”.

Nuevamente ella fue hacia el escritorio y regreso con el juguete de dos cabezas, me ordenó colocarme de nuevo “en cuatro patas” y ella se puso en la misma posición dándome la espalda. Entonces entendí lo que quería: estando las dos en esa posición puso en medio de nosotras el dildo, lo introdujo en mi ano y luego en el suyo, y así las dos empujábamos estando hincada y vestidas idénticas. Las dos empujamos y pronto nuestras nalgas se tocaban con el juguete bien adentro de nuestros cuerpos. Ella sacaba el juguete con una de sus manos y sin cambiar de posición lo ponía a veces en su vagina y a veces en su esfínter.

Cambiamos de posición, ahora una sentada frente a la otra, con el juguete de dos cabezas entre nosotras, ella en su vagina y yo en mi ano, con las piernas cruzándose y las dos empujando hacía esa verga de plástico que nos cogía simultáneamente. Pasaron largos y deliciosos minutos. La escuche jadear y pronto estaba terminando, cuando concluyó su orgasmo se dio la vuelta y nuevamente me ordenó lamer su vagina y su ano hasta dejarlos sin un solo fluido, lo que hice sin titubear.

Descansó uno segundos, y regresó con el dildo enorme que había usado en mí hacía unos minutos. Lo puso directo sobre el colchón, en la orilla de la cama y me ordenó sentarme de nuevo sobre el juguete. Me resistí, pero de nuevo bastó una amenaza para que la obedeciera. Puso la cabeza de silicón entre mis piernas y fue larga y dolorosa la penetración, pero pronto todo el juguete estaba dentro de mí.

Estando así sentado a la orilla de la cama con aquel enorme juguete insertado en mi cuerpo, ella empezó a montarme lentamente viéndome de frente. Mi pene estaba muy erecto y no tuve problema en penetrarla. Era desquiciante sentir la penetración del juguete en mí y estarla penetrando a ella al mismo tiempo. Cuando estaba cerca de mi orgasmo ella aceleró el ritmo y terminé dentro de su cuerpo con sacudidas que me dejaron exhausta y que el juguete ensartado en mi cuerpo hizo más intensas. Ella se paró de la cama, me ordenó sacar el juguete de mi ano y retirando mi semen de su vagina lo untó en el juguete y lo llevó a mi boca. Me tuvo así unos segundos limpiando el semen de esa verga artificial por segunda vez en la tarde… y luego me dio un beso y me mando al baño a limpiarme… Cuando salí de la regadera ella ya no estaba… sólo había una breve nota sobre la cama… “pronto te buscaré para seguirte domando Alicia”… decía el trozo de papel.

Chocolate con churro lechoso

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Abella: La batidora cubana


Soy un cuarentón, con buena onda, siempre veo el vaso “medio lleno”, el lado positivo, militante incondicional de la alegría y el buen humor, abonado a la teoría de que todo lo que hacen los hombres es para conseguirse mujeres. Adhiero a la fidelidad flexible, algo acordado con mi compañera, luego de poco más de veinte años de convivencia y como forma de mantener la supervivencia de la pareja.
Dos décadas de fidelidad fue mucho tiempo, había llegado el momento de retomar algunas licencias de vida, solo era cuestión de tiempo y oportunidad, que sucedió bien pronto, cuando me llamó Eduardo.
Un entrañable amigo, él y su mujer se regalaron un viaje por la vieja Europa. Para su tranquilidad me dejó a cargo de su casa, de controlar y asistir a sus hijos, en cuanto hiciera falta. Con los muchachos tenemos una relación fenomenal, como de tío. Para los quehaceres domésticos estaba Lua, una negrita muy simpática. Lua es de raza negra, dominicana, joven y de buen ver, tanto de ida como de venida, buenas formas y firmes, con todo el ritmo sensual de su raza.
Desde que llegó al país, la casa de mi amigo fue la suya, uno más de la familia. Tan buena fue la relación que llegó hasta las sábanas, solo es un par de años mayor que ellos, por estos días está caminando sus gloriosos veintiún añitos. Los pibes (muchachos) se la vienen moviendo (cojiendo) hace buen tiempo, hasta hicieron un trío más de una noche que los viejos (padres) no estaban en casa.
Desde que el mayor de los muchachos me lo contó, comencé a mirarla con otros ojos, seguramente ella estaba anoticiada de que conocía las andanzas por camas ajenas y su actitud en mi presencia me parecía mucho más sensual y hasta arriesgaría que en algún momento a solas casi provocativa.
Las mujeres de raza negra para mí eran algo exótico, desnudas, sólo las vi en el canal porno y en el Natural Geographics, obviamente me gustan más las del canal porno. Buscaba la ocasión para poder regalarme con el espectáculo de verla solo para mi. Carácter afable, felina como pantera, andar cadencioso, tomo debida nota que me llevaba prendido al meneo de sus caderas.
Uno de esos días pasé para ver como marchaba todo, entré con mi llave, todo era silencio, parecía que todos hubieran salido de la vivienda, llego a la cocina para beber un poco de agua y me tropiezo con una Venus de ébano salida del baño, solo una toalla, envolviendo el cabello crespo.
Piel tersa, brillo mate, ojos casi verdoso, esmeraldas reluciendo en medio de la noche, labios carnosos y teclado de marfil que destella cuando reía. Pechos redondos, plenos, rematados en pezones gruesos y erectos, vientre plano y talle estrecho, suaves curvas y cadera firme, entre los muslos una espesura de vello enrulado esconde el sexo de mis ojos arrobador por tanta mujer seductora.
Pasmado, ante la perfección, prodigio del mejor escultor. Me sonrió, esparció la alegría de su risa y algunas gotas de agua al menearse delante mío.
- ¡Qué pasa! ¿Nunca viste una negra desnuda?
- ¡No!, y menos alguien como tu, eres la primera.
- ¿Y…, qué tal?
- ¡De diez! ¡Ja… un súper 10!!!! Y un… ¡Meritorioo Diez!!!
No se intimidó, más aún, demoró para mostrarse, lentamente se dirige a su habitación mirando sobre su hombro para asegurarse que fuera tras ella. Entré con ella, entendió mi curiosidad y la seducción producida, disfruta el momento, el poder que otorga ser distinta.
Seducción total, sentado en el borde de su cama soy espectador de como se vestía, extrema lentitud, gestos exagerados para crear ambiente, gira un poco para colocarse la tanga, de tal modo que cuando levantó el pie y lo apoyó sobre una caja, me exhibía en primer plano y a todo color el sexo entreabierto, el rojo nacarado brillante del interior resulta muy erótico en un entorno negro mate.
Sólo con esa prenda, se apretó contra mí, quedé entre sus pechos, besaba esas masas de color oscuro y aroma tan particular, pasaba de uno a otro sin parar, volaba de calentura sujetado de esos globos negros de sabor dulzón. Qué delicia sentirse ahogado entre sus mamas, besando el aroma de su piel húmeda, puso distancia entre mi cuerpo y sus carnes.
Arrodillada entre mis piernas, buscó el bulto que pugnaba por romper el jean, liberta la erección, emergió duro buscando consuelo en las palmas blanquecina de Lua, subir y bajar la piel hasta brotar de la uretra esas primeras gotitas de incontenible calentura. Empujé levemente la cabeza, la señal que espera, la metió en la boca, mamada increíble, sabia y eficiente como pocas, sabe como graduar la chupada para darme el mayor goce, consulta con los ojos y sigue mamando, derritiéndome de placer en esa caliente boca que se engolosina con el caramelo del amor.
Levanto la pelvis y aprieto de la nuca, me pierdo en la calentura, algo brusco y descontrolado, es una cojida bucal, con todo. En lo mejor de la situación escuchamos ruidos de llave que acciona la cerradura, los muchachos que volvían, empujamos la puerta de su cuarto para cerrarla.
Apremiados por la situación y mi calentura, apuró el trámite para hacerme acabar cuanto antes, aceleró la mamada. ¡Acabe!, varios chorros gruesos y espesos dentro de la cavidad bucal se llevaron mi calentura, mostró el contenido lácteo y luego tragó, en dos tiempos, esta acabada gloriosa.
Acondicioné la ropa, como pude y me hice ver diciendo que venía de la terraza. Al rato apareció la negrita, tomamos unas gaseosas y marché para casa.
Esa noche y otras más las pasé pensando en ese cuerpo y esa boca que mamó mi leche, los ratones (pensamientos calenturientos) enloquecían y excitaban a más no poder, hasta me costaba mantener quietas las manos para ajusticiarme por mano propia, quería guardar toda mi leche para cuando hubiera la oportunidad de darle con todo.
Visité con más frecuencia para ver como andaban las cosas. Llamé, nadie respondió, recorrí y nada, silencio, botellas vacías indicaban que hubo fiesta. La puerta abierta del dormitorio principal exhibía sobre la cama el cuerpo de Lua, de bruces, desnudita. ¡Qué buena está!. Se me paró el miembro.
Me acerqué, dormía agotada por el licor y el cansancio de la enfiestada. Sentado a su vera, acariciaba la espalda, sin moverse, seguí acariciando los muslos con suavidad, al separarlos y mirarle el hermoso culito, tan parado observé rastros de semen escurridos de la conchita, remanente de la fiestaza.
La calentura me pudo, desnudo, sacado de excitación, poronga en mano dispuesto a entrarla con todas mis ganas. Despacio como para no despertarla antes de tiempo, fui haciendo lugar con dos dedos dentro de la vagina, leve movimiento sensual como respuesta, seguí las caricias en la conchita, seguía dejándose hacer los mimos, fui por más.
Con el semen remanente y algo de flujo de la argolla unté el culito, suave, en círculos, dibujando con el lubricante el esfínter. Dormida y todo lo disfrutaba, no pude más, me coloqué ahorcajado sobre su culo, evitando despertarla y que frustrara esta enculada. Se la mandé por el culo, de un golpe, entré la cabeza, y me volqué sobre ella enloquecido de calentura.
La penetración la despertó, ensartada por mi vara de carne, imposible no sentirme cuando entra, un grosor que no todas aguantan con facilidad, movió como para salirse, lo impedí con el peso de mi cuerpo sobre el suyo, mis manos en los hombros la sujetan contra el lecho, mis rodillas aprietan y sujetan sus caderas, imposible zafar de la cojida
Hasta ese momento no quien la monta, por como se debate debió saber que no es alguno de los muchachos, solo pide suavidad.
- ¡Más despacio!, ¡me duele! –repetía quejosa.
Insistí en la enculada, todo adentro del orto, la cojida pintaba para muy buena. Lua giró la cara para ver quien la sodomiza.
- Ya me parecía…, la tienes más grande que…
- ¿Estás bien?
- ¡Sí!, sólo dame despacio, menos violento, así… asíiii
Presentados, seguimos cojiendo, recorría el conducto anal, la cabeza gozaba del estrecho pasadizo. Con la mano por abajo de Lua asistía a la conchita para ponerla en carrera. Era una hembra muy copada (dispuesta), gozaba y dejaba gozarse, disfrutó de todo el pedazo bien adentro, que calentura nos agarramos ¡por Dios! Algo de no creer.
El movimiento fue vibrante condujo a una acabada tan emotiva como abundante, me dejó estremecido cuando le vacié todo el contenido de los huevos en el fondo del culo. No me salí, quedé todo duro, sin moverme, esperando que dejara de latir, prolongando el momento. Lo retiré casi tan duro como al entrar.
Lua me contó que los pibes prefieren irse a bailar bien cojidos, y que suelen regresar casi al medio día, bueno a la hora de comer maso…
- Entonces… ¿podemos hacer otro?
- Si quieres… ¿te quedan ganas?
- ¿Cómo?… ¡vas a probarlo ahora mismo!
Ahí mismo nos hicimos otro, por la concha y desde atrás, intenso y más largo. Luego un corto sueño reparador.
En la mañana, nos encamamos nuevamente, hasta me animé a chuparle la conchita, era más rico de lo pensado, atrás quedaron los prejuicios por la negras, esta era de primera, tan limpita, tan entregada, tan caliente como no imaginaba. Este orgasmo mañanero fue estruendoso, gritando de placer y satisfacción, acabamos casi juntos, quedamos abrazados después de acabar, sin levantarse, la concha con mi semen dentro del nido, como me gusta.
Este semen me sirvió para lubricar el culo y pegarle otra culeada atroz que la dejó bastante dolorida. Dejé el lecho donde le rompí el culo, satisfecha y dormida.
Hasta que volvió mi amigo de Europa nos seguimos enfiestando en la cama de él, después seguimos pero en un telo (hotel). Pero estas primeras veces, objeto del relato fueron las que me marcaron un afecto muy particular por las hembras de raza negra, perdiendo todos los prejuicios y les recomiendo a todos los que tengan oportunidad de cojerse alguna, que lo hagan, no van a arrepentirse y ¡Tan caliente!
Lua sigue cogiendo con los muchachos, pero dice que soy el que la hace gozar más, según su opinión, además es lo bastante estrecha para hacerme desearla cada vez más.
Me gustaría saber si alguna lectora de color me puede compartir alguna experiencia personal igual o parecida, para intercambiar y enriquecernos mutuamente, por otra parte también espero saber qué le ha parecido este relato que se llevó una parte de mí en cada línea, estaré ansioso esperándolas en mi correo.
¡Vivan las negras carajo!!

Nazareno Cruz

Favor por Favor y se coje

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El día que le rompimos el culo


Con cincuenta y dos años a cuestas, la experiencia es la herramienta más valiosa para ganar mujeres.
Cualquiera que haya estado en un hospital alguna vez habrá podido comprobar que más del 85 por ciento de los trabajadores son mujeres, también habrán escuchado mil historias, sobre todo en las guardias nocturnas.
Una década trabajando en un hospital, en liquidación de haberes, me sirvió para conocer vida y milagros de algunas de las mujeres que trabajan, algunos le llaman a este sector el muro de los lamentos, sobre todo después de mitad de mes, es decir cuando el dinero es poco y las necesidades muchas.
Durante el verano el mujeraje suele andar sueltito de ropas y más dispuestas al intercambio amistoso. Mi esposa dejó de interesarse por el sexo, lo hace por obligación, gracias a este trabajo pude solucionarlo y pasarlo de diez.
Sarita, fue una de las primeras en pisar el palito (caer en la trampera), vino buscaba un anticipo de sueldo. La pude ver caminando en la espera, con ese ambo blanco que se le transparenta todo, se le marca la tanguita, buena cola, bien de gomas (Michelin o tetas) y buenas piernotas. Solo verla y el amigo despertó de su letargo, buscando guerra.
– ¡Pasa! – Disimulo la erección como puedo.
– ¡Sea bueno jefecito! – Reviso la mercadería, como evaluando cuan buena está para una encamada.
Rápida como el hambre, vio la disimulada erección, creo que también me leyó la mente…
- Yo le soluciono ese problema… si es bueno conmigo. Sea bueno jefecito, ¡porfa!
Como era casi la hora de cierre de la tesorería no quedaba otro empleado más que yo, sabía que había salido la última empleada así que no esperó respuesta, se pasó por mi lado del escritorio, giró el sillón y acaricia el problema, lo sacó a tomar aire, con confianzuda naturalidad.
- ¡Qué buen pedazo tienes!
Sarita tiene una reconocida fama de no hacerle asco a nada, más bien se dice que es una de esas mujeres que siempre está dispuesta a probar carne nueva, según dicen algunas hembras envidiosas de su popularidad entre los machos del hospital. Como si hiciera falta corroborar los antecedentes mencionados, Sarita comenzó una paja muy especial. A la desesperada manoteé las tetas, se liberan y muestran los
pezones robustos y rozagantes.
Volaba de calentura, pedí que me hiciera algo para solucionarlo, me urgía una respuesta para evitar esos dolores de testículos cuando la calentura se extiende demasiado.
Rápida como bombero pero no descuidada, primero cerrar la puerta de la oficina por cualquier cosa, luego demostró que trabajar en enfermería la hizo experta en urgencias, sexuales en este caso, ¡ja!. Sentó sobre el escritorio y se abrió de piernas dispuesta a que me libre de la calentura por su culpa.
- No te vengas adentro.
- Tengo condón, tranqui y se lo enseño.
Presta me colocó el preservativo, abrió los cantos y me mandé en ella, sabe como vaciar a un tipo de forma rápida y eficiente, acompaña el zarandeo, regulamos el ritmo. Froto el clítoris, crece la humedad y la respuesta erótica hasta el tramo final, bien a fondo.
La acabada rápida pero fue suficiente para venirme con una profusa cantidad de semen, claro eran las ganas insatisfechas de dos semanas sin ponerla. Ahogó mis bramidos entre sus tetotas hasta que me sacó hasta la última gota de semen. Me sacó el preservativo, se admiró por tanta leche.
- ¡Gracias Jefecito!
- ¿Te espero mañana? – ahora soy yo quien pide ¡Porfa!
Ese sábado, a punto de retirarme, llegó Sarita, se disculpó por que una emergencia le impidió venir antes.
- Ayer te quedaste con ganas, ¿podemos ahora jefecito?
- ¡Sí!! – Cerré para evitarnos ser sorprendidos.
Sentada, me pegó una mamada que me dejó las piernas temblando, una acabada para el recuerdo, después le siguió un polvo de sentado, ella se ahorcajo sobre mí, se empaló en el tronco de carne hasta los pendejos enruladitos. La venida en su boca y los años de experiencia me permitieron demorarme lo suficiente para hacerle gozar de un regio orgasmo, esta vez también ella tenía ganas de llegar al final feliz.
Los corrillos de enfermeras son un clásico, los comentarios de las situaciones de sexo mucho más, y aún fue más allá, me hizo fama de buen cojedor y que la tengo gordota para más datos. Si hasta creo que me recomendó con las compañeras, puesto que desde ese sábado fueron varias las que arriaron la bombacha en mi escritorio.
Después, llegó Elisa, regente de pediatría, venía por el ingreso de una sobrina suya, pidiendo que la favoreciera con unas vacantes que se habían producido precisamente en su sector, fue tan directa como efectiva al momento de pedir por la sobrinita:
– ¡Mirame! Me puedes hacer un favor a cambio de otro que te puedo hacer a tí. – Dio una vueltita para mostrarse – Mi sobrina está mejor y tiene veinte añitos. ¿Qué hacemos? Tomamos mate o..? Yerba no hay… (es un juego de palabras común en Argentina que significa que alguien te invita a tomar mate o coger, pero entonces dice yerba (para el mate) no, pues entonces… solo queda coger)
- Entonces… hazme el favorcito. ¡no seas malo!
Desnudó sus intenciones y sus carnes, me acercó a sus tetas para que le saque jugo… Elisa gustaba de la golosa mamada, jadea a destajo, frotándose en la calentura urgente. Apoya las caderas sobre la mesa, levantó una pierna para que tuviera el tajo expedito, rosado y jugoso, corrió la tela de la bombacha mostrando la raja brillante de jugos.
Me tragó la pija de una, recaliente y diciendo guarradas como incentivo para el polvo, cojimos con ímpetu y fragor, quedó casi acostada sobre el espacio del escritorio liberado para hacer las veces de cama, volcado sobre ella, con urgente violencia, en el frenesí alocado del polvo en un metisaca equivoqué la puerta y entré por el marrón (el culo) y dio un grito, mezcla de dolor y sorpresa.
- ¡Ah, ah! – Los ojos como platos, por la brusca sorpresa y la boca llena de puteadas.
Nos miramos, sin sacársela, ni ganas de hacerlo, me gustaba la sorpresa de hacer ese buen culo. Entendió fácil y rápido que no pensaba salirme, pidió prudencia y suavidad.
- ¡Porfa! Despacio, suave porfa…
Accedía a todo lo que me pidiera con tal de no salirme de la vaina rectal, aguanta en silencio, acalla las embestidas mordiéndose el labio inferior y clavando sus uñas en mi espalda, que por suerte me proteje la ropa. Intento seguir por más tiempo pero me lo impide:
- Si sacás no la metés más. ¡Dale despacio!, ¡seguí bombeando no pares!.
Acompañaba la entrada por el orto con el frotamiento del clítoris para distraerla, volvió al nivel de excitación y así pude seguir dándole por el culo. Tanto se fue calentando la guacha que con la ayuda del frotamiento de clítoris también pudo acceder al necesario orgasmo.
Bufa en ruidoso orgasmo, llegamos casi al mismo tiempo, ella primero, luego fue mi turno. Me largué a fondo y la leche fue bálsamo caliente para el culo dolorido.
Quedé en que pasaría por su casa, el domingo, para conocer la sobrinita y llevar algunas croissant para el desayuno.
- Jefecito, ¿qué te parece Marina, mi sobrina?
- ¡Está bueeena! – Me salió gracioso y natural.
Marina trajo café, Elisa la tomó de un brazo y la hizo girar para mostrarla mejor por todos los ángulos.
- ¡Está re-re-buena!
- ¿De verdad, jefecito? – No me engaña, haciendo conejito con la naricita. – Me vas a hacer entrar
en tu juego de seducción otra vez, ¡Sííí…!
- El jefecito te puede entrar… – Decía Elisa a Marina, un guiño de ojos compartido y una sonrisa.
- ¡Ve y me explicas! – Marina me toma de la mano, me conduce a su cuarto, le sigo el juego a ver
hasta donde llegamos.
Me sentó sobre la cama y comenzó el espectáculo, un desnudo total para mí, pollera, blusa, nada abajo. El papo juvenil cubierto por escaso vello castaño, de aspecto aniñado, me amenazó con las tetas, una en cada mano, ofrenda de buena voluntad a un hombre ansioso.
Me puso en bolas, acarició el miembro, mamar parecía ser una de sus cualidades, casi me hace acabar, pero me pide que no le acabe en la boca.
Se tiende sobre la cama, piernas flexionadas y colgando fuera del lecho, me llama:
- ¡Vení, entrá! ¡Tengo ganas! ¡Estoy ardiendo! ¡Cojeme!!!
Entré en el terciopelo vaginal, ajustado trayecto hasta llegar al fondo. Buena cogedora, sabía contraer y aflojar los músculos como una experta. Cambiamos, ella quiere arriba para expresarse con libertad y comodidad, regula penetración y presión sobre el choto, tan joven y tan experta en lides sexuales.
Masaje clitoridiano con los dos pulgares mientras me galopa, resopla sin parar hasta prorrumpir en un grito de guerra, ojos cerrados gozando en silencio del orgasmo, la recorrió como un shock eléctrico. Seguidamente otras dos llegadas bramadas la dejaron medianamente satisfecha.
Yo seguía sin haber acabado, sabía como manejar a estas pendejas calentonas, todo fuego y toda urgencia, pero el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo y experiencia, ahora era mi tiempo de aprovecharme y hacerla valer.
Aproveché el relax para jugarle en el marrón (culo), más atrevido cada vez, solo abrió los ojos cuando sintió que la caricia era un paso antes de una franca penetración. Acostada, de espaldas, en una perfecta cucharita, pierna levantada favorecía entrarle por el ano y asida por la cintura impedía que se volara la paloma, desde atrás es más fácil entrarle y menos doloroso por que sé que la tengo gordita y algunas esquivan el culo cuando lo intento, no fue el caso, tampoco le di mucha oportunidad de hacerlo.
- ¿Vas a meter tooo…dooo? – La entrada interrumpió la pregunta obvia.
Froto el piquito mientras le doy para que tenga y guarde. Ensartarla profundo es inigualable, las
ganas de eyacular se gestan en los riñones, avanza como alud arrollador por el caño, chorro fuerte espeso y caliente baña el recto dolorido de Marina. Ella se ayudó para llegar juntos, acabamos a los gritos.
Se dejó hacerlo, solo que con la mano buscó saber cuánto faltaba por entrarle, pero igual se aguantó todo el pedazo de pija que se comió. Esa mañana le robé la virginidad anal, un triunfo sin duda alguna, una buena cocarda para colgar en el tablero de las proezas de macho cojedor, ja!.
os higienizamos juntos, se agregó Elisa al juego bajo la ducha. La seguimos en la cama en un segundo turno, ahora sexo grupal, hasta el mediodía estuvimos haciendo cama redonda y cambiando de monta.
Marina consiguió trabajo. También consiguió para otra prima, un tío y un par de amigos, claro para todos estos favores ellas ponían el cuerpo por sus parientes y todo en paz.
En este trabajo, y toco madera, nunca me falta carne fresca. Los que han trabajado en hospitales saben que mujeres sobran y cuando se tiene un cargo donde necesitan favores, ni te cuento como se disfruta.
Si eres mujer y has pasado por algo similar sabes bien de qué hablo, por qué no me cuentas tu experiencia y compartimos algunas situaciones y anécdotas, ¿te parece?, solo tienes que ponerle un poco de power y escribirme, te estoy esperando para recompensarte.

Nazareno Cruz
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